La triste soledad de las céntricas calles de Tepic
Sergio Mejía Cano
28 de abril de 2020
Si bien se dice que no es ético escribir sobre cosas personales en una columna de opinión, en ocasiones es necesario hacerlo para dar el matiz requerido a lo que se trata de opinar.
Por asuntos particulares que atender me vi en la necesidad de dejar por un momento la comodidad de mi hogar. Así que ahí voy caminando hacia el centro de la ciudad y ¡oh cielos!, las calles prácticamente solas. Me alcanza un camión de la ruta Mololoa y veo que van cuatro pasajeros, atrás viene una combi de la ruta Sauces totalmente vacía. Llego a la Plaza Antigua y hay seis personas ahí esperando el camión, enfrente un puesto de frutas en donde están otras dos personas y quien las atiende. Todo lo demás cerrado excepto una farmacia que ahí se localiza. Voy a arreglar mi asunto y me regreso caminando rumbo al oriente, después de la calle Zacatecas, las calles completamente solas, ahora sí que como de película de terror; ni un vehículo me alcanzó ahora.
Esto me hizo recordar una película similar a la de “Soy leyenda” con el actor afroamericano Will Smith, similar porque en la película que recordé no hay vampiros ni seres mutantes ni nada por el estilo, es nada más un solo cuate que queda solo en el mundo. Dicha película la vi a mediados de los años 60 y al parecer se filmó a finales de los 50 porque ya no era de estreno porque la miré en el cine “Jalisco” en el barrio de las “9 Esquinas” en Guadalajara, Jalisco.
En una mina de Chile están trabajando los obreros a pesar de que ya se tiene conocimiento de que podría colapsar en cualquier momento. Comienza a temblar y los mineros se apresuran a salir cuanto antes, el protagonista de la película se tiene que regresar porque al pasar un compañero junto a él lo golpea y se le tira una foto que trae siempre en su camisa, y este instante bastó para ya no poder salir por lo que queda atrapado. Después de un rato se oye maquinaria que está trabajando supuestamente para rescatarlo y posiblemente a otros compañeros. Cuando se ve que la máquina alcanza a perforar el lugar donde él se encuentra, se ve que la máquina se retira y de pronto todo queda en silencio. El cuate comienza a gritar desesperadamente diciendo que no interrumpan los trabajos que con un golpe más y podría salir; pero nadie le responde, silencio es lo que se escucha aparte de su agitada respiración.
El cuate mira a su alrededor y ve que hay herramienta por lo que él mismo empieza a golpear el lugar en donde se vio que había perforado la maquinaria de rescate. Por fin logra salir y no mira a nadie en el entorno, la máquina de excavación que tal vez era la que estaba escarbando en donde él estaba está sola y su motor apagado; las llaves están ahí en el switch de encendido. Corre al campamento y no encuentra a nadie, ve que hay tazas de café a medio consumir y restos de comida en los platos sobre una mesa. Sube a una camioneta con el logo de la mina y se dirige a una ciudad cercana en donde al llegar y ver su soledad queda completamente paralizado, porque ve que todo está abierto, incluso hasta la puerta de un vehículo frente a una tienda. Entra a varios locales de una céntrica calle y nada de nada. Enfrente mira un restaurante y va y comprueba que hay comida, por lo que se sirve y se sienta a comer y reflexionar sobre lo que le está ocurriendo. Levanta la vista y ve que hay un teléfono detrás de la barra del restaurante, se levanta y descuelga y llama y nada, pide operadora y nada tampoco; comienza a sudar copiosamente mientras se pone ambas manos a un lado de sus sienes.
Después se ve que emprende un largo viaje hacia el norte y por donde quiera que va todo luce completamente solo. Pasa por el Canal de Panamá y todo quieto. Para desplazarse no tiene ningún problema porque todos los vehículos tienen gasolina en sus tanques, hay comida en todos lados y desde luego ropa en todas las tiendas respectivas.
Por fin y luego de varias odiseas durante el viaje que comprenden hasta alucinaciones, llega a Nueva York, y al andar por la 5ª avenida, en lo alto de un edificio ve a unas siluetas y ahí va, pero resulta que eran unos maniquíes. Sube un poco más; sin embargo poco antes de llegar a lo alto del edificio, ve que ahí hay una estación trasmisora de ondas hertzianas, se introduce y comienza a llamar frenéticamente, y a las 500 oye una voz de mujer que le responde desde Colombia. Le dice su situación y a los días que llega la mujer y coincidir en lo que les pasó, el cuate le dice a la dama que ahora tal vez ellos sean los nuevos Adán y Eva.
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