A través del miedo dominan gobierno y derecha
Octavio Camelo Romero
09 de Enero de 2017
El terrorismo que hacen la derecha y el gobierno para mantener su dominio sobre la sociedad, son prácticas que se vienen arrastrando desde hace tiempo. Se intimida a las familias con enemigos abstractos inventados según sea el caso. El terrorismo inventado por el gobierno de Estados Unidos para invadir el medio oriente y apropiarse del petróleo, o recientemente las campañas electorales en la Unión Americana en las cuales se decía que Trump era un peligro para la humanidad o por lo menos para USA. De la misma forma en México desde hace un tiempo atrás se le está haciendo una campaña de terror a Andrés López Obrador diciendo que él es un peligro para México. Como dijimos en este mismo espacio, al parecer hay dos demonios que amenazan al capitalismo. Uno se llama Donald Trump y el otro, Andrés Manuel López Obrador. Lo cierto es que ninguno de los dos atenta contra el sagrado principio de la propiedad privada capitalista. Ambos buscan culpables en las profundas aguas del imperialismo. Trump dice que la culpable del desempleo en Norteamérica es la afluencia de inmigrantes latinoamericanos mientras que AMLO, le echa la culpa a la “corrupción”. Pero ninguno hace mención del sistema capitalista como causante de la contradicción entre la opulencia y la pobreza, entre la concentración de la riqueza en pocas manos y la popularización de la miseria. Por eso ni Trump ni AMLO atentan contra el capitalismo, o usarán alguna medida radical para terminar con las desigualdades sociales. Y la solución, según ellos, al problema del desempleo es simple: uno impedirá la afluencia de inmigrantes y el otro, combatirá a la corrupción. Pero de esta falacia surge una paradoja, se requerirá más inversión para abrir más puestos de trabajo y además una mayor tecnificación para poder competir en el mercado mundial, lo cual es equivalente a decir que se requerirá desarrollar más al capitalismo y, con ello se agudizarán más la contradicciones del sistema. O sea, ninguno de los dos plantea una solución real al problema del desempleo.
En México en el pasado, la gobernabilidad autoritaria que caracterizó al régimen presidencialista estaba sustentada en tres pilares: el presidente de la República, un partido hegemónico y la interacción de reglas formales y normas informales. A consecuencia de las políticas públicas represivas y antipopulares dichos pilares fueron debilitados sin que se generara una institucionalidad alternativa sustentada en nuevos ejes para una gobernabilidad democrática. En el fondo este es el objetivo político de AMLO más no de Trump, aunque la democracia andrésmanuellopézobradorista no llega a plantear un nuevo orden socio-económico alterno al capitalismo.
Por otra parte, el Estado Neoliberal Mexicano ha mostrado nulo oficio político y ha dado muestras de una política fascista, de oídos sordos. No escucha y solamente cuando han mediado muertes de ciudadanos, se ha dignado platicar con interlocutores. Recientemente lo estamos viviendo con el “gasolinazo” que nadie quiere porque afecta a todos los mexicanos. Incuestionablemente que tal situación está agravando las relaciones sociales y políticas y además está poniendo en riesgo la paz pública. Y la respuesta a la tensa situación generada por el alza de los precios de los combustibles es de imponer a como de lugar la errónea decisión del presidente Enrique Peña Nieto. No son nuevas, son viejas políticas públicas la “Criminalización de la disidencia” y la “represión sangrienta” de las manifestaciones y movilizaciones públicas de la inconformidad. Disentir de la opinión del Estado equivale a ser juzgado de “traidor a la Patria”, de “ser agente de fuerzas externas enemigas del país”, de “ser disoluto social o terrorista”, etc. Y lo peor del asunto es que estas tipificaciones fueron y son materia del derecho positivo mexicano. Por eso se dice que hay que protestar conforme a la ley, no por encima de la ley. “Nadie por encima de la ley”, gritan los agentes del capitalismo devenidos en simples siervos públicos del capital enclaustrados en el gobierno. Y no solo en el gobierno federal sino también en los gobiernos estatales y municipales.
Pero para tomar decisiones, para hacer la ley o las modificaciones a la ley, no se pide la opinión a los nacionales. En este caso a los mexicanos. En el pasado reciente bastó que las cúpulas de tres partidos estuvieran de acuerdo con el presidente Peña para que se trastocara toda la legislación nacional y se diera paso a las “Reformas Estructurales”, dentro de las cuales está la “Reforma Energética” que PRI y PAN impusieron al país. En fin.
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