Actor en el teatro de la vida
Oscar González Bonilla
12 de agosto de 2020
Octavio Campa Bonilla representa al personaje Gobernador en la puesta en escena de la obra Farsa y Justicia del Señor Gobernador, un tipo glotón más que arbitrario, fino bebedor. Por goloso es capaz de todo, de lo inimaginable. Su gran vicio en ese momento es que vive para comer, cuando en el pasado superó otros pecados capitales.
Entrevisto a Campa Bonilla justo al interior de un restaurante, le inquiero sobre gobernantes de reconocida proclividad a la gula. Dice que todo el tiempo han existido. Ejemplo: el secretario de Agricultura y Recursos Hidráulicos en el gobierno de Miguel de la Madrid, llamado Eduardo Pesqueira Olea; más próximos: el actual titular del Banco de México, Agustín Carstens, y el presidente de la Comisión de Salud de la XXX legislatura local, diputado Luis Emilio González Macías. Todos ellos arriba de los cien kilos de peso. “Son políticos que viven para comer, no comen para vivir”.
Pero dejemos a un lado el exceso en la comida para dar paso a la explicación sobre la trama, o el mensaje que la farsa envía al espectador: “que la impartición de la justicia es siempre sesgada, porque beneficia a unos y perjudica a otros”.
El director de la puesta en escena es Octavio Campa Hernández, primogénito precisamente de nuestro entrevistado, por tanto pregunto: ¿qué representa para usted ser dirigido por su hijo?
“Representa una oportunidad de acercamiento. Es natural que Octavio y yo tengamos fricciones en el campo del arte y la cultura, pero siempre le he dado su lugar, creo que el muchacho tiene talento. Y bueno, me convenció de participar en la farsa, en tanto a mí pareció un buen experimento. Pensé que serían dos o tres días, máximo una semana (la obra lleva más de 110 representaciones). Finalmente respeto su forma de ser y pensar, creo que sabe dirigir y atender a los actores, y que a pesar de ser muy brusco, compensa con ser muy dulce. Me siento a gusto con él”.
Octavio Campa Bonilla señala que es la primera vez que en escena es dirigido por su hijo, pero confiesa que ha pretendido dirigirlo en otras cosas, lo que atestigua que Campa Hernández es un bello embaucador. Ha pretendido influir para su compra en la marca y modelo de carro, pero Campa padre sostiene que nunca se ha dejado. “Ahora me dejé dirigir en el teatro, pero es en la única circunstancia que me deje dirigir, porque es muy imperativo, mientras que yo siempre he sido libre casi anarquista, que me gobiernen no acepto muy como quiera. Sin embargo, gozo cuando me ha dirigido él porque ha tenido la cautela de apretar cuando debe apretar y aflojar cuando debe aflojar, y eso para mí es importante porque me da ciertas libertades, que yo le agradezco. ¡Claro, que en una nueva experiencia volvería a ser dirigido por él!
Anarquista como se define, rechaza la idea del entrevistador de que tiene una enorme experiencia actoral. “Pues, fíjate que no –responde-, más bien he sido actor en el teatro de la vida. He tenido el mismo comportamiento desde que nací, soy muy extrovertido, soy espontáneo, mucho me gusta decir las cosas; no me gusta declamar, pero cuando digo mis cosas las digo con propiedad y mucho sentimiento. Entonces, yo no soy actor, mi esposa (Martha Hernández Drewien) sí es una gran actriz, pero compenso con otro tipo de circunstancias: es decir, he actuado toda la vida frente a quien sea, sin necesidad de estar en una obra de teatro. Soy un personaje de la vida y un ciudadano del mundo, donde me la parto con cualquiera y le digo sus verdades al que sea, al que se me ponga; lo he hecho con presidentes de la república, con ministros, con gobernadores porque no tengo temor a decir mi verdad, y esa verdad es ciertamente histriónica, aunque no quieras tienes que actuar, a veces te haces el encabronado aunque no lo estés, pero es una manera de que la gente te respete. Soy una oveja con piel de lobo, me pongo la piel de lobo para que no me estén jodiendo”.
Vayamos a otra cosa: en el contexto del movimiento escénico de Nayarit ¿qué representa para usted la obra Farsa y Justicia del Señor Gobernador?
“Representa un grito a la injusticia, aunque es una farsita muy bien hecha y muy deliciosa, ridiculiza a los impartidores de justicia y les dice muchas cosas en interlíneas. A mí me gusta, porque finalmente lo jocoso, lo epidramático, es más doloroso que lo serio, a la gente le duele más que la ridiculicen. Allí se ven reflejados jueces de esos que venden la justicia, cabrones que le hacen mucho mal a la aplicación de la justicia y que deberían estar en prisión”.
¿Y la integración de la compañía Júbilo, Colectivo Escénico (compuesto en su mayoría por trabajadores jubilados de la Universidad Autónoma de Nayarit) que representa en este mismo movimiento teatral de Nayarit?
“Representa un hito, porque finalmente hacer una obra y ponerla tanto tiempo con un grupo de viejos es muy complicado. Nosotros somos frecuentes víctimas de las enfermedades, con cualquier cosita todos los viejos nos enfermamos, pero ahí estamos. Hay completa disciplina en todos, una camaradería que causan regocijo hacer teatro. Muchos grupos que se dicen profesionales deberían sentirse alentados con este tipo de movimiento, porque Octavio rompió una extraña jetatura que decía que los viejos no eran para eso, pero sin embargo los viejos y los niños son los mejores actores del mundo; los viejos porque tenemos una cauda de experiencia para darle a las nuevas generaciones, y los niños porque tienen enorme capacidad de improvisar y soñar. Nuestros familiares se sienten orgullosos de que todavía nosotros podamos hacer esos desfiguros, pero si todos los viejos, además del ejercicio físico que es muy importante, se dedicaran a este tipo de labores, serían más felices. El taller les serviría de júbilo para vivir”.
¿Le gustaría haber sido gobernador de Nayarit?
“No. Un día alguien me preguntó que si quería ser presidente municipal de Santiago (Ixcuintla), y yo le dije: sí, si se salen de Santiago todos los santiaguenses. No me interesa la política, no en ese sentido. Porque el poder corrompe, aunque uno no quiera, lo corrompe. Y a mí eso no me gusta, yo soy artista. Fui diputado (local), y no es remoto que pudiera serlo otra vez, pero emocionalmente no me fue muy bien, no estoy muy agusto que digamos. No me gusta que me manden, no me gusta que me ordenen sin decirme por qué me ordenan, no soy militar ni quiero serlo”.
Finalmente, se trata de hacer justicia en la medida humilde de una entrevista a quien es autor de dilatada obra literaria, mucha de la cual, puesta en escena, se ha convertido en teatro. Pero además es admirable su vasto trabajo poético. Esa, y mucho más producción del entendimiento, lo hacen merecedor de un homenaje en vida. (19 de noviembre de 2011)
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