La impunidad del sistema financiero transnacional

En junio del 2013 al ser interrogado por una comisión del Senado de los Estados Unidos Eric Holder, en su calidad de procurador general de su país, refiriéndose a los grandes bancos dijo: son “demasiado grandes para ser condenados”. Y sin ruborizarse acepto el sometimiento del gobierno estadounidense y su sistema de justicia a los intereses transnacionales del sistema financiero. “Son tan grandes, expresó, que es difícil llevarlas ante los tribunales. Y si se hiciera, sería para darse cuenta de que efectivamente inculparlas por actividades criminales podría tener repercusiones negativas para la economía nacional, e incluso para la economía mundial”.

A cuales actividades criminales nos referimos. Tanto en EE.UU como en Europa los grandes bancos han cometido delitos como la estafa organizada contra clientes; el blanqueo de capitales procedente del crimen organizado; el fraude fiscal a gran escala; la manipulación organizada de los mercados de cambio; el uso de documentación falsificada; el uso de información privilegiada; la destrucción de pruebas; el enriquecimiento abusivo; la manipulación organizada del mercado de los CDS; la manipulación en el mercado de las commodities; la complicidad en crímenes de guerra, etc. Sin embargo ningún banco ha sido cerrado o desmantelado por decisión judicial, ningún dirigente bancario ha sido condenado con penas de cárcel. Lo más que hizo el gobierno estadounidense es dejar quebrar a Lehman Brothers en septiembre de 2008. Y en el mundo occidental la excepción se refiere a Islandia donde la justicia condenó a penas de prisión firme a tres dirigentes bancarios. Los crímenes financieros pesan poco o nada en la balanza de la justicia. En Estados Unidos, las grandes instituciones financieras están autorizadas a proseguir con sus operaciones bancarias. Les basta alcanzar un acuerdo con la justicia a fin de pagar una multa para evitar una condena.

Para el capitalismo global y los gobiernos a su servicio no importa el costo social de sus fechorías. En los EE.UU 14 millones de familias han sido expulsadas de sus viviendas entre 2007 y 2013. De ellas cerca de 500 mil lo han sido de forma totalmente ilegal. Por otra parte millones de personas han perdido su empleo cayendo incluso por debajo del umbral de la pobreza; la tasa de suicidios ha aumentado entre las personas afectadas; la deuda pública se ha disparado; los fondos de pensiones de los países desarrollados han sufrido pérdidas; etc.

Frente a los delitos del sistema financiero transnacional y sus dirigentes la justicia se pone una venda en los ojos. Como quien dice: “ojos que no ven corazón que no siente”. Las negociaciones y los acuerdos entre los grandes bancos y las autoridades judiciales o de control vienen a confirmar el dicho de Eric Holder: son “demasiado grandes para ser condenados”. Expresión válida para las dos riberas del océano Atlántico. A lo más que llega la justicia es a multar con una cantidad que representan una mínima parte de los beneficios producidos por las actividades ilegales, sin que ningún directivo ni el banco se vean lesionados. En la realidad los bancos y las grandes instituciones financieras transnacionales actúan como un cartel. Su impunidad los anima y anima a sus directivos a más abusos y a actuaciones al margen de la legalidad y de la moral. Los estados nacionales están sometidos y el Estado Supranacional todavía no se construye. Queda claro que la ilegalidad, la inmoralidad y la impunidad de los grandes bancos son producto de la corrupción y contubernio entre los directivos de las instituciones financieras, sus grandes accionistas y los funcionarios de gobierno. El antídoto está en la revocación del mandato a los funcionarios que no funcionen moralmente bien. Y en el caso de las graves infracciones, retirar la licencia bancaria a los infractores culpables de los crímenes financieros, así como prohibir definitivamente algunas de sus actividades y llevar ante los tribunales de justicia a los directivos y a los grandes accionistas. Desde luego que  se exigirá la reparación del daño. En fin.