La falacia del crecimiento económico en México
Octavio Camelo Romero
01 de Enero de 2017
El asunto de la “deuda” no es difícil de comprender, y menos dificultad presenta si lo comparamos con el crecimiento económico o con los ingresos disponibles que el deudor tiene para pagar o simplemente abonar a su acreedor. Los mexicanos somos expertos en estos menesteres de deuda porque el sistema capitalista nos ha conducido a comprar a crédito, esto es, a comprometer parte de nuestro ingreso para abono del monto del endeudamiento con las empresas, ya que primero consumimos y después pagamos el importe del precio de las mercancías consumidas. Los empresarios o microempresarios recurren al crédito porque no tienen la capacidad financiera para invertir en su “negocio”, el cual le redituará unas “ganancias” o beneficios, parte de los cuales destinará al abono de su deuda. En esta lógica se inscribe el caso de la “deuda pública”, esto es, del endeudamiento del gobierno para hacer crecer la economía del país, o para el crecimiento del PIB, el cuál suponen dará mayores ingresos fiscales de los cuales se abonará a los acreedores bien sean públicos o privados. Vistas así las cosas, no hay muchas dificultades para la comprensión de este asunto del endeudamiento.
Por otra parte, desde el punto de vista de los acreedores, éstos cuentan con personal especializado para que les indiquen cuales candidatos a “deudor” son solventes, esto es, quiénes tienen la capacidad para cumplir con las obligaciones contraídas de abonarles cierta cantidad en los plazos acordados. Para ello han ideado una clasificación que la hacen valer internacionalmente. Sobre todo sirve para ubicar a los gobiernos y a los particulares que pueden ser o no, sujetos de crédito.
Esta situación se debe a que debido a la “sobreacumulación” hay una enorme masa de “capital ocioso”, es decir, de “valor” que tiene dificultades para “valorizarse”. Y en esa ociosidad se encuentran grandes sumas de “dinero” que necesariamente requiere mercados de inversión para convertirse en “capital”. De allí la presión a los gobiernos y a los particulares para que se endeuden. A los gobiernos para que hagan crecer su economía o su Producto Interno Bruto, PIB, el cuál consideran generará mayores ingresos fiscales y consecuentemente según ellos habrá mayor capacidad de abono al crédito otorgado. Por eso el Fondo Monetario Internacional, FMI, ha fijado como un criterio aceptable para el endeudamiento público, que el "deudor público" se maneje dentro del rango de 25 a 30% de su Producto Interno Bruto, PIB.
En el caso de México desde cuando el PAN estuvo en los pinos, con la escandalosa deuda del Gobierno de Calderón y con la complacencia del Congreso de la Unión, la "deuda pública bruta" del Gobierno Federal paso de más de 2.5 billones de pesos en 2006 a más de 3.5 billones de pesos en 2010. El endeudamiento creció a una "tasa real" de 8.5% mientras que el PIB lo hizo a una tasa media anual de 0.8%. Dicho endeudamiento representa, en términos nominales, más del 42% del Producto Interno Bruto, PIB. Sin embargo, en la actualidad las cosas no solo no han mejorado, sino que por el contrario, han empeorado. La deuda pública llegó a su máximo histórico de 9.383 billones de pesos. Por su parte la deuda neta del sector público federal, la cual incluye al gobierno federal, las empresas productivas del Estado y la banca de desarrollo, se ubicó en 9 billones 306 mil 400 millones de pesos, de los cuales 5 billones 702 mil 600 millones de pesos fueron deuda interna y 3 billones 603 mil 800 millones de pesos fueron de deuda externa. De acuerdo con los organismos internacionales calificadores de deuda, la deuda neta de México ha pasado de 28% del PIB a 45% entre el 2005 y el 2015 y confirman que entre el 2011 y el 2015, la deuda gubernamental de México aumentó en 19 puntos del PIB. El saldo que incluye todos los compromisos del gobierno federal más el costo de los rescates bancario y carretero, así como las reformas al régimen de pensiones del ISSSTE, Pemex y la CFE, alcanzó hasta el tercer trimestre de 2016 una proporción de 48.9 por ciento del Producto Interno Bruto del país y se espera que a finales de este año, dicha proporción llegue a 50.5 por ciento del PIB. Se vale encomendarse a Dios. En fin.
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