La ciencia dominada por el capital
Octavio Camelo Romero
30 de diciembre de 2013
La ciencia contemporánea debe ser considerada como una fuerza productiva. La concepción de Ciencia como conocimiento generalizado de la realidad, como cuerpo teórico explicativo de un suceso o conjunto de sucesos puede llevarnos al error de considerarla como una entidad al margen o muy por encima de las relaciones sociales de producción capitalista, y por ende, ubicada fuera de las relaciones sociales de explotación. Por cierto este ultimo sentido de la ubicación social de la ciencia es el correspondiente al “pensamiento científico” de la pequeña burguesía y de la burguesía media incrustadas en las Universidades e Institutos de Educación Superior del país. Esto es parte de las normas sociales de conducta en el capitalismo, acorde con la función dada a los centros educativos por parte del Capital, de ser los “principales aparatos ideológicos” del Estado, de ser las fundamentales Instituciones de Enajenación de la conciencia social. La gran mayoría de los investigadores universitarios no concibe a la Ciencia como un factor de explotación, como una fuerza social al servicio del Capital. Su pensamiento enajenado les impide ver a la Ciencia, ya sea pura o aplicada en la forma de Tecnología, como instrumento de producción de la plusvalía. Los descubrimientos científicos no son simples avances tecnológicos o nuevos conocimientos sobre sucesos que sirven para satisfacer antiguas y nuevas necesidades sociales mediante satisfactores y procedimientos novedosos. Ese aspecto de la utilidad social de la Ciencia es un factor condicionante para su transmutación a mercancía. Y por ende para que en el mercado encuentre al Capital como “gran comprador”. Pero no hay que olvidar la “necesidad objetiva” del Capital. Recordemos que el dinero únicamente se convierte en capital cuando se valoriza, cuando produce plusvalía. Por eso el Capital compra a la Ciencia para capitalizarse, para obtener plusvalía.
Sin embargo subyacen relaciones menos evidentes aunque de gran trascendencia para el esclarecimiento y comprensión de la ciencia dentro del capitalismo. En el año de 1863 ya el genio de Carlos Marx había abordado estos temas y delineado las categorías generales para su estudio. Con su método materialista-lógico-dialéctico nos indica la ruta de apropiación de la Naturaleza por parte del Capital y la correspondiente ganancia extraordinaria de los capitales que lo hacen. Los agentes naturales no tienen costo para el capitalista. Pero su apropiación solo surge cuando el capitalismo alcanza cierto grado de desarrollo, cuando surge la necesidad de satisfacer grandes demandas sociales y cuando se presenta la necesidad de competir por la conquista de más mercados. La producción en masa comienza entonces a apropiarse de las “fuerzas naturales” y a elevar consecuentemente la productividad del trabajo. Una consecuencia directa es la reducción del valor de cada unidad producida y en el comercio por conquistar, una disminución del precio real de venta. Considerando el costo de la “mano de obra” como el costo de los productos consumidos para la reproducción de la Fuerza de Trabajo, el “salario real” de los obreros por lo tanto disminuye y con ello, aumenta la masa de plusvalía o ganancia producida. Empero, la apropiación de la Naturaleza se da a través de las máquinas, de la tecnología y por los dueños de dicha tecnología, o sea por los capitalistas. Este es el momento en el cual la Ciencia se disocia del vínculo directo con la producción y adquiere su relativa autonomía. Las necesidades del proceso de producción cada vez más se convierten en “problemas científicos”, y la Ciencia comienza a adquirir la categoría de “factor” de la producción. De esa manera se va independizando la actividad científica y la “investigación” se va convirtiendo en mercancía. La ciencia adquiere entonces la función de enriquecedora o adquiere el caracter de instrumento explotador de trabajadores. Nada bajo el sol es nuevo.
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