De viva voz
Oscar González Bonilla
19 de Abril de 2025
(Palabras expresadas durante un encuentro con personas de la tercera edad, jubilados como trabajadores del Instituto Mexicano del Seguro Social de Nayarit. Evento-homenaje que tuvo lugar en el auditorio de la propia institución en la Calzada de la Cruz en Tepic)
Mucho agradezco la invitación que me hicieron para participar en este encuentro con ustedes.
Haré un relato que sin duda es una historia de vida.
Mi agradecimiento es eterno para el Instituto Mexicano del Seguro Social, institución más importante del sistema de salud en nuestro país.
Pero pieza fundamental para que camine el engranaje del Seguro Social son sus trabajadores en distintas áreas, enfermeras y médicos, entre otros, que con su desempeño eficiente y profesional han contribuido, mediante la salud, a mejorar calidad de vida de los mexicanos.
Esta es mi versión de la historia que quiero contarles:
En los primeros meses del año 2000, un buen día al levantarme, sentado en el bordo de la cama empiezo a ver y sentir que todo me da vueltas, mareado. Al poco rato esa sensación pasó. Me pongo mis arreos para trotar donde matinalmente acostumbro hacer ejercicio, pero para mi sorpresa empiezo a ver imágenes distorsionadas, como cuando un camarógrafo graba corriendo o en momentos de apuro, en consecuencia, obtiene imágenes en movimiento, no fijas a la vista.
Ello me hizo pensar en la gravedad del asunto. De inmediato me dirigí al Hospital del IMSS de la avenida Insurgentes en Tepic. Me ordenaron tomografía de la cabeza en la clínica especializada del doctor Munguía por la Calzada de la Cruz. Fue él quien me dio la noticia que me acongojó: tienes un tumor.
Mi hermana Josefina, que en todo momento siempre estuvo conmigo, y yo nos dirigimos a Guadalajara, en el Centro Médico de Occidente nos entrevistamos con el director, recuerdo de apellido Lizárraga, me parece que mazatleco, quien nos indicó que él haría la cirugía, pero determinó plazo para ello. En ese ínter, mi hermana, trabajadora del IMSS de aquí, en la actualidad jubilada, platicó de mi caso con la Audióloga María Patrocinio, quien recomendó fuéramos a la ciudad de México en busca de un afamado neurocirujano de nombre Gerardo Guinto Balanzar, oriundo de Acapulco, Guerrero, en ocasión compañero de estudios de ella.
Y allá vamos. Lo localizamos en el Centro Médico Nacional Siglo XXI del IMSS, era director del Hospital de Especialidades. Nos notificó que se trataba de un Shaunoma, es decir de un tumor no canceroso, medía dos centímetros y medio, que estaba ubicado en los nervios facial y auditivo, había que extirparlo porque existía el riesgo de penetrar al cerebro y en consecuencia tendría problemas de movimiento, incluso la saliva saldría involuntariamente. Pero advirtió que perdería el oído del lado derecho y quedaría con parálisis fácil del mismo lado, pues él sería responsable de la cirugía. No importa, recuerdo le dije.
El gran problema fue que como derechohabiente del IMSS de Nayarit no tiene acceso a aquel nosocomio del Distrito Federal, por tanto, recurrimos al apoyo solidario del doctor Miguel Ángel Navarro Quintero, quien era en ese entonces diputado federal, legislatura en la que fungió como presidente de la Comisión de Salud. Movió sus influencias y fui aceptado.
En el mes de mayo del año 2000, cuando yo estaba cerca de cumplir 50 años de edad, se realizó la cirugía. Según supe como 25 centímetros me abrieron al lado derecho de la cabeza (seguramente con moto sierra). La operación tardó más de 10 horas. Cuando volví en sí estaba en camilla fuera de la zona del quirófano y creo que por efectos de la anestesia veía las cosas al revés, es decir, el techo lo veía en el piso. Una vez encamado en piso, una de las enfermeras que me atendía dijo que el doctor Guinto Balanzar había realizado más de mil cirugías como la mía y que ninguna le había salido mal. Pensaba: ojalá y no sea yo el único que salga mal. A los días me dieron de alta, no sin antes pasar por una tomografía con base en la cual el doctor aseguró que en lo que me resta de vida no retoñaría el tumor.
Sin embargo, el neurocirujano me señaló que meses después me haría otra intervención, pues producto de la parálisis facial me quedó chueca la boca. Es necesaria para que los músculos de la zona derecha de tu cara tengan un 75 por ciento de movimiento, me indicó. Y en efecto, nueve meses después del Hospital de Especialidades me mandaron llamar para que el doctor Guinto Balanzar conectara un nervio de la lengua (tenemos dos por debajo de ésta) con el nervio facial. La bronca es que sólo la mitad de la lengua me funciona y mastico de preferencia sólo, por un lado. Pese a todas esas vicisitudes, muchos me dicen: lo importante es que estás vivo.
¿Pero vale la pena vivir 17 años más, hoy a mis casi 67 años de edad, que ya entré al grupo de adultos mayores? YO CREO QUE SÍ.
Dicen que Dios nos da una segunda oportunidad y, a veces una tercera, entonces hay que aprovecharla.
Nada de viejos derrumbados: nada de cabezas gachas, espaldas encorvadas, pies arrastrándose, NO, nada de eso.
Hay que cuidar la imagen todos los días. Vestir bien, arreglarse como si fueras a una fiesta.
La vejez es etapa importante de la vida, por ello hay que disfrutarla con mayor intensidad.
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