Balas perdidas que nunca faltan
Sergio Mejía Cano
31 de Enero de 2021
Como cada fin de año, este no es la excepción para que se informe que habrá operativos para evitar en lo posible que haya disparos al aire para dar la bienvenida al año nuevo; sin embargo, por más operativos que se implementen, al dar las doce de la noche, se comienzan a oír las balaceras, sobre todo en las colonias de la periferia de la ciudad; y ya es común que muchos ciudadanos pongan oídos atentos para tratar de adivinar en qué lugar de la ciudad se oyen más disparos.
Lo malo de todo esto es, desde luego, que en el entendido de que todo lo que sube tiene que bajar (excepto los precios de algunos productos de la canasta básica), las balas que disparan personas inconscientes, pueden llegar a impactar como balas perdidas, a gente que ni se las espera, con las consecuencias de todos ya consabidas.
Queda claro que por ejemplo, si a alguna persona en estado etílico se le ocurre disparar su pistolita calibre 22, lo más probable es que sus propios vecinos lo acusen de haber disparado o que los operativos, al oír los disparos, por el sonido ubiquen más o menos de dónde proceden esos disparos y por ende den de inmediato con el domicilio en donde se produjeron los sonidos; pero en caso de ser disparos de armas de alto calibre, se entiende de que los vecinos del entorno, para no meterse en problemas, prefieren mejor quedarse callados y, si acaso algún operativo anda por ahí cerca de donde sonaron disparos de alto calibre, pues mejor dar la vuelta y buscar por otro lado en donde el sonido de los balazos no sea tan estridente o confundirlos con tronidos de cohetes y palomitas.
Y a propósito de cohetes y palomitas, se ha informado que también la pirotecnia que se oye tan común en estas fechas en varias de las colonias no nada más de la periferia, sino también en las más céntricas, queda prohibida; sin embargo, ahora en las posadas pasadas o festejos decembrinos y desde luego, en la Noche Buena, para muchas personas fue insoportable el ruido de la tronata que muchas familias hicieron; y lo peor de esto, es que tanto adultos, adolecentes e infantes en su conjunto quemaron pirotecnia sin más ni más, a pesar de que tal vez varios de esos adultos que hacían lo mismo que los adolescentes y niños, sabían que no deberían haber estado haciendo eso de la tronadera de cohetes, palomitas y hasta palomones.
Y volviendo a eso de los disparos al aíre, es obvio que sus consecuencias podrían resultar nefastas para algunas familias, pues si hay casos en que las balas perdidas podrían causar daños menores, es obvio que también podrían generar daños funestos.
En diciembre de 1972, varios bisoños ferroviarios de ambos sexos, después de haber celebrado una de las tantas posadas que podíamos soportar en aquel entonces, en dos carros andábamos repartiendo a sus casas a las chicas. Al llegar a la colonia Moderna, en la ciudad de Guadalajara, los papás de una de las compañeras ya estaban esperándola en el cancel de su casa. Se bajó la compañera del carro delantero y se dirigió a su casa, ya los padres estaban dando las gracias a los demás compañeros, cuando una de las muchachas le dice a la muchacha que ya estaba por entrar a su casa que volviera para decirle algo; llega la muchacha al carro y se apoya con sus dos manos en la puerta del vehículo aproximando su cara a la ventanilla, y al estar poniéndose de acuerdo con la chica que la había llamado, de pronto se oye que dice: “ay, sabe qué me golpeó la cabeza”. Se lleva la mano a la zona próxima de su coronilla y, al ver que hay sangre, suelo, cae desmayada.
Como el entonces Hospital Guadalajara del Ferrocarril del Pacífico, estaba aproximadamente a dos cuadras de su casa, de inmediato la llevamos, entrando en la sala de “Emergencias”. Los demás compañeros nos quedamos fuera del Hospital esperando a ver qué. Entonces salió el papá de la compañera para decirnos que su hija tenía una bala incrustada en la parte superior de su cabeza, pero que se le alcanzaba a tocar la bala, pues no había entrado más allá del cuero cabelludo; pero como esa zona del cráneo era muy sangrona, de ahí que hubiera habido tanta sangre.
En esas estábamos, cuando llegó una ambulancia de la Cruz Verde, de donde bajaron algunas personas enfundadas en bata blanca y otros varones en traje que, después de haber entrado al hospital, se dirigieron hacia nosotros para preguntarnos qué había pasado. Todos respondimos de acuerdo a lo sucedido, por lo que la cosa ya no pasó a mayores. Y todo porque había una bala perdida.
Sea pues. Vale.
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