Militares en los mandos policíacos municipales
Sergio Mejía Cano
06 de Agosto de 2021
En la mayoría de medios informativos locales y portales de internet, se anuncia respecto a la sugerencia que hace el doctor Miguel Ángel Navarro Quintero, gobernador electo de Nayarit, a los presidentes municipales (ambos sexos) que habrán de entrar en funciones en la próxima administración, para que sus mandos policíacos los ocupen militares tanto en activo como en retiro.
Esto obviamente que no es nuevo, porque ya se han dado casos en que algunos militares han ocupado estos cargos en otros municipios y de otras entidades del país; sin embargo, en su momento, hubo analistas que predijeron que la formación de los militares no era la adecuada para la prevención y la detección de índole civil, pues su formación académica se basaba más en la disciplina y la ejecución de órdenes, y en que sin preguntas de por medio, en calmar, apaciguar y apagar conflictos mediante el uso de la fuerza, supuestamente por no haber otro tipo de solución.
Pero tal vez, a lo largo de estos últimos años en que la presencia militar en las calles se ha hecho ya más cotidiana, posiblemente la formación académica de los militares se haya reformado a tal grado de que ahora se anteponga la mediación antes de entrar en acción tal y como se acostumbraba antes; sin embargo, esto a nivel de mando, pero ¿a nivel de tropa? Claro que se ha documentado que a todos los elementos de las fuerzas armadas les ha instruido en el cumplimiento de los Derechos Humanos y respeto a las garantías individuales, pero aún se han documentado casos últimamente en que se han visto envueltos algunos elementos de tropa en algunas anomalías, aunque ya son los menos y no como antes en que la mayoría de las protestas y quejas en contra de los militares y marinos eran constantes, como en el estado de Sinaloa.
Esta sugerencia del gobernador electo de Nayarit, Navarro Quintero, ha dado pie para que algunos ciudadanos comenten que sí va en serio la militarización del país en toda forma, pues cada día se les están abriendo más y más espacios en seguridad pública. El problema es que está visto y comprobado que de momento se podría decir que no hay otra solución más que los militares y marinos entren al quite debido a tanta inseguridad que impera en México, pues la criminalidad no para, siguen surgiendo fosas clandestinas a lo largo y ancho del país. Los llamados grupos del crimen organizado cada día se descaran más hasta mostrando su fuerza a través de las redes sociales en donde presumen armamento descaradamente.
Anteriormente, se decía que no se podía hablar abiertamente de la Virgen de Guadalupe, del Presidente de la República ni del Ejército Mexicano; sin embargo, a partir de los hechos dramáticos del 2 de octubre y 10 de junio de 1971 (no se olvidan), poco a poco varios analistas comenzaron a desmenuzar las actuaciones de los militares, aunque por lo regular clandestinamente, sobre todo respecto a la llamada “guerra sucia”, emprendida en los años 70 del siglo pasado en el estado de Guerrero, con el pretexto de acabar con la supuesta guerrilla armada, y de ahí pal real, hoy en día se puede cuestionar a las fuerza armadas más libremente, y esto ha dado como resultado una mejor comprensión de su actuar a lo largo de la historia de nuestro país.
Todavía hasta principios de la década de los años 80, los trenes de pasajeros que manejaban coches de primera y segunda clase, llevaban una escolta militar, para hacer funciones como policía a bordo de los trenes, para en caso de algún problema con pasajeros que alteraran el orden, dicha escolta se hiciera cargo. Lo malo de esto, es que, según comentan los antiguos ferroviarios, cuando hubo necesidad de que el conductor del tren pidiera el auxilio de los militares a bordo del tren, muchas de las veces se arrepentían de haberlo hecho, pues los militares llegaban al punto del conflicto, y sin mediar palabra alguna, a los supuestos alterados los agarraban a culatazos sin piedad; por lo que muchas de las veces, era la misma tripulación del tren la que trataba de calmar a los pasajeros que estaban alterando el orden, pero si no había más, pues ni modo, a llamar a la escolta del tren.
Y esto viene a colación, porque por lo regular todo se llega a descomponer, pues comentan los ferroviarios a los que les tocó aún viajar con escolta militar que, en varias ocasiones, los soldados de la escolta se embriagaban o drogaban, y que era necesario calmarlos a ellos, a los militares, pues se ponían hasta agresivos ya estando en sus ocho sentidos.
Sea pues. Vale.
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