Las dificultades del 2014
Marco Vinicio Jaime
10 de enero de 2014
Comenzó el año 2014, y con este, las dificultades consabidas que se traducen principalmente en un decrecimiento continuo del poder adquisitivo de las mayorías. Aumenta el costo de los productos de consumo básico y de servicios sin que parezca haber un control por ahora que remedie la situación.
Es indiscutible que desde el Gobierno Federal se han venido impulsando grandes reformas constitucionales que han causado una notable remoción en los esquemas tradicionales de gobierno, y así ha sido la respuesta, tanto de suma como de resistencia; sin embargo, pareciera a veces que esta última gana terreno quizá por capitalizar un factor que ha desafiado la capacidad operativa del Ejecutivo: la ausencia aún de las bondades propugnadas, inclusive en su conjunto con las de campaña, traducidas en mejores condiciones económicas para cada familia. Por lo cual, la pregunta es: ¿qué hará falta para que la ciudadanía pueda ver la viabilidad de tales transformaciones? El pensador George Clemenceau dijo que "lo más seguro consiste en dar a cada quien algo que defender". En efecto, puede que la clave radique en fortalecer los puentes de comunicación con la sociedad, superando los comunes mensajes de marketing, para pasar a una nueva relación interactiva de reciprocidad genuina.
Está por demás comprobado que un pueblo desesperado ante la ausencia de satisfactores que cubran sus más elementales necesidades, es fácilmente susceptible de todo tipo de conductas fuera de los cánones prescritos del orden y la asiduidad, más aún cuando no reciben las suficientes herramientas culturales ni educacionales que le permitan regular sus actos a pesar de la precariedad, y en donde el fin (la subsistencia) llega lamentablemente a convertirse en indeseable justificante para el medio, generándose así un caldo de cultivo para la afectación colectiva de unos contra otros y por consecuencia, llega la ingobernabilidad, alimentada a su vez en el evidente desinterés de la autoridad por regenerar el tejido social más allá de un desgastado doble discurso, doble porque en no pocas veces no se entiende ni atiende el objetivo del gobernante por parte de sus propios colaboradores vía la congruencia en la promoción de valores y una adecuada estructura comunicacional fincada en el pensamiento y la razón de "por qués", causas y efectos: hablar por ejemplo de paz, de la familia, de los derechos de los niños, de la mujer, pero contrariamente se arraiga la violencia, la ignorancia y la división, con eventos degradantes disfrazados de deporte y diversión; hablar de progreso para todos, cuando solo unos cuantos de forma por demás sectaria, allegados a la cúpula regente, se benefician, negando o, en el mejor de los casos retrasando el beneficio hasta la parte inferior de la pirámide, un beneficio que no les pertenece ni sale de su bolsa, creyendo apolíticamente que basta con atizar a conveniencia el hambre y la crisis para mantener el control servil y subordinar; y en este marco, por supuesto que para ellos "todo está muy bien", viento en popa, hasta se encargan de comprar (en un cuestionado intercambio manipulado de datos) a instituciones, los respectivos números que acrediten su cómoda utopía.
De conformidad, es claramente entendible el por qué hasta las buenas acciones del gobernante son cuestionadas, principalmente por el severo descontento social que provocan siempre segundos y terceros en el poder, que no les interesa en lo absoluto caminar al ritmo del gobernante en su meta más que conocida de atender a todos, sino únicamente al compás de su propia y muy particular ambición: comiendo ellos, "que el pueblo espere hasta las elecciones, y si quieren", concluyen, y a veces ni eso, pues se valen de su posición para abusar y medrar con las necesidades de la gente causando oprobio al propio gobierno, amparados en el perverso escudo: "que se enojen, al cabo si protestan, nomás los grillamos con el jefe, y lo convencemos rapidito con el cuento de que son enemigos, emisarios del pasado, en contra de todo y a favor de nada, y de que algunos quieren lana. Je,je,je". Son vicios que urge erradicar por bien de todos y para todos con la congruencia y la revisión puntual de acciones que sean asimismo garantes de cumplimiento de lo pactado y publicitado sobremanera.
La buena comunicación
En la atinada y oportuna coordinación de poderes y órdenes de gobierno todos son corresponsables de la buena marcha de la institucionalidad, al igual que de la vigencia del Estado de Derecho.
En los hechos, la unidad institucional comporta un ejercicio mancomunado con un interés claro de beneficio mayoritario muy por encima de cualquier otro individual, en todos los campos del desenvolvimiento gubernamental mismo (en las buenas y en las malas), obviamente en el debido respeto a la esfera de competencias de cada cual. Solo así se es posible avanzar en la solución de los males presentes: reconociendo y asumiendo el reto para proyectar valentía y empatía, y consecuentemente en la suma, generar las respuestas requeridas, ahora y como base para un futuro mejor, comunicando adecuadamente y siendo igualmente comunicados. En consecuencia la política es comunicación, y el oficio político dicta la conveniencia de salir avante de los problemas sin sustracción alguna, aún que de momento el costo se perciba alto; pero es mejor siempre enfrentar el vendaval con verdad y congruencia.
Siendo así, la sociedad verá la ventaja de "tener [siempre] algo que defender", cuando de veras vea cristalizado cada beneficio preconizado, volviendo a confiar en un gobierno que escucha, atiende, entiende y resuelve; actuando pues todos y cada uno de los involucrados en función de su propio tiempo y circunstancias. Que así sea entonces.
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