“El Rajá y la Hija del Rey”
Rocío Alegría Treviño (Cielo)
09 de Diciembre de 2022
Cierto día el Rajá aburrido de estar en su hermoso Palacio, decidió ir de cacería, se encontraba muy animado, el día era esplendoroso, las aves volaban por doquier, el aroma a las flores lo embriagaba, en fin se sentía de maravilla; en eso escuchó dos loros charlando entre sí. Cosa que resultaba muy extraño para él. Jamás había escuchado a los loros llevar así una conversación, sabía que aprendían a repetir palabras si se les enseñaba, pero ellos conversar; era algo extraordinario: Se escondió y puso atención a la charla.
El Loro mayor que era un Dios, le decía al otro; estamos tristes porque el Rey ha matado a muchos jóvenes que pretenden casarse con su hermosa hija, la cual sufre mucho, pues ella desea casarse y su padre no se lo permite, pues les pone pruebas muy difíciles a los jóvenes, los que acaban siendo asesinados al no cumplirle al rey sus gustos tan exagerados.
¿Qué podemos hacer? . . . . Pregunta el súbdito, o sea el loro menor. . . . Hemos estado pensando en reunirnos todos los animales de la selva para llegar a un acuerdo y solucionar esto; han muerto muchos príncipes, Rajás y Emires. Esto ya no puede seguir pasando.
Atento el joven Rajá piensa en la princesa; en cómo será, si de verdad es bella, es tanta su obsesión, que se regresa a casa de sus padres y les platica lo que escuchó; sus padres que conocían esa historia temen por la vida de su hijo y le piden que desista de conocerla, de adentrarse en ese reino, pues es sabido que el Rey no permite a ningún extraño la entrada a sus dominios.
El joven Rajá no hace caso de lo que le dicen sus padres, arregla su caballo, sus armas y alimentos, les dice que si regresa será casado con la princesa y si no, es que ha muerto en el intento; sus padres lo despiden llorosos por no poder hacerlo desistir de una muerte inminente.
Se adentra en un bosque, luego en otro, eran vastos y llenos de animales exóticos, hermosas plantas de ornato y árboles frutales, de los cuales se va alimentando. Cansado una noche busca refugio en una pequeña cueva dentro de un árbol y se recuesta quedándose dormido; el Dios de los Loros, lo ve y se da cuenta de que va en busca de la princesa; preocupado, va en busca de sus amigos, se reúnen y deciden ayudarlo, pues se dan cuenta que tiene un noble corazón.
Despierta un poco asustado, pues en sueños ve a la hermosa princesa, que cada noche se sienta en uno de los balcones del Palacio y con su hermosa corona de diamantes, cristales, rubíes y perlas ilumina la oscura noche de su reino., cuando todos duermen, ella se va a dormir, viendo la paz y la tranquilidad de su gente que saben que ella los ilumina. Más enamorado que nunca el joven Rajá se levanta animado y con la firme decisión de encontrar el Reino de su princesa amada, al salir de la cueva, están todos los animales los cuales lo rodean, el joven se asusta y prepara sus armas; pero el Dios de los Loros le habla dulcemente.
¡No te asustes! . . . Estamos aquí para ayudarte. . . ¿Ayudarme? . . . Si, le dice el Loro, sabemos que buscas a la bella princesa, que ilumina su reino con su sola presencia y su hermosa corona de diamantes, cristales, rubíes y perlas. ¿Cómo lo han sabido? ¿Y por qué ustedes pueden hablar? . . . Mira, son muchas preguntas, podemos hablar porque somos Dioses, tenemos poderes y muchos dones y queremos ayudarte, estamos tristes de ver morir a tantos jóvenes que han deseado casarse con la princesa.; hemos visto tu corazón, eres un joven valiente, noble y amoroso, por ello vamos a darte parte de nuestros dones.
