Tepic, Nayarit, jueves 26 de diciembre de 2024

Las representaciones mentales y su importancia

José Octavio Camelo Romero

14 de Diciembre de 2024

Empezaremos primero con el esclarecimiento del constructo “Representaciones Mentales”. Luego, abordaremos el asunto de la “Importancia de las Representaciones Mentales” para la Educación. Sin embargo, para llegar a las Representaciones, debemos de pasar primero por las “Sensaciones” y por las “Percepciones”.

Las Percepciones tienen que ver con los Receptores de los Estímulos externos e internos de nuestro organismo. Desde Aristóteles se habla de que tenemos 5 sentidos o receptores de tales estímulos. Y se señalan a la Vista, al Oído, al Olfato, al Gusto y al Tacto. Además, se dice que los sentidos son medios biológicos que permiten a las personas reaccionar y adaptarse a su entorno. Y que cada sentido está formado por células especializadas que detectan sensaciones a través de receptores. Pero a las sensaciones le sigue la percepción. En este sentido, las sensaciones son la capacidad de detectar estímulos físicos a través de los sentidos, mientras que la percepción es la manera en que el cerebro interpreta esas sensaciones, esto es, la percepción es la interpretación de los estímulos físicos captados por los sentidos. El cerebro procesa la información y la asocia con conocimientos, emociones e información previa. 

La percepción es un proceso psicológico complejo que implica varios pasos y áreas del cerebro. Es subjetiva, selectiva y temporal, y se ve influenciada por múltiples factores, como las experiencias, las expectativas, los estados emocionales, las diferencias individuales, el consumo de drogas o medicamentos, entre otros. Pero entonces ¿Qué son las Representaciones cerebrales?

Las Representaciones del cerebro humano son “Imágenes Mentales” o representaciones mentales que son “Productos Sensoriales y Perceptivos del Cerebro”. Estas representaciones “pueden ser de origen perceptivo o del recuerdo de una experiencia”, y pueden ser de diferentes formas, colores o temáticas. 

Las representaciones mentales “permiten representar cosas que nunca se han experimentado o que no existen”. Por ejemplo, imaginar un viaje a un lugar que nunca se ha visitado o tener un tercer brazo. 

En la actualidad, existen dos posiciones sobre la representación mental:

La posición clásica, que considera que la representación topográfica espacial es suficiente para explicar los procesos de consciencia.

La posición contemporánea, que considera que esta representación topográfica es insuficiente y debe complementarse con un análisis temporal. 

Pero ¿Por qué es importante este tema no solo para la educación de los niños, sino también, y fundamentalmente, para la formación de la Funciones Psicológicas Superiores que atinadamente describió Vygotsky y que hoy se les llama Funciones Ejecutivas y erróneamente se les hace depender del Área Prefrontal?

Es importante resaltar que las Funciones Psicológicas Superiores mal llamadas funciones ejecutivas, son disposiciones cognitivas y conductuales que se empiezan a desarrollar desde el primer año de vida del ser humano. Durante esta etapa, su desarrollo es menos intenso debido al menor grado de activación y desarrollo de las áreas asociativas del cerebro.

En los primeros seis meses de vida, el bebé puede recordar representaciones muy simples. Sin embargo, si el bebé está jugando con un juguete y lo cubrimos con una toalla, para él, éste deja de existir: no busca el juguete, y se comporta como si no existiera. Alrededor de los ocho meses, los bebés ya son capaces de buscar el objeto que les ha sido ocultado y recuperarlo. Esta conducta en sí misma sugiere una forma “embrionaria” de funciones psicológicas superiores o de las llamadas funciones ejecutivas: el bebé puede mantener en línea información que no se halla presente, (ya tiene la representación mental del juguete y su ubicación espacial), para la consecución de un objetivo, (levantar la toalla y recuperar el juguete).

Durante el primer año emerge la habilidad de suprimir respuestas dominantes. El niño empieza a controlar la emisión de conductas automáticas, por lo que puede inhibir su comportamiento y realizar acciones planificadas en conductas exclusivamente motoras. La capacidad de establecer objetivos y de elaborar planes se inicia antes del primer año de vida, pero usan estrategias ineficaces, torpes y fragmentadas.

A los dos años, empieza a ser capaz de mantener y manipular la información, que, de forma coordinada con la capacidad de inhibir sus respuestas, le permite realizar un control relativo de su conducta.

A partir de los tres años emergen capacidades como la flexibilidad mental y la capacidad para orientarse en el futuro. Comienza a incrementarse paulatinamente el control consciente sobre el comportamiento y pueden elaborar planes simples y resolver conflictos de moderada dificultad. Aparecen las primeras formas de automonitoreo de la conducta.

A los cuatro años, aunque todavía no son capaces de inhibir sus respuestas sí son capaces de establecer una autorregulación interna de sus actos. Muestran dificultades para inhibir respuestas verbales, pero empiezan a desarrollar uno de los mecanismos del control inhibitorio: el control de impulsos.  Surge una competencia clave para el funcionamiento socioemocional del niño: la teoría de la mente, lo que le permite representar mentalmente el estado mental de otra persona.

Por eso es importante y fundamental, la educación y la estimulación del desarrollo de los primeros 3 o 4 años de vida de los niños posterior a su nacimiento.

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