Encuentro fortuito
Oscar González Bonilla
02 de Octubre de 2022
En días recientes tuvimos la idea mi asesor Víctor Carlos Montoya Castellón y yo de ir a saber trámites y personas que debemos contactar para llegar hasta Juan Antonio Echeagaray Becerra, titular de la Secretaría General de Gobierno.
Y es así, porque con base en la experiencia, al anterior secretario estatal, Antonio Serrano Guzmán, sabíamos cómo llegar hasta él. Bien trazado teníamos el camino. Pensamos que las cosas serán diferentes en este nuevo gobierno.
Hacia Palacio de Gobierno dirigimos nuestros pasos. Por principio notamos que, para traspasar la puerta de entrada, al igual que en el pasado, hay que superar el bloque policíaco de vigilancia. Entregar información al guardia sobre nuestro propósito. En eso estábamos, cuando el agente me hizo ver que no portaba cubre bocas. De inmediato lo saqué de mi talega.
Pero fue momento en que mi asesor me dijo que venía el señor gobernador Miguel Ángel Navarro Quintero. Avistó su presencia por el pasillo central del edificio sede del Poder Ejecutivo. Salió por la puerta principal de la avenida México, y como nos encontrábamos a corta distancia, nos miró de inmediato.
Primero se dirigió a mí con abrazo, luego a Montoya con saludo de mano. Es inicial el fortuito encuentro desde que asumió la gubernatura. Le recordé mi petición de apoyo de trámites para dos integrantes de mi familia. Fue en ese instante que el doctor en medicina humana hacía movimientos corporales como para evitar el acercamiento. Pensé que el “rechazo” se debía a no portar cubre bocas, o bien porque llevaba prisa por llegar a oficina del segundo piso de Palacio, o pensaba que algo le reclamaría. No tengo ninguna razón para esto último.
Apurado por el exlegislador panista Javier Hiram Mercado Zamora, hoy con la investidura de flamante secretario particular, actuó como con el propósito de alejarlo del enfadoso reportero, el gobernador Navarro Quintero en plena retirada atinó a decir: “yo lo veo, con mucho gusto; yo lo veo, yo lo veo”. Lo sentí frío y distante.
Fue entonces que a mi memoria vino un recuerdo. Calculo que el acontecimiento a narrar tuvo lugar en los primeros tres años del gobierno de Rigoberto Ochoa Zaragoza, cuya administración estatal fue de 1993 a 1999. El escribano como reportero de NOTISISTEMA caminaba por la avenida Allende al poniente de Tepic, cerca de la calle Querétaro, donde el doctor Miguel Ángel Navarro Quintero tenía su consultorio.
El médico gineco-obstetra, egresado del Instituto Politécnico Nacional, en ese tiempo ocupaba la titularidad de la Secretaría de Salud del Gobierno de Nayarit. Casualmente salió del consultorio médico en el mismo momento que por allí pasaba el reportero radiofónico. El doctor Navarro, ni tardo ni perezoso, después del saludo reglamentario, me invitó a conocer las instalaciones del Hospital Civil de nuestra ciudad que habían sido materialmente rehabilitadas en su totalidad.
Sin regateos acepté la propuesta, trepé a su vehículo y nos dirigimos al nosocomio público, donde la atención preferencial era para enfermos de escasos recursos económicos. Fue gozo observar la transformación del hospital promovida para bien de los pacientes por el doctor Navarro Quintero en su calidad de secretario de Salud. Obvio es pensar que se le dio la debida difusión al acontecimiento a través de la cadena radiofónica por la que se trasmitían los noticiarios de NOTISISTEMA: Tepic, Santiago Ixcuintla, Ixtlán del Río y Ahuacatlán.
Llegó 1997, y por azares del destino, el reportero de la gente prestaba servicios al periódico a colores Meridiano de Nayarit, que tenía como director general a Don José Luis David Alfaro.
No recuerdo si fue durante la presidencia estatal del PRI del doctor José Lucas Vallarta Robles o de Filiberto Delgado Sandoval (durante el gobierno de Rigoberto Ochoa Zaragoza el tricolor tuvo tres presidentes, los antes mencionados y Luis Edmundo Flores Santana) que el doctor Miguel Ángel Navarro Quintero fue nominado su candidato a diputado por el tercer distrito electoral federal que en aquel entonces territorialmente abarcaba once municipios, la mayoría de la zona sur de Nayarit. El galeno recibió completo apoyo político del gobernador Ochoa Zaragoza, de quien su palabra era ley al interior del partido oficial.
Tuve una idea inesperada que enseguida se la propuse al director de Meridiano, José Luis David Alfaro. Le dije: envíame como corresponsal del periódico a cualesquiera de las campañas de los candidatos del PRI a diputado federal. Con base en su poder analítico respondió: Con Marco Antonio Fernández, no (iba por el primer distrito: ocho municipios del norte de Nayarit); con Salvador Sánchez Vázquez, menos (segundo distrito: Tepic); tú reúnes el perfil para con el doctor Miguel Ángel Navarro. Preséntate con él y dile que para Meridiano cubrirás sus actividades de campaña política.
Así lo hice. El doctor Navarro se mostró satisfecho, me lo hizo saber. Días antes del arranque de las actividades de proselitismo, recibí llamada de persona del equipo del candidato para invitarme a desayunar con el doctor Navarro en el restaurante del hotel ubicado al frente de Palacio de Gobierno. Ninguna persona más, solo él y yo a la mesa. En el momento que consideré oportuno le dije: doctor, ¿quién se encargará de la comunicación social en su campaña? Para eso te llamé, mi deseo es que seas tú, ¿o no le entras?, me contestó. Sí, atiné a decir. Pero déjeme pedir autorización al doctor Alfaro. No hubo objeción.
Las campañas políticas de los candidatos anteriormente solían tener una duración hasta de seis meses. Todos los días temprana la mañana salíamos en vehículo no último modelo, pero sí con excelentes condiciones mecánicas, para regresar a Tepic avanzada la noche. De rigor cuando menos cuatro personas acompañamos en la misma unidad al candidato priista, alentadora era la convivencia diaria. Finalmente, el doctor Navarro ganó la elección, para en 1997 ser por primera vez legislador federal por Nayarit, pero alcanzar el triunfo electoral en ello mucho tuvo que ver el buen antecedente que entre la mayoría de habitantes de las comunidades del tercer distrito electoral federal dejó el arquitecto José Ramón Navarro Quintero, quien fue diputado por aquella división política. En las reuniones, los participantes del lugar manifestaban su satisfacción por el excelente desempeño social, siempre en pro del bien común, del arquitecto José Ramón en su calidad de diputado federal.
En el transcurso de los años, no he tenido el descarado atrevimiento de solicitar apoyo de gobernantes o funcionarios de la administración estatal, por mucha amistad y acercamiento que tenga con ellos. Por el desapego que siempre he mostrado, mi esposa me dicta esta sentencia: “Lo que pasa, es que tú tienes un orgullo pendejo”.
Comentarios