¡Oh Gracias de verdad! Estoy muy contento por recibir esos preciados regalos. . . . Los animales se acercan al joven y le van dando un don. El Loro, se arranca una pluma y se la da, le dice, con ella, harás lo que menos te imaginas, te servirá, solo cuídala mucho; El Tigre rugiendo en forma estremecedora, le entrega una cuerda hecha con los pelos más largos de sus colas, enrollada finamente y muy fuerte, para que con ella de forma invisible, pueda escalar donde desee sin ser visto; el caimán le entrega una hermosa escama, con la cual podrá protegerse de cualquier ataque, pues es mágica y lo protegerá fuertemente; el águila, le regala una bolsa tejida con sus plumas, de ella sacará todo lo que desee con solo pedirlo; los castores, le entregan una flauta hecha de bambú, con la que adormecerá a miles de gentes con sólo tocarla; fascinado el joven Rajá se inclina en forma reverente agradeciendo los hermosos y preciados regalos. Ahora, le dice el águila, móntate en mí y te depositaré en el Palacio de la bella Princesa.
Fascinado se aleja de los animales diciendo adiós y maravillado de vivir esa experiencia, de sentirse tan alto, cruzar por entre las nubes doradas por los rayos del sol, el viento lo acaricia y ayuda a viajar más rápido hacia el lugar para él tan deseado.
El águila desciende lentamente y lo deja cerca de una casa donde vive una hermosa ancianita; se despide del joven Rajá deseándole la mayor de las suertes ante el furibundo Rey, con el cual se enfrentará tarde o temprano. Se acerca sigilosamente a la casa de la ancianita y toca a su puerta; sale la ancianita y le dice que se vaya, que ella no puede ayudarlo, pues el Rey no les permite albergar a extranjeros. . . Por favor, solo esta noche, le dice el joven Rajá. . . Estoy muy cansado y hambriento de tanto viajar. . . Está bien, le dijo la viejecita, sólo una noche.
Se dispone a preparar la cena y el joven le dice: No hagas nada, mira, yo traeré mi bolsa que me regalaron y le pediremos lo que desees cenar; tomó la bolsa tejida de plumas y le pidió ricos manjares, sentados en la mesa, sacó de la bolsa una riquísima cena ante los asombrados ojos de la anciana. Se dispusieron a dormir y el joven vio a su princesa sentada en el balcón más alto de su Palacio, irradiando esa luz que iluminaba todo su reino.
Siendo ya más de las doce de la noche, la princesa se retiró a descansar, el joven a escondidas de la ancianita, se salió de la casa y se dirigió al Palacio, sacó la cuerda que le regaló el Dios Tigre y le puso una roca pesada atada a una de las puntas, la lanzó y ésta se atoró en el barandal del balcón, trepó por ella sin que nadie lo viera, los guardias escucharon ruidos, pero como al tocar la cuerda se volvía invisible, pues no lograron verlo. Además, al llegar al balcón, tocó la flauta que le regaló el Dios Búho y todos los guardias quedaron dormidos al instante, así que no fue difícil hacer lo demás. Entró al cuarto de la joven y se quedó viéndola dormir, ante la insistente mirada del joven, la princesa, se despertó y asustada quiso gritar, sin embargo, el joven, le cubrió la boca con sus manos. . . No te haré daño. . . Le dijo. . . He venido de muy lejos a conocerte. La princesa sintió una sensación extraña, que jamás había sentido, le había gustado ese intrépido joven. ¿Cómo has logrado entrar? Y los guardias que vigilan el Palacio ¿Por qué no te vieron?
El joven solo calló y le dijo que sus amigos animales le habían ayudado, pues deseaban que ella se casara y dejara de haber tantos muertos. . . Es verdad. . Dijo la joven, he esperado por ti muchos años. . . Mañana le diré a mi Padre que deseo casarme contigo, pero sé que él hará lo imposible por aceptar que me case y tratará de pedirte cosas muy difíciles, hazañas peligrosas para que mueras y no deseo perderte; pero nada puedo hacer.
