Tepic, Nayarit, martes 14 de enero de 2025

El Hombre de las Nieves

Rocío Alegría Treviño (Cielo)

14 de Enero de 2025

Había una vez una familia de esquimales, era conformada por el padre y dos niños preciosos, blancos y sonrosados por el frío, vivían en un iglú, la entrada era cubierta por una  piel de oso, y en el piso había diversas pieles de animales, que los protegían del inclemente hielo que poblaba ese hermosísimo lugar, en el horizonte solo se vislumbraban caminos  planos y lisos la tenue luz que se veía era de un sol opacado por las nubes y casi siempre era tiniebla, a veces se filtraba uno que otro rayo de sol  iluminando de forma tenue ese hermoso paisaje.  Lleno de nubes borrascosas y aire helado.

De un blanco nítido, a veces liso en otros casos escarpado, con salientes de roca cubiertas totalmente de nieve, el padre salía a cazar, abrigado con pieles, los zapatos que traía eran mordidos de las suelas por su esposa, quien se había quedado sin dientes, con la finalidad de roer las suelas, para que su esposo no resbalase, esa era la misión de las esposas, bueno una de tantas.

Ella estaba embarazada y se quedaba a coser y cocinar esperando el nacimiento del nuevo bebé, que de alguna forma sería una carga, para su precaria situación, en la que no contaban más que con lo que su esposo lograba cazar.

Tardaba días en llegar, pues caminaba y caminaba por entre riscos y colinas, desafiando el peligro, pues había animales salvajes como los osos que eran temibles, y además también estaban hambrientos, tenía que buscar focas, leones marinos o peces en los agujeros que se formaban al romperse el hielo por estar demasiado delgado, el peligro era inminente, pues podía pisar ese hielo y caer, siendo arrastrado por las corrientes y quedar atrapado sin poder salir.  Ellos se alimentaban de pescado, comiendo su carne cruda y la grasa del mismo, así como de las focas y leones marinos, para que eso les dé energía y calor.

Avistó unas juguetonas focas que entraban al agua y dando saltos graciosos se arrojaban en picada, siendo seguidas unas de otras, feliz, dijo, ---- ya encontré lo que buscaba, --- más de pronto, escuchó gruñidos a sus espaldas, viendo un enorme oso polar que amenazaba lanzarse sobre él.  Corrió como pudo y se escondió en una cueva que se encontraba cerca del agua.

Adentro era muy frío y oscuro, pero sentía una fría mirada que lo observaba, el cuerpo se le estremeció y quería salirse, pero el oso lo esperaba afuera además que acechaba también a las focas, que, viendo el peligro, se habían sumergido, esperando encontrar otro agujero por donde salir evitando al peligroso depredador.

Kenai que así se llamaba, siguió ahí, temiendo ser atacado por algún animal, u otro oso que estuviera dentro de esa cueva, sentía su aliento cerca de la nuca, como que se acercaba cada vez más a él, pero ¡No podía salir! ¡Se quedó petrificado! Pues el oso amenazante, se acercaba a la entrada de la cueva.  ¡Dios mío! ¿Qué haré?  Adentro algo lo acechaba y fuera el oso no se movía esperando que saliera, pues las focas habían desaparecido acaparando él su atención.

¡De pronto el oso hambriento se arroja hacia dentro, enseñando sus filosos dientes y gruñendo con fiereza!  Asustado se hizo hacia atrás, pero el oso, casi se mete de no ser por el hombre que estaba dentro de la cueva, que era altísimo, tenía bastante pelo en la piel, una cabellera larga, y una gran lanza con la que atacó al oso salvando a Kenai, que ya se veía dentro de la cabeza del temible oso. ¡Sorprendido vio a ese enorme ser que agachado había lanzado su lanza y darle muerte al enorme oso, salió Kenai de la cueva, viendo al hombre que salía tras de él, se puso de pie y era altísimo, cargó el oso en sus brazos y le hizo señas a Kenai de que lo siguiera, sorprendido Kenai solo atinó a seguirlo, viendo que se acercaban a la pequeña aldea donde él y otros esquimales vivían!  Al llegar a su iglú dejó caer su enorme carga y se alejó sin decir nada.

Kenai sorprendido le contó a su esposa Sitca, lo ocurrido.  No salían de su sorpresa, ahora tenían suficiente comida para varios días gracias a ese hombre, que desconocía su paradero, pues nunca antes nadie lo había visto. Pasaron los días y Sitca comenzó a dar señales de que nacería el próximo bebé, rogando a Dios que fuera niño, pues si era niña su suerte sería morir, pues a las niñas generalmente, al nacer las sacan fuera de los iglúes, desnuditas para que mueran con el terrible clima y tormentas de nieve.

Pues solo prefieren varones ya que ellos al crecer, ayudarán a su padre en la cacería, las mujeres solo estorban y son una carga para las familias, algunos las dejan vivir cuando ya tienen otros varones antes, pero si es la primera en la pareja, de seguro que su destino está marcado.  Tendrá que ser sacrificada al Dios de los Hielos, su creencia es que al sacarla del iglú el Dios se lleva su espíritu agradeciendo a la pareja la entrega y los llena de bendiciones.

Kenai, ayuda a su esposa Sitca a que el bebé nazca, cortando el ombligo con un afilado cuchillo hecho de hueso de pescado, y tenía una lámpara de aceite con la que calentó el cuchillo, para que cicatrizara el cordón.  Tristemente Sitca, ve que es una niña y que el padre sin misericordia antes de que ella la vea, la saca del iglú para ofrecérsela a su Dios.

Sitca se retuerce de dolor y llora sin cesar, los niños no pueden entender lo que sucede y lloran también, entra Kenai, impasible fiel a sus creencias cerrando con la piel la entrada, dejando al bebé fuera de su hogar.  La niña llora terrible y fuertemente, al sentir en su cuerpecito el helado piso donde había sido dejada.   Se desata una tormenta, la niña llora y llora, Sitca suplica a Kenai que se la dé, que la meta, y abrigue, más él no hace caso y se acuesta sin dar muestra de remordimiento alguno.

La tormenta se desata con furor, la nieve cae en grandes copos, y el viento aúlla sin cesar, la niña ya no se escucha, Sitca se estremece de dolor, pensando en su inminente muerte.  Lo que ellos no saben, es que el hombre altísimo, andaba merodeando cuando ve a la niñita, que sería sacrificada, pero la encuentra aún con vida, la recoge con ternura, la envuelve en una piel delgada y calientita, protegiéndola de la tempestad, en eso se asoma Sitca y ve al hombre que desaparece entre el hielo y nieve, llevándose su hermosa carga.  Se sobrecoge al pensar si le hará daño, pero su corazón le dice, que su niña estará segura. 
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

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