Nos llueve sobre mojado
Francisco Cruz Angulo
19 de septiembre de 2013
El cambio climático hace estragos en el país año con año. En el 2012 sufrimos las inclemencias de un severo estiaje en las regiones agropecuarias del país que trajo el desabasto de los alimentos básicos y que el Gobierno Federal se vio en la necesidad de importarlos, lo que provocó un incremento en sus precios.
Esta vez nos enfrentamos a la inclemencia de lluvias torrenciales que han desbordados ríos, provocando derrumbes de cerros que bloquean caminos vecinales y autopistas dejando aislados a miles de familias de los centros de abasto de alimentos y de servicios médicos y provocando la muerte de no menos de 90 personas y desplazando a más de 40 mil habitantes que perdieron sus casas y enseres domésticos a consecuencia de los dos ciclones que azotan a nuestro país desde hace dos semanas. Ellos son: el denominado “Manuel” que su formó en el océano Pacífico y el “Ingrid” que vino de las entrañas del golfo de México. Los estados más dañados son: Veracruz, Tamaulipas, Nuevo León, Guerrero, Morelos, Jalisco, Colima, Michoacán, Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Quintana Roo, Campeche y Yucatán. En el resto solo hubo copiosas lluvias pero de menores consecuencias, como en Nayarit.
Un buen indicador del gobierno de Enrique Peña Nieto fue cuando éste tomó la batuta y personalmente se trasladó a los estados más afectados para conocer la cuantía de los daños. Simultáneamente designó a varios secretarios de estado para que se pusieran al frente junto con gobernadores para atender de emergencia a la población afectada.
En coordinación con las fuerzas armadas y los responsables de protección civil evacuaron a cientos de personas que estaban en zonas de peligro llevándolos a los albergues los cuales estaban bien equipados con alimentos, atención medica mientras que a los habitantes que no tuvieron la misma suerte vía aérea se les llevaron despensas, medicamentos y utensilios de uso personal.
Para darnos una idea de los daños, el gobernador de Guerrero habla de una inversión inicial de 5 mil millones de pesos para reconstruir aquella entidad.
Hay un hecho que es importante destacar. Cuando el presidente Peña Nieto escuchó a damnificados guerrerenses sus reclamos de ayuda humanitaria instruyó a la titular de la SEDESOL, Rosario Robles a que se levantara un censo de daños vivienda por vivienda a efecto que se distribuyeran los apoyos personalmente, sin intermediarios a fin de evitar que vivales los trafiquen en el mercado negro o los utilicen para fines electorales.
Cabe señalar que los apoyos en las zonas de emergencia fueron solidarios todos los sectores sociales: desde empresarios hasta sindicatos y miembros de las organizaciones no gubernamentales que se mostraron preocupados por personas desaparecidas. De igual manera todos los medios de comunicación por radio, televisión y prensa escrita tuvieron cobertura desde el lugar de las zonas siniestradas siendo un vaso comunicante con los familiares de las víctimas del desastre natural.
Si bien los coletazos de “Manuel” e “Ingrid” todavía no concluyen la población y las autoridades siguen estando en máxima alerta.
Lo que muchos analistas reflexionan y que yo comparto de cuál será la actitud de los gobiernos cuando bajen los caudales de los ríos y se desagüen las zonas afectadas. Solo entonces conoceremos la magnitud de los daños. Uno se pregunta ¿Habrá continuidad en la reconstrucción y en la recuperación de sus bienes de los que se quedaron sin patrimonio familiar porque lo perdieron todo? Lo peor es que son los más pobres.
¿Qué conducta asumirán los titulares de los programas sociales cuando llegue la rutina y los medios de comunicación hagan hincapié en otros temas de la vida nacional?
Por experiencia en otros desastres naturales solo los días de la contingencia se muestran solidarios y hasta preocupados por la tragedia de sus semejantes, pero luego viene la modorra, el desgano, el fastidio y el terrible burocratismo para atender sus demandas a tal grado que los damnificados son abandonados a su suerte. Como lo dicen algunos políticos demagogos y cínicos “que se rasquen con sus propias uñas”.
Nuestros gobernantes no deben olvidar que el país está muy cerca de llegar a la recesión si no se pone en práctica un plan de emergencia para reactivar la economía.
Con el desastre natural vivido en las mejores zonas productivas de alimentos, los 27 mil millones de pesos anunciados por Peña Nieto serán insuficientes para echar a andar el país.
Nayarit tiene una enorme oportunidad de catapultarse como granero nacional, ya que nuestras tierras de cultivo no fueron afectadas por esos dos fenómenos meteorológicos. Nuestros legisladores deben hacer equipo con Roberto Sandoval para atraer créditos a la actividad productiva en el campo nayarita. No dejemos pasar esta oportunidad.
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