Te veré mañana, le dijo el joven a la espera de lo que el Rey decidiera. Y tal como se lo dijo la princesa, por la mañana llegaron los guardias a casa de la anciana a buscar al joven Rajá, se lo llevaron, no sin antes cargar con todos sus regalos que sabían le ayudarían en esta empresa.
Se postró ante el Rey, que furibundo, le dijo que antes moriría, que no daría a su hija así nomás que tenía que probar su valentía y su honor. . . . Trataré de complacerlo querido Rey. . . Contestó el joven.
Mira. . . Le dijo. . . En lo más alto de una montaña, se encuentra un espejo, que al mirarse en él te dice lo que desees preguntarle, tienes que traérmelo, así que vete ya antes de que te mate aquí mismo; la princesa muy triste observaba la escena. El joven hace reverencia y se aleja. . . Caminando muy triste, sin saber dónde estará esa montaña y cómo llegará hasta la cima. En eso recuerda la pluma del Dios Loro, la acaricia con ternura y en un santiamén, se encuentra en la cima de la montaña. . . ¡Qué maravilla! Ahí ante sus ojos se encuentra en hermoso espejo recamado en oro y plata, iba a reflejar su rostro en él, pero escucha a través del viento, las palabras sabias del Búho. . . No lo veas, pues es peligroso, solo guárdalo en la bolsa, toma la pluma del Loro y regresa al Palacio.
Así lo hace, llega feliz y pide ver al Rey, que se asombra de la facilidad con que trajo el famoso espejo; se lo entrega feliz y le dice. . . ¿Ya me puedo casar con la Princesa? . . . No tan rápido. . . Contesta el rey. . . . Ahora deseo que luches con dos fieras que han acabado con muchos de mis hombres, están escondidos en una lejana cueva y atacan cuando menos se le espera, están en lo más lejano de mi reino y no sé dónde se esconden.
Nuevamente, usa la pluma del loro y lo lleva a la entrada de la gruta, ahí los escucha, son unos verdaderos titanes, parecen lagartos y dragones, tienen alas y en su piel espinas como de hierro bien afilado, además arrojan fuego por sus bocas, preocupado, no sabe qué hacer. Pero recuerda la escama brillante y dura que le da el caimán, se la pone en el pecho y ésta se engrandece y le protege todo su cuerpo.
Salen las bestias y el joven Rajá se enfrenta a ellas, se debaten en una lucha a muerte; se revuelcan entre el pasto y sacan polvo al rascar con sus patas el suelo, y por su enorme peso, pero el joven, con una vara que le dio la anciana y protegido con la escama del caimán, logra vencerlos, les corta la cabeza y se las lleva al rey.
Asombrado y feliz el rey de haberse librado de semejantes bestias, le dice: Has actuado muy bien, pero falta el regalo para mi hija. ¿Qué le darás a cambio? El joven mete la mano al bolso tejido de plumas que le dio el Dio Tigre y saca inmensas joyas preciosas, perlas rubíes, esmeraldas, diamantes, cuarzos, jades, que se desbordan cayendo estrepitosamente por el suelo, así como infinitas monedas de oro y plata.
El Rey feliz corre y abraza todas las joyas y le dice: Está bien, has ganado, te daré a mi hija, mañana será la Boda. Feliz llega a la casa de la ancianita que lo abraza y le dice que sus amigos están ahí. Agradece a todos los animales su ayuda. Asisten a la Boda y la Princesa feliz y enamorada, le pide al Rajá que la lleve a conocer su País y a sus padres.
Les regala el rey camellos, caballos, mulas y una bella carroza, donde seguido de sus amigos emprende el regreso a casa de sus padres, acompañado de su bellísima esposa, la Princesa que duró años sin poder casarse, por fin, él la había liberado de su Padre el Rey Egoísta y Tirano.
Y colorín colorado, este cuento, se ha terminado.
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