Los meros meros, petateros
Oscar González Bonilla
28 de Mayo de 2019
En etapa sobresaliente, todos tuvieron el común interés de ser útiles a la sociedad mediante el ejercicio libre de la profesión, cuya meta trazada fue informar con la mayor objetividad posible para lograr credibilidad.
A medida que se adentraron en el conocimiento de las artes gráficas y el profundo saber sobre los intríngulis, el tejemaneje de la actividad periodística, mayor fue su pasión por abrazar la carrera de la pluma y libreta de anotación, más tarde la grabadora de cassette.
Todos sujetos a la improvisación, sin haber planeado con anterioridad su incursión en la actividad del periodismo. Y lo que es peor, sin los conocimientos fundamentales que se adquieren al cursar estudios profesionales de la carrera de comunicación social. Aprendieron en la universidad de la vida, con la amplitud de la práctica y la experiencia diaria de redactar información, amén de la continua preparación a través de la lectura.
Los más, protagonistas de este libro, iniciaron en quehaceres de los talleres de los periódicos, donde sus principales herramientas fueron todo tipo de elementos del anteriormente conocido como sistema caliente, oficio que finalmente desembocaba en la impresión tipográfica sobre papel. Vino entonces la fotomecánica para dar paso a un proceso de impresión de mejor calidad del periódico. Luego el offset, y así sucesivamente el avance tecnológico hasta nuestros días.
Todos provienen de clase media baja. Y se diría que algunos hasta de muy baja. Hijos de trabajadores de la construcción, agricultura, comercio, milicia y uno huérfano en tierna infancia. Ello los impulsó a abrirse camino en el inhóspito transitar por la azarosa vida con la realización de diversos trabajos. Con mayor suerte, pero el empeño por delante, hicieron estudios, aunque sólo dos de ellos hasta lograr licencia profesional.
Época dorada para el periodismo de Nayarit, según el decir del protagonista más añoso. Trato sublime por parte del gobierno estatal por periodos bajo la égida del PRI, cuyos mandatarios supieron valorar, respetar y, muchas veces, premiar los esfuerzos de los reporteros. Otros al margen del diarismo sumiso, alzan la voz para manifestar represalias del gobierno al periodismo independiente y crítico. Pero todos bajo la percepción muy personal de la realidad social y política, plasmaron en medios escritos y electrónicos opiniones con el objetivo interés de bien informar a la comunidad.
Cabe aquí la sentencia de Julio Scherer: Los periodistas tenemos el azar de nuestro lado: tarde o temprano todo se sabe.
Partícipe principal, uno de ellos, en el paro laboral de reporteros más allá de la mitad de la década de los setentas al diario Observador de Nayarit, inconformes por trato abusivo y despótico por parte de la gerencia. La posición rebelde de los periodistas, que aprovecharon el viaje para exigir aumento salarial, tuvo enorme trascendencia en la opinión pública por ser un acontecimiento inédito en un medio de comunicación de la época. Que se recuerde jamás de los jamases ha ocurrido en Nayarit acontecimiento de tal naturaleza, en lo que a un periódico se refiere.
Adicionalmente, se debe consignar la primicia lograda por uno de los protagonistas de nuestra edición libresca sobre la mexicanización de la industria tabacalera, misma que tuvo un importante asiento en nuestra entidad. Con base en la investigación, el reportero obtuvo la información de la nacionalización de la industria del tabaco en nuestro país por el presidente Luis Echeverría, primero que cualquier otro medio de comunicación, incluso nacional.
Todos abrevaron ideologías políticas y por consecuencias tuvieron militancia partidista. Unos en el izquierdista Partido Comunista Mexicano y otro de muy parecido signo político: Partido del Trabajo, los más en el entonces señalado oficialista Partido Revolucionario Institucional. Ello, así como su reconocimiento público de representantes sociales por su calidad de periodistas, los empujó a buscar cargos de elección popular. Los menos lo lograron, los más quedaron en el intento, invadidos por un fuerte tufo de frustración.
Hoy rendimos tributo a aquellos compañeros periodistas que ya no están entre nosotros, y con orgullo homenaje a los que todavía nos prodigan enseñanzas en la materia. Son José González Reyna, José Rogelio Zúñiga Escobedo, Francisco Javier Ocampo Mondragón, Francisco Cruz Angulo y Emilio Valdez Hernández. Con todos ellos trabé amistad grande.
Es preciso decir finalmente que el periodismo es la manifestación suprema de la libertad de expresión. Y cerrar con el veredicto de Platón: “Nadie es más odiado que aquel que dice la verdad”.
Comentarios