La declaración presidencial sobre el agotamiento del yacimiento de Cantarel en las Costas del Golfo de México pareció un acontecimiento sorpresivo, inesperado. Fue calificado por el presidente Peña como el abatimiento de la gallina de los huevos de oro ¿Asombro? ¿Desconcierto? ¿Al tomar posesión no sabía del agotamiento inminente de Cantarel?
La explotación de este yacimiento en aguas someras comenzó a principios de los años 80. Poco tiempo después se pudo cuantificar su impresionante dimensión: fue calificado como el tercer yacimiento más grande del mundo y pronto se habría de erigir en la fuente fundamental de los ingresos de divisas para el país y en el capitulo esencial en las finanzas nacionales.
Con Cantarel apareció la etapa del “facilismo económico”. El país comenzaba a convertirse en una economía petrolizada, exportadora de crudo. Al mismo tiempo, se iniciaba el estrangulamiento financiero de Pemex por parte de la Secretaría de Hacienda al extremo de cancelar los planes de construcción de nuevas refinerías con el falaz argumento de la existencia de “exceso de capacidad de refinación en el mundo”. También, los programas de inversión de la entidad paraestatal se sustentaron en fórmulas financieras de endeudamiento muy onerosas como los Pidiregas.
En lugar de construir nuevas refinerías, en asociación con la empresa Shell, Pemex compró una vieja refinería en Houston para producir gasolina y diesel para el mercado mexicano. En fin, el gobierno federal por conducto de la Secretaría de Hacienda se propuso “exprimir” a Pemex, en auxilio de las finanzas gubernamentales día con día más apremiadas merced al incremento de los gastos corrientes a causa de la multiplicación de la burocracia de angora, la asunción de pasivos privados (como el Fobaproa, fidecomiso carretero, el sistema pensionario, etc.) y su clara incapacidad para administrar un política tributaria. Con los pagos de Pemex al gobierno, se cubrieron los sueldos de una tercera parte de los maestros, de los médicos, de las enfermeras, de los policías, de los soldados, etc.
Ante los primeros signos de agotamiento de Cantarel fue preciso empezar a inyectar nitrógeno al yacimiento para regular su presión y fue hasta 2010 cuando, alarmados por la declinación de este yacimiento, los proyectos de exploración de Pemex comenzaron a recibir respaldo financiero. En búsqueda de resultados inmediatos, pese a las dificultades técnicas, los trabajos de exploración se orientaron e la Cuenca de Chicontepec, decisión equivocada que estuvo sesgada por la posibilidad de dar contratos a prominentes personajes del PAN. En esa época, Pemex localizó yacimientos prometedores en aguas profundas del Golfo que actualmente han sido cedidos a empresas extranjeras.
Este breve recuento sería incompleto si olvidamos un hecho esencial: desde la época del presidente Zedillo, en las oficinas de la Secretaría de Energía cobró fuerza la idea de privatizar la explotación del petróleo y la prestación del servicio público de electricidad. El embate privatizador era irrefrenable, azuzado por empresas internacionales interesadas en participar en ambas actividades. El primer intento se presentó en 2008, pero fracasó gracias a la rápida elevación de los precios internacionales del crudo que estaba arrojando grandes ganancias a las arcas nacionales. El petróleo se cotizó por encima de cien dólares el barril, auge que fue acompañado de un despilfarro criminal. En esa época se planteó la construcción de la Refinería de Tula, proyecto que pronto fue arrojado al cajón de los olvidos.
Ahora se pretende identificar a los responsables de la decadencia de la actividad petrolera mexicana. Se atribuye a los sueldos y prestaciones elevadas de Pemex, pero resulta que estos representan menos del seis por ciento del costo de producción. También se mencionan los donativos al PRI durante la campaña de Labastida pero se oculta que esas acusaciones nunca pudieron ser probadas ante los tribunales estadounidenses.
Los causantes han sido los gobiernos empeñados en esquilmar las finanzas de Pemex, los interesados en entregar el patrimonio nacional a las empresas extranjeras, los que hicieron de la industria petrolera una fuente interminable de favores, los derrochadores de los excedentes petroleros entregados a la Tesorería de la Federación.
La gallina que producía huevos de oro todavía palpita pero ahora, con la reforma energética hay el empeño de descuartizarla, reducirla a una inerme osamenta sin plumas.
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