El trabajo del Poder Legislativo
Marco Vinicio Jaime
21 de Enero de 2016
"Obra [siempre] de tal manera que tu comportamiento sirva de base para una legislación universal."
-Emmanuel Kant.
La XXXI Legislatura local, presidida por el representante cameral priísta Jorge Segura López, reveló recientemente un breve informe de su trabajo efectuado durante el período comprendido en el segundo período ordinario de sesiones, correspondiente a su vez al segundo año de ejercicio constitucional, a saber de los meses de agosto a diciembre del pasado 2015, en el que destacó la consecución de "más de 60 resoluciones legislativas en asuntos importantes a favor de las familias nayaritas".
De acuerdo con la información oficial, los diputados de los diferentes grupos parlamentarios "dieron su voto afirmativo a 21 Leyes, 19 Acuerdos, 17 Reformas Legales, nueve Decretos, un nuevo ordenamiento legal y una reforma constitucional del orden federal".
De esta forma, tal labor tuvo que ver en su conjunto "con la salud, el desarrollo social, rendición de cuentas, respeto y protección a adultos mayores, tranquilidad familiar, calidad a productos del campo, protección de los derechos humanos, desarrollo urbano y rural, infraestructura educativa, educación, innovación tecnológica y protección del medio ambiente".
Lo anterior, viene sin duda a refrendar lo que ya está plasmado en la Constitución General de la República y la particular del Estado, en específico para el caso de esta última, en el artículo 7o., fracción XI; y en consecuencia, impone el elemental sentido de urgencia de cumplir lo que ya está escrito, no es algo nuevo, y más aún, de adaptarlo seguramente a las necesidades imperantes.
Así, cobra pues un valor especial el recordatorio confeccionado por los legisladores a fin de resaltar la importancia de vivir en estricto apego al marco legal, desde el interior del andamiaje gubernamental y hacia la colectividad, en pro de una sociedad debidamente organizada y con proyección favorable al futuro, con desarrollo, comunicación y calidad de vida; ya que de lo contrario, cuando se cae en la simulación: de decir y hacer lo contrario, preconizar crecimiento administrando miseria, sin saber dar para recibir–“sacando tajada de desastres consentidos y catástrofes provocadas”-; comunicación con monólogos y ocurrencias, y de legalidad en la opacidad e improvisación de fortunas –“a impulsos de una voluntad caprichosa”- a costa de las mayorías desposeídas, surgen inevitablemente los problemas y divergencias con sectores, organizaciones y el inminente repudio de la sociedad en general que no alcanza a ver el valor práctico, la credibilidad ni la transversalidad de los discursos.
Por ello, cuán imprescindible es la congruencia, de tal suerte que la realidad tal cual la vive el pueblo, el del paupérrimo salario mínimo, el del desempleo, el de la obligada fuga de talentos, el de la falta de vivienda digna para todos, el de una educación en la inocultable precariedad infraestructural, el de la indigencia circundante, el del que vive apenas al día, el de la falta de atención médica y medicinas, el del que pierde la fe y la esperanza por lo parco del porvenir; refleje indefectiblemente las proyecciones oficiales.
En consecuencia, se entiende entonces la preocupación de los diputados por reforzar las leyes que establecen los derechos y obligaciones en pro de condiciones dignas de desenvolvimiento social, donde todos ya puedan finalmente alcanzar un beneficio sustancial y de continuo. ¿Cabría por tanto, la posibilidad de establecer un seguimiento estratégico de lo realizado, evaluando su eficacia por sus efectos y oportunidades de mejora? Comportaría sin duda un ejercicio de singular interacción con la ciudadanía. Que sea pues lo mejor.
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