El “semáforo covid” del gobierno federal y la realidad…

16 estados de la República mexicana se mantienen en color rojo -máxima alerta de riesgo sanitario- al corte informativo de este lunes 15 de junio, de acuerdo con el ‘semáforo’ implementado por la Secretaría de Salud del Gobierno Federal, para medir la intensidad de la pandemia por Coronavirus (Covid-19), en tanto que el resto cambiaron a naranja, que corresponde al reinicio parcial de actividades económicas y productivas, e incluso en el caso de Chihuahua cambió a verde, que es la reincorporación cabal con las medidas previstas de cuidados para la “nueva normalidad”.

No obstante, más allá de la semaforización de la enfermedad y sus cambios de color, la muerte y los contagios no cesan y van en aumento: 17 mil 141 decesos, con 146 mil 837 casos confirmados, revelan una cruenta realidad que refrenda lo mencionado los últimos días por la Organización Mundial de la Salud, en favor de no escatimar recurso ni esfuerzo, ni bajar la guardia en lo más mínimo, pues lo más difícil de la pandemia, aún está por llegar.  ¿A qué se refirió?

El Subsecretario de Prevención y Promoción  de la Salud, Hugo López Gatell, dio a conocer una pista: también reconoció a finales del mes de mayo, que las cifras dadas a conocer diariamente serían tres veces menor que el estimado real, en ese entonces 35 mil muertes, contra 12 mil de la estadística oficial, partiendo de un reacomodo de datos que tomaba en cuenta rezagos, sin que ello, justificó, “constituyera un error o caer en el subregistro”, puesto que el cálculo se deriva del modelo “Centinela”, el cual parte a su vez de la vigilancia exhaustiva de determinadas zonas representativas como muestra del total: “monitoreo de  tendencias de la ocurrencia del evento para identificación de umbrales de riesgo y generación de alertas epidemiológicas […] y consecuente toma de decisiones”.

Asimismo, de acuerdo con el Doctor Gatell, el semáforo recoge información de la evolución en cada estado, acorde a la velocidad de contagios y de ocupación de hospitales.

Así pues, el mundo enfrenta la devastación en muerte y salud (430 mil 613 víctimas y siete millones 782 mil 209 casos confirmados respectivamente, según el monitoreo de la Universidad Johns Hopkins ) como en economía en la ausencia aún de una vacuna que coadyuve a frenar la enfermedad y facilitar la reconstrucción. De conformidad, no hubo más opción que la apuesta “kamikaze” de dar por concluido el “Gran confinamiento”, y salir a reparar justamente la víspera de lo más fuerte de la tormenta, ante la amenaza de un colapso mayor que postre al orbe por muchas décadas con negros efectos colaterales para la subsistencia de las mayorías, cada vez más pobres. Y como en una guerra, se tendrán las bajas que se tengan que generar, puesto que el gobierno impedido ya de mantener la parálisis económico-productiva, decidió salomónicamente fortalecer la razón de ser del propio sistema político-gubernamental, a la vez que apeló a la responsabilidad del pueblo para ser artífices de su propio cuidado.

En este marco, cabe decir que es imprescindible la unificación desde el interior de cada nación, y hacia el exterior con un gran acuerdo por la reconstrucción, el orden, la paz y la prosperidad de cara a la “nueva realidad”. Está claro que ninguna nación podrá salir avante con cabales resultados, en lo individual.

Mientras tanto, en México, cada orden de gobierno: Federación, Estado y Municipio, a la par de la suma de fuerzas políticas, partidarias, empresariales, productivas, de comunicación y sociales, cuentan con la urgente tarea de captar el momento y unificar voluntad, fuerza, capacidad de acción y beneficios recíprocos para la decodificación, primero, de los cánones de la “nueva normalidad”: dar significado y razón de causa a cada paso emprendido, como es la salud, seguridad, obra pública y social, y en consecuencia emprender con eficacia la reconstrucción de un nuevo sendero de desarrollo armónico y sustentable para todos. ¿Se logrará oportunamente y con la fuerza que requiere el momento? Veremos atentos.