Tepic, Nayarit, jueves 28 de marzo de 2024

Enrique Vargas López

Oscar González Bonilla

05 de junio de 2020

(Enrique Vargas López, estimado amigo y compañero de oficio, hoy cumple ocho años de haber fallecido. En recuerdo a su memoria hago público este escrito elaborado en su tiempo con todo el afecto que es posible dentro del ser)

Extraño su ausencia en la explanada del cerro de La Cruz, donde con mucha frecuencia solíamos encontrarnos al realizar ejercicios matinales, sobre todo trotar. Él tiene por costumbre está rutina desde hace muchos años por su condición de atleta, realizada en la actualidad horas antes de entrar de lleno a la actividad reporteril en el periódico Realidades.

Enrique Vargas López no acude ya porque físicamente está impedido, pero así como dedicó su máximo esfuerzo como competidor de alto rendimiento en atletismo para dar gloria a Nayarit y México, de igual manera con denuedo lucha hoy por la supervivencia con fe inquebrantable de superar un cáncer que despiadado ataca.

Enrique Vargas es un excelente amigo, conversador interminable en sus horas de bohemio. Hablar de su actividad cotidiana en el ejercicio del periodismo es muy común en él, pero además entrelazar sucesos de política en Nayarit y nacional son temas de su preferencia. Por conveniencia calla capítulo oscuro de su paso por la universidad, de lo cual casi estoy seguro, por su recio carácter, no se arrepiente. Convenimos, antes que detectaran su enfermedad, ponernos de acuerdo para algún día me daría a conocer sus vivencias, yo en mi calidad de entrevistador.

Irredimible anti priista, Enrique Vargas cursó algunos años de primaria en la “Gabriel Leyva”, donde también fuimos condiscípulos su hermano Jorge y yo. Ellos venían de Santiago Ixcuintla. En dicha escuela siendo directora María de Jesús Soberano, lo conocí. Años más tarde me lo encontraría como reportero de nota roja de Realidades, época en que el gobernador Rigoberto Ochoa Zaragoza le declaró la guerra al periódico con base en la testaruda idea de eliminar totalmente convenios de publicidