Tepic, Nayarit, sábado 23 de noviembre de 2024

Obsesión enfermiza

Oscar González Bonilla

17 de junio de 2020

Tuve la esencial necesidad de abandonar el cautiverio para ir en busca de dinero suficiente para sufragar obligaciones elementales en el hogar familiar.

Orondo me posesioné en el sitio común (avenida México al norte) para esperar unidades de transporte del servicio público, esta vez estuve prevenido de a tiempo encajar en mis orejas los sostenes de mi cubrebocas de tela roja, recién adquirido por 30 pesotes. Y fue así porque en anterior ocasión sin cubreboca hice la señal para indicar que subiría a la unidad, pero no hizo alto. Otros usuarios en el lugar, en esa ocasión me hicieron la observación que no detuvo su marcha porque el conductor me miró sin el obligado tapabocas.

Cerca, a la sombra de un árbol, donde me refugio del incandescente sol a esperar el paso del transporte, había músicos integrantes de una banda de viento en plena acción. De mi monedero hice el intento de sacar cantidad razonable, cuando fue en ese momento que se acercaba el camión que debería abordar, corrí y sólo me interesó trepar a la unidad. Los músicos se quedaron sin mi aportación en dinero. Lamenté por ser hijo de músico.

Llegué al Diligencias de la avenida México con el propósito de saborear un café que huele rico y sabe mejor. Deseo de muchos días. Durante mi permanencia en el lugar, solo en la mesa, pues los asistentes guardamos la sana distancia, tres amigos estuvieron a platicar conmigo en distintos momentos. Los temas fueron variopintos, pero entre esos diferentes, centrales fueron los referentes a la pandemia, economía y gobierno. Casi nunca “comemos” gente, es decir no hablamos mal de nadie.

Pero ineludible fue el tema del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien a través de sus conferencias mañaneras ha levantado ámpula por de sus decires. Muchos sostienen que ha dividido a la población del país, que ha polarizado entre conservadores y liberales a los más de 120 millones de personas que habitamos el territorio mexicano.

Vino entonces a mi mente un usuario de redes sociales, residente en la capital nayarita, que ya me tiene hasta la madre con el envío de mensajes a través del Messenger todo el santo día, desde que Dios amanece hasta que oscurece recibo cuando menos 50 mensajes en mi teléfono celular. El timbre que produce el aparato para indicar el arribo de nuevo mensaje me tiene más pendejo que de costumbre.

Ello fue tema de conversación. Dije que me parece insólito que este usuario pasé la mayor parte de las horas del día pegado al aparato de comunicación sólo para hacerme o hacernos llegar información referente al buen gobierno que realiza el presidente Andrés Manuel López Obrador, las acciones en favor de los desvalidos y en contra de los enriquecidos empresarios a través de la explotación de la fuerza de trabajo, entre otro sinfín de truculencias, o exfuncionarios por medio del desvío del dinero público. Pero mucho más información, agregadas fotografías, que recoge a su paso por las diversas redes sociales, de preferencia Facebook.

La mayoría son noticias que ya se dieron a conocer, o bien opiniones de especialistas ya evidenciadas. Por el avance tecnológico en informática, en menos de una hora una noticia se hace vieja. Sin embargo, es admirable el tesón de esta persona por enviar documentos digitales que favorecen la personalidad del presidente de la república. Creo que por ello debe recibir pago, porque es casi imposible que inmisericorde dedique la mayor parte de todos los días a esta noble tarea. Su actitud raya en el fanatismo, ha caído en trastorno psiquiátrico.

En fecha reciente, a manera de guasa, le envié un artículo de mi estimado amigo Luis Ignacio Palacios Beas, quien a su estilo hace severa crítica a López Obrador, para que se diera cuenta que supuestamente estoy en contra de lo que él defiende con pasión exagerada. En respuesta recibí del apasionado lopezobradorista 14 mensajes diferentes en pocos minutos. Me abrumó.

Pero yo no me asumo contrario totalmente al presidente Andrés Manuel López Obrador. Difiero en algunas formas de gobernar, de muchas de sus expresiones, pero estoy a favor del combate a la corrupción y la desigualdad. Aunque el mandatario sostiene a pie juntillas que se terminó la corrupción (siendo que la tiene en sus narices, entre algunos miembros de su gobierno), creo que la corrupción no terminará nunca, es inherente a la condición humana.

Un mes antes de las elecciones presidenciales de julio de 2018, esto es parte de lo que escribí y lo hice público:

He sostenido que más de 60 años de PRI y 12 de PAN en la presidencia de la república, han sido suficientes para que los mexicanos tengamos plena conciencia de la necesidad de un gobierno de izquierda. Debemos dar esa oportunidad mediante nuestro voto con el sumo interés de vivir con la certeza que el régimen de cosas cambiará para beneficio de todos. Si es más de lo mismo al término de seis años, entonces a volar. Buscaremos otra opción.

Pero tras el análisis concienzudo, comprobamos que AMLO es de entre los cinco aspirantes a la presidencia de la república el menos malo, porque los otros son más de lo mismo. Es quien asegura cambios en el sistema establecido (statu quo), pues será ganancia cuando estas reformas conlleven, como es su propósito, a mejorar las condiciones de vida de millones de mexicanos empobrecidos. Es su afán luchar contra las desigualdades sociales y abatir la corrupción en sus diversas manifestaciones. Es quién garantiza un sistema de gobierno democrático a través de la descentralización del poder.

Pero echo mano aquí de la expresión de expertos que surge con base en las experiencias de gobernantes en los distintos países del mundo: “Andrés Manuel López Obrador como presidente será aclamado, amado y finalmente odiado”. ¿Así será? Quién sabe.

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