Tepic, Nayarit, miércoles 24 de abril de 2024

La fuerza de la voluntad colectiva

Manuel Aguilera Gómez

03 de Enero de 2017

Año nuevo: 2017. Año de nones, año de dones,  suele recordarnos la conseja popular. Por fortuna concluyó la cronología de 2016, año de pares, año de males. Estoy convencido de que las amenazas de los funcionarios públicos no se van a cumplir. Si hubiésemos creído esos presagios, ¡México ya se habría acabado! Pese a los empeños de los funcionarios de la Secretaría de Hacienda, todavía estamos en pie como nación soberana. Su sumisión voluntaria a los designios de los financistas no han logrado aniquilar nuestra esperanza.

Me parece inapropiado empezar el año con reclamos reiterados; prefiero  recordar una anécdota atribuida a Albert Einstein. Al concluir una de sus múltiples conferencias dictadas en alguna universidad inglesa, le formularon   una pregunta inesperada: ¿Cree usted en Dios? Sin titubear contestó. ”Creo en el Dios de Spinoza”. Naturalmente, el curioso interrogador se quedó en  ascuas.

¿Quién fue Spinoza? Baruch de Spinoza fue un  filósofo holandés, uno de los tres grandes racionalistas de la filosofía del Siglo XVII, junto con el francés René Descartes y el alemán Gottfried Leibniz. ¿A cual Dios se refería Spinoza? Al Dios que daría estos consejos a los hombres angustiados por su destino:                      

“Deja ya de estar rezando y dándote golpes de pecho Lo que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida. Quiero que goces, que cantes, que te diviertas de todo lo que hecho para ti.

Deja de ir a esos templos lúgubres, oscuros y fríos que tu mismo construiste y que dices que son mi casa. Mi casa está en las montañas, en los bosques, en los ríos, en las playas y ahí expreso mi amor por ti.

Deja ya de culparme de tu vida miserable; yo nunca te dije que había nada mal en ti o que eras un pecador o que tu sexualidad fuera algo malo. El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no me culpes a mi por todo lo que han hecho creer.

Deja de estar leyendo supuestas escrituras sagradas que nada tiene que ver conmigo. Si no puedes leerme en un amanecer, en un paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de tu hijito…¡no me encontrarás en ningún libro! …

Deja de tenerme tanto miedo. Yo no e juzgo ni te critico, ni me enojo, ni me molesto, ni castigo. Soy puro amor

Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar. Si yo te hice… yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias… de libre albedrío. ¿Cómo puedo culparte  si respondes algo que yo puse en ti…

Respeta a tus semejantes y no les hagas  lo que no quieras para ti. Lo único que te pido es que pongas atención en tu vida, que tu estado de alerta sea tu guía. Amado mío, esta vida no es una prueba, ni un escalón, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio hacia el paraíso. Esta vida es lo único que hay aquí y ahora, y es lo único que necesitas. Te he hecho absolutamente libre, no hay premios ni castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva un registro. Eres absolutamente libre para crear en tu vida  un cielo o un infierno.

No te podría decir si hay algo después de esta vida pero te puedo dar un consejo. Vive como si no lo hubiera. Como si esta fuera tu única oportunidad de disfrutar, de amar, de existir.

Deja de creer en mí, porque creer es suponer. Yo no quiero que creas en mi, quiero que me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropas a tu hijita, cuando acaricias a tu perro, cuando te bañas en el mar…

¿Te sientes agradecido? Demuéstramelo cuidando de ti, de tu salud, de tus relaciones, del mundo... ¿Para qué necesitas más milagros? ¿Para qué tantas explicaciones? No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro… Aquí estoy, latiendo dentro de ti”

Mexicano, compatriota: nuestra realidad es obra de nuestros actos y de nuestras omisiones. La realidad se transforma con la decisión de las personas, con el empeñoso esfuerzo de quienes viven las alegrías y sufren las desventuras. No esperemos prodigios extraterrenales; admitamos la necesidad de participar activamente en la construcción de una nueva sociedad conducida por gobiernos confiables.  Si aspiramos a un futuro mejor para nuestros hijos debemos a apelar a la fuerza de la voluntad colectiva, traducida en acción. Ese es el único camino seguro para avanzar por la ruta del progreso.

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