El PRI, su lucha y la oposición
Marco Vinicio Jaime
03 de junio de 2014
Aunque por ley, las campañas constitucionales apenas comenzaron este 3 de junio, partidos, fuerzas, candidatos e inclusive elementos políticos imperiales, se encuentran ya básicamente desde hace tiempo en una batalla "campal", a fin de asegurarse -según sus propios estrategas- un "arranque" y posterior desarrollo lo suficientemente fuertes como para catapultarlos "hasta la victoria", apostándole fuertemente al intercruce de señalamientos, acusaciones y "sacándose algunos 'trapitos al sol' "; y todo, con un objetivo claro: "quitar de la jugada" al contrario a como dé lugar.
En este marco, el PRI y sus coaligados, parecen estar enfrentándose a cada vez mayores retos derivados de crecientes "movimientos" inesperados en el "tablero", luego de una estratagema que buscaría, antes que nada, evidenciar impericia, desconocimiento de causas, razones y efectos, así como la ausencia de prudencia para estructurar una adecuada respuesta partiendo de tiempo, circunstancias y posibilidades reales, "la regla de oro de la política" pues, de acuerdo a Max Weber, y por ende dejar a la vista de propios y extraños la tosudez de una mera obsecación cupular en detrimento del avance democrático, de la nación; o lo que es lo mismo, ser capaz de anticiparse a las jugadas del contrincante para evitar actuar precisamente como él mismo pudiera haberlo programado (porque parte de su plan es medir carácter, pensamiento y cuantía de autodominio; algo así como la reedición adaptada al particular de la enseñanza de Sun Tzu), y si en efecto no llega a registrarse mayor respuesta que la reacción intempestuosa, al fragor de cierta desesperación, el resultado es desfavorable y la derrota inminente, porque no se alcanza a entender que hasta "una palabra dicha en su debido tiempo, es como una manzana en entalladura de plata".
Lo anterior es perfectamente entendible en una nueva realidad política que exige de auténticas líneas de comunicación: política y social; política, porque se tiene oficio y se comprende cabalmente y con verdadera empatía la realidad vigente, las causas sociales y el sufrimiento de la gente: sus carencias, su miseria, su hambre, y se entabla hasta de forma nata y congruente (sin máscaras mercadotécnicas), una singular identidad que impele escuchar de veras: ver en panorama y en lo individual con la consecuente capacidad de acción y reacción inmediata para solucionar, enfrentar y salir avante de los desafíos, cualesquiera que estos sean.
La comunicación social es garante de apertura, pluralidad y eficacia que informa eficientemente sin cortapisas, coacción ni velos artificiosos; ponderando la suma, la inclusión y el intercambio estratégico de verdades, al igual que la correlación a un tiempo, de esfuerzos con medios de comunicación y sus verdaderos nobles representantes, los que proponen y hablan con veracidad, todo, fincado en el ideal de Kelsen: "el compromiso [recíproco] como esencia de la democracia", y en consecuencia así no hay obstáculo alguno que trunque la comunicación, porque es el político, el gobernante, el representante popular y, en este caso, el candidato con genuino oficio político, el que de primera mano sabe y conoce quién es quién, no le cuentan, y opera en consecuencia porque sabe el valor de comunicar y ser comunicado adecuadamente, evitando la intromisión directa o a trasmanos del habla perniciosa, lisonjera, la mediocridad protagónica que sectariza y atenta contra todo sentido común en el intento de hacer su propio club de 'cuates' y cuanto más mercaderes de la información -con honrosas excepciones para "dorar la píldora"-, lo mismo que el colaboracionismo a su vez -muchas ocasiones hasta involuntario porque en su buena voluntad también llegan a ser víctimas- de los que son arrastrados por esa palabra envenenada que destruye, que no abona en absoluto a ninguna causa, a ningún proyecto (con todo y su aplauso irracional) y sí divide bastante. Y como en la exactitud matemática, sí uno solo de los componentes descritos para la buena comunicación falta, la ecuación queda incompleta, y por lo tanto, no se llega a buen puerto, y así, " todos los vientos -decía Séneca- son desfavorables".
Por ello, cuán oportuno resulta trabajar en un marco de revisión y mejora continua, en la "sabia virtud de conocer el tiempo".
La oposición, por su parte, con todo y sus 'bemoles' y claroscuros comunicacionales, parece haberse percatado hasta este momento, de las bondades de atizar el descontento social en la magnificación de las carencias habidas, tras adjudicar la peculiar autoría y, sin más, concentrar la atención en la viabilidad de un cambio sustancial, porque el presente, según dicen, "es un modelo que cíclicamente se agotó", no hay nada nuevo, y no dará para más, así de sencillo. De ahí las constantes acciones enfocadas a realzar dentro y fuera del plano local testimonios y demás pruebas de su singular proselitismo.
Así, el desafío para ambos es claro: unos, armonizar su desenvolvimiento en la transversalidad política y comunicacional a fin de fincar su pregón en la urgente y necesaria apertura incluyente: ya no más puertas ni llaves cerradas; mientras que los otros, en captar a conciencia el sentir social, sumar, no restar, e integrar no disgregar, y proponer la edificación de un rumbo nuevo, más que el radicalismo.
Se viven momentos aciagos que exigen de soluciones de igual calado. ¿Tendrá esta vez el pueblo ya la oportunidad de ganar?
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