Yo no quise ser periodista
Oscar González Bonilla
21 de julio de 2020
Yo no quise ser periodista, mi afán fue cursar una carrera universitaria sin lograrlo. Dos ocasiones intenté ser profesionista en la especialidad de Economía, seguro es contagiado por el entusiasmo de compañeros preparatorianos que hacia allá dirigieron su interés por la superación académica.
La preparatoria Del Nayar, fundada en Tepic por el Centro Cultural de la logia masónica, obtuvo afiliación a la UNAM, en tanto a sus egresados nos dio la oportunidad de entrar a la prestigiosa universidad, examen de admisión de por medio. ¡Lo logré! Directo a la Escuela Nacional de Economía, la famosa ENE.
Otros más nayaritas de mi generación también accedieron a esa institución caracterizada en ciudad universitaria como de las más combativas en las luchas políticas estudiantiles, decían por el grado de concientización social que alcanzan quienes allí se preparan para ser intelectuales artífices del desarrollo económico,
Y sí. Testigos fuimos de la movilización política de estudiantes y maestros de la ENE cuando el 10 junio de 1971 ocurrió el halconazo. En este evento gorilas armados al servicio del gobierno atacaron a estudiantes del IPN y UNAM cuando marchaban por calles de la ciudad de México (Casco de Santo Tomás) en protesta por la intromisión del gobierno de Nuevo León en asuntos sólo de incumbencia de la UANL.
Fue brutal la represión del grupo paramilitar el Jueves de Corpus contra universitarios y politécnicos. En la balacera para frenar la marcha cayeron muertos más de cien estudiantes, aunque cifra oficial no se conoció. El cordón umbilical de Los Halcones estaba conectado a la dirección de policía y tránsito del DDF, que jefaturaba el coronel Rogelio Flores Curiel, paisano nuestro. Por ese hecho cuando las armas se cubrieron de gloria, se asegura el mílite fue premiado con la gubernatura de Nayarit en 1975.
Las reuniones en el auditorio de la escuela (no me acuerdo si nombrado Ho Chi Min o Che Guevara), en todo tiempo hasta el tope, eran constantes. Recuerdo siempre presentes en el análisis de estrategias, discusiones o arengas a Pablo Gómez, Eduardo Valle “El Buho” y Salvador Martínez della Rocca “El Pino”. Claro que hubo otros, muchos. Pero estos por participativos más se significaron, su afiliación a partidos de izquierda los encumbraba entre el colectivo. Se corría la voz del control escolar por parte del Partido Comunista. Era más que evidente.
Casi cuatro semestres bastaron para emprender la retirada. La insuficiencia económica hizo mella, muy a pesar de haber trabajado por paga como dictaminador en la Secretaría de la Reforma Agraria de Augusto Gómez Villanueva por influencia de “El Cora” Arvizu, gozador de la simpatía del aguascalentense porque al nayarita usaba como invasor de tierras en el país. Mi padre músico, baterista en aquellos tiempos del conjunto Los Satélites. Fuerte pilar de mi sostenimiento en la ciudad de México se edificó mi tía Cuquita, hermana de mi papá, soltera de por vida y dueña de tienda de abarrotes en la colonia Mololoa, frente a la escuela primaria Ignacio M. Altamirano.
En mayo de 1973, cuando en Tepic buscaba ser empleado por alguien topé con la guarida del grupo de compañeros también “destripados” de la UNAM integrados al Diario del Pacífico, periódico de Hechos y Opinión. Ellos con experiencia en los quehaceres de las artes gráficas y el periodismo. Por la avenida México, al sur, cerca a la Insurgentes, habían instalado taller y oficinas del diario con respaldo de la gran logia masónica pero en función de intermediario el doctor Luis Navarrete Zúñiga.
Se trataba de un medio de comunicación masiva para defensa de la institución educativa iniciada por el Centro Cultural, que había aumentado su oferta académica. Y había que proteger del ataque inmisericorde del gobierno estatal comandado por Roberto Gómez Reyes, en sus postrimerías. Esa escuela es un nido de comunistas, era lo menos que se decía con harto coraje desde la oficialidad.
Me ofrecieron integrar la plantilla de reporteros. ¡De periodismo nada sé!, repliqué. No importa, nosotros se enseñamos. Convencido, acepté. Traer datos para elaborar la nota roja Francisco Cruz Angulo fue mi primera experiencia, agradable porque cotidiano era el recorrido por la Cruz Roja, Hospital General y barandillas de las policías.
En ese ínter, otro intento por continuar estudios sobre Economía me llevaron a la escuela de la especialidad en la Universidad Autónoma de Nayarit. No hubo que batallar mucho para el ingreso. Bueno, hasta llegué a ser concejal técnico cuando director fue Luis Chávez Padilla. Incluso competí en la democrática elección para concejal universitario, sólo que por escaso margen me ganó Jaime Cervantes Rivera.
Vívidos momentos convulsivos de la UAN prolongados del 75 al 80. Enfrentados al gobierno de Rogelio Flores Curiel estudiantes y organizaciones gremiales sufrieron persecución, violencia, sangre y muerte. Manuel Ulloa y grupo de compinches defeños resistían fuerte oposición a la instalación de novedoso programa de estudios. Arropó la máxima casa de estudios de Nayarit a especializados catedráticos procedentes de Chile y Argentina, víctimas de golpistas juntas militares.
Vino luego el enamoramiento, otra vez la marcha atrás. Abandonar estudios de Economía para atender asuntos propios del quehacer humano. No hubo más, frustrado por segunda vez el afanoso intento de ser profesional mediante la carrera universitaria.
Al final reflexiono: para alguien tendrán interés esta serie de pendejadas que hoy escribo. Supongo que para nadie, pero como soy terco como una pinche mula, tuve que hacerlo porque esta idea hace días se me metió a la cabeza.
De lo que sí estoy cierto es que ¡yo no quise ser periodista!
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