Tepic, Nayarit, lunes 03 de febrero de 2025

Los gobiernos mienten

Oscar González Bonilla

03 de Febrero de 2025

Para mí causó sorpresa e inquietud el artículo publicado por la revista Proceso en su edición del mes de enero del presente año titulado “Todos (los Estados) mienten” de la autoría de Karolina Gilas.

Singular es la apreciación de la escritora sobre el tema, cuyo basamento tiene origen en el reciente libro State-Sponsored Disinformation Around the Globe (Desinformación patrocinada por el Estado en todo el mundo), editado por Martín Echeverría, Sara García Santamaría y Daniel C. Hallín, por tanto, la autora sostiene: “nos revela una realidad inquietante: los Estados –mediante los gobiernos- se han convertido en las principales fábricas de desinformación”.

Desglosaré lo considerado importante para nuestros asuntos locales, sin embargo, debo advertir, que todo, en su conjunto, el artículo de Karolina Gilas es de suma interesante y de gran trascendencia.

“La mentira siempre ha sido parte de la política, pero nunca antes había sido tan sistemática y sofisticada como ahora”.

“No se trata ya de la vieja propaganda ni de las noticias falsas que circulan en redes sociales. Lo que enfrentamos es mucho más peligroso: campañas coordinadas desde el poder, que utilizan recursos públicos y la legitimidad del Estado para manipular sistemáticamente a la ciudadanía. Desde democracias consolidadas hasta regímenes autoritarios, los gobiernos han perfeccionado el arte de engañar a sus sociedades.

“¿Por qué debería preocuparnos? Porque, a diferencia de otros actores que difunden mentiras, el Estado tiene recursos privilegiados y una autoridad única.

“Cuando un gobierno miente lo hace con todo el peso de sus instituciones. Puede usar estadísticas oficiales manipuladas, medios públicos, voceros gubernamentales y hasta el sistema judicial para dar credibilidad a sus falsedades. Es como si el árbitro decidiera hacer trampa: ¿quién lo va a sancionar?

“El análisis comparativo que ofrece este libro sugiere que todos los Estados, en mayor o menor medida, han incorporado la desinformación como herramienta de gobierno. La diferencia ya no está tanto en si un gobierno miente o no, sino en la sofisticación y el alcance de sus estrategias de manipulación informativa.

“En este panorama global de desinformación estatal las estadísticas se han convertido en una de las armas favoritas de los gobiernos.

“Los números, que tradicionalmente han sido vistos como la expresión máxima de la objetividad, se han transformado en herramientas flexibles al servicio de la manipulación oficial.

“La magia de los números reside en su aparente neutralidad. ¿Quién puede dudar de una estadística oficial, respaldada por toda la autoridad del Estado? Sin embargo, los gobiernos han perfeccionado el arte de la manipulación en cada etapa del proceso desde la recolección sesgada de datos y el diseño tendencioso de indicadores, hasta la presentación selectiva de resultados.

“Las cifras de pobreza se maquillan ajustando convenientemente las líneas de medición, las estadísticas de criminalidad se alteran para justificar políticas de mano dura, los indicadores económicos se redefinen para mostrar un crecimiento que la gente no percibe en su vida diaria. El resultado es una erosión generalizada de la confianza pública en los datos oficiales, que paradójicamente facilita aún más la propagación de mentiras, cuando nadie cree en las estadísticas oficiales, cualquier número alternativo puede parecer igualmente válido.

“Las redes sociales, lejos de ser la solución, se han convertido en el vehículo preferido para esta desinformación oficial. Los gobiernos han aprendido a usar estas plataformas para ampliar sus mensajes falsos y atacar a sus críticos, y las dinámicas propias de estas redes contribuyen a la difusión de las mentiras.

“La fórmula es simple pero efectiva: dividir a la sociedad entre “el pueblo” y “las élites corruptas”, desacreditar a las instituciones y medios tradicionales como parte de una conspiración, y presentarse como los únicos portadores de la verdad. El resultado es un círculo vicioso donde la polarización alimenta la desinformación y la desinformación profundiza la polarización.

“Es fundamental entender que la desinformación estatal no es sólo un problema tecnológico o comunicativo, sino fundamentalmente político. Tiene que ver con el abuso del poder y la erosión de la democracia.

“Cuando un gobierno decide mentir sistemáticamente a su ciudadanía, no sólo está engañando: está abusando del poder legítimo otorgado por los ciudadanos y violando el contrato social básico entre gobernantes y gobernados.

Y tan tan.



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