Tepic, Nayarit, sábado 23 de noviembre de 2024

A la memoria de Manuel Valdez

Francisco Cruz Angulo

03 de junio de 2014

Un día cualquiera de los primeros años de la década de los 60´s mi abuela doña Ignacia Hernández Godínez me hizo levantar muy temprano; somnoliento escuché, “mira hijo ya te conseguí un buen trabajo, dicen que tu nuevo patrón es muy buena gente; vas a ir a su casa aquí cerquita por la calle Dr. Martínez antes de salir a la Av. México. Ve con dios luego de bendecirme.

Educado en la obediencia acudí de inmediato a la casa del que sería mi patrón estaba ubicada a dos cuadras de la mía por la Zacatecas sur.

Toqué el timbre y en segundos después apareció en la puerta un hombre de estatura muy alta en calzoncillos. Luego me invitó a entrar a su casa para explicarme cual sería el trabajo a desempeñar.

Sonriendo me dijo “así que tú eres el hijo de doña nachita”. Sí le contesté. ¿Cuál es tu nombre?, me inquirió Francisco Cruz Angulo, a sus órdenes.

Llevándose la mano a la barbilla me puso al tanto de lo que sería mi trabajo “mira muchacho todos los días a las 6 de la mañana iras a recoger un tarro de leche al mercado Abasolo (hoy Amado Nervo) y lo traerás a mi casa. Enseguida te irás a desayunar y a las 9 de la mañana acudirás de lunes a sábados a trabajar como ayudante de talleres en mi periódico “La extra de la tarde” ubicado por la calle Durango entre Abasolo y Mina. Espero que seas puntual a la cita. “Allá te espero”. Mi próximo patrón me despidió con una palmadita en mi hombro.

Como me dio pena preguntarle su nombre una vez que llegué a casa de mi abuela le pregunté a ella que como se llamaba ese hombre tan grandote. Ella me contestó que los vecinos le apodaban el extra largo; y decían que su nombre era Rafael, pero ignoro sus apellidos.

Al día siguiente puntual acudí a mi nuevo trabajo. Una vez que entregué el tarro de 5 litros de leche, a las 9 de la mañana estaba esperando en su oficina al famoso “extra largo”.

Mientras esperaba en la antesala de su oficina  me llegó un fuerte olor a tinta que provenía del fondo de la casa y un ruidoso  traqueteo de una máquina que desconocía.

Poco antes de ser llamado por el patrón a la pequeña oficina que se localizaba arriba de un tapanco de madera que estaba cerca de la puerta de entrada a la sala de formato se acercó un jovencito chaparrito, güero y de corte de cabello en forma de cepillo como de una edad de 25 años quien sonriendo se acercó a mí y me dijo en voz quedita “mira chamaco, ten cuidado; el patrón es un violador de niños”, retirándose con una irónica sonrisa hasta la sala de talleres dejándome con los nervios de punta.

Seguramente el jefe de talleres don Cande contempló mi nerviosismo y acercándoseme de manera patriarcal  me aseguró que no era cierto; que era una simple broma de Manuelito. Ya verás que es una buena persona. Así fue como conocí por primera vez al que sería más tarde destacado periodista y luego en la Ciudad de México titulado como médico en medicina general, carrera que cursó con grandes sacrificios en la UNAM allá por la década de los 70´s.

En efecto, una vez que Rafael García Casas me asignó como ayudante de talleres bajo el mando de Manuel Valdez Hernández, tanto en el trabajo durante nuestra estadía en “la extra de la tarde”, luego como tipógrafos en el periódico “El Demócrata”, luego como compañeros en la escuela secundaria para trabajadores “Nicolás Bravo”, y más tarde como alumnos en la preparatoria de Del Nayar y durante las memorables luchas estudiantiles en contra del cacicazgo que ejercía en el sistema educativo estatal el Profr. Federico González Gallo en la Sección XX de maestros, Manuelito siempre andaba de buen humor, bromista, dicharachero pero siempre destacaba una parte de su personalidad: una gran cultura general que a diario nos alentaba a la lectura; durante nuestras conversaciones siempre giraban en torno a que los jóvenes deberíamos  luchar por la justicia social, la libertad, en contra de los dogmas religiosos y abrir nuestra mente al mundo maravilloso de las ciencias y de las artes. Es más fue él que nos indujo a estudiar a un grupo de jóvenes de aquella época los principios básicos del marxismo-leninismo incluso nos afilió a una célula de las juventudes comunistas. Siempre tuvo un espíritu solidario que jamás olvidaré. Gracias a Manuelito descubrí los clásicos de literatura Rusa, entre otros, Fedor Dostoievski, León Tolstoi, Chejov, Nikolai Gógol, Leónidas Andreiev, Máximo Gorki y luego me abrió el horizonte a la literatura francesa, entre otros, Jean Paul Sartre, Anatole France, Albert Camus, Juan Jacobo Rousseau, Montesquieu, Víctor Hugo y otros más que no recuerdo por ahora. Todos estos libros formaban parte de su biblioteca personal mismos que me los prestaba de semana a semana porque yo no tenía un quinto para comprar libros. De esta manera estimuló Manuelito mi voracidad por la lectura de otros grandes escritores de la literatura universal, lo que cambió mi concepción de la vida y del mundo y que tambaleó mi formación religiosa.

Recuerdo que fueron cuatro libros que me prestó al inicio de nuestra amistad. Estos libros fueron “el origen de la vida”, de Oparin, “los Cazadores de microbios”; “como el hombre llegó a ser gigante” y un libro estremecedor “así se templó el acero” de Ostrosky que narra la historia de un joven que con abnegación, valentía, fortaleza espiritual y carácter, tenacidad y tolerancia enfrentó la adversidad en condiciones de incapacidad visual para ayudar a sus hermanos de clase a combatir al fascismo durante la segunda guerra mundial.

Recuerdo que después de leer estos cuatro libros alcancé la libertad espiritual e intelectual al superar los viejos dogmas y prejuicios de mi inicial  formación religiosa; y lo más importante es que mi vida  futura se encabezó a darle un nuevo contenido de compromiso social, mismos que lo he practicado desde la tribuna pública, la protesta social, la academia y del ejercicio periodístico hasta la fecha.

Gracias a su estímulo y apoyo en aquellos días de adolescencia y juventud fue el que me abrió un nuevo horizonte para enfrentar la vida.

Escribo esta breve remembranza en honor de Manuelito quien lamentablemente falleció a la edad de 76 años el jueves pasado en la Ciudad de México. Externo mis condolencias a sus hermanos, hijos y nietos. Que en paz descanse mi estimado maestro.

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