Tepic, Nayarit, sábado 23 de noviembre de 2024

Los transportistas de carga tienen que recurrir a trucos para no dormir

Sergio Mejía Cano

04 de noviembre de 2020

Una nota del portal de internet del periódico Realidades, firmada por Verónica Ramírez, referente a que “Fiscalía abusa de transportistas”, y que hace mención respecto a las altas multas que les exigen a los choferes que circulan en el Libramiento de Tepic, y que al menos el 30 por ciento de los choferes de carga pesada, han dado positivo a alcohol y drogas durante los operativos que se implantan en dicho libramiento carretero, me hizo recordar algunas pláticas que tuve en determinado momento con varios de estos choferes.

Se entiende que mientras no hayan cometido algún tipo de infracción con su vehículo en movimiento, bajo ninguna circunstancia los tendrían que detener; sin embargo, en la misma nota se dice, por parte del delegado de la Cámara Nacional de Transportes de Carga (CANACAR), José de Jesús García Hernández,  que “están de acuerdo con este tipo de operativos pero con orden y sin abuso por parte de las autoridades”.

Y por lo regular es común que a muchos de los conductores del transporte de carga pesada los encuentres con sus sentidos alterados, así que ahí no hay pierde para las autoridades, pues saben que más de uno de estos choferes habrá ingerido algo para aguantar las horas de viaje, tiempo y distancias que se les exige para entregar la carga en determinado lugar o que con el fin de hacer más viajes, más ganancia económica habría para ellos.

A principios de los años 90 del siglo pasado, los trabajadores ferroviarios de la rama de Transportes, acudíamos a las instalaciones que entonces tenía la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), al poniente de la Central Camionera, frente al Molino de Menchaca, por lo que mientras esperábamos turno para pasar los exámenes físicos y mentales, nos encontrábamos con choferes del autotransporte tanto de carga como de pasaje, ahí en esas instalaciones de la SCT.

Obvio que al estar haciendo antesala, surgían las pláticas referentes a anécdotas que nos pasaban en camino; desde luego que hubo choferes del autotransporte que lo primero que preguntaban era si las locomotoras contaban con volante y cómo se le hacía para seguir las curvas, etcétera.

Por fuerza se llegaba al tema de la velocidad, y en este tema la mayoría, si no es que todos los conductores del autotransporte carretero, coincidían en que a veces tenían que exceder la velocidad, sobre todo los de carga, pues unos decían que se les exigía entregar determinada carga en tal lugar a una hora y fecha específica y, obvio, la pregunta obligada era que cómo le hacían, si tenían que descansar, hacer sus necesidades fisiológicas, alimentarse, etcétera; respondiendo la mayoría que para eso había trucos a los que tenían que depender, para cumplir en tiempo y forma para entregar la carga; y desde luego que surgían varios problemas como una falla mecánica o una o varias ruedas ponchadas que, en sí, era el acabose para ellos, pues sabían que cualquier entretención les perjudicaría al no poder cumplir con la entrega de la carga a la hora contratada.

Y además, la batalla que tenían con la policía federal de caminos que en cuanto los veían, los detenían, porque era común que traían más tonelaje del que tendrían que llevar, y por lo mismo, la carga encopetaba de más la lona que cubría la carga, teniendo que ponerse guapos con los federales de camino sin más trámites, y darles las gracias por dejarlos continuar su camino.

Y, cuando estuve en el Mercado de Abastos en la ciudad de Tepic, me acercaba a platicar con los choferes de los torton que llegaban con mercancía a descargar a la bodega en donde un servidor laboraba, y la misma: muchos de ellos no dormían bien porque si hacían más viajes, era más ganancia económica. Y que al salir del Mercado de Abastos de Guadalajara, Jalisco, hacia donde llevarían la carga de su torton, quien los contrataba o su mismo patrón, les decía que tenían que estar en su destino a más tardar a tales horas so pena de ser sancionados dejándoles de pagar algún tipo de prestación o bono. Así que sin dormir adecuadamente, así se aventaban a salir.

Claro que algunos sí estaban conscientes del riesgo que conlleva el salir sin haber descansado óptimamente; pero qué más podían hacer si así se los exigía el servicio y, por ende, a veces también tenían que exceder los límites de velocidad.

Los instructores de transportes en el ferrocarril, solían decirnos a los camineros que, mientras no rebasáramos los límites de velocidad, pasara lo que pasara, la podríamos librar en cuanto a sanciones.

Sea pues. Vale.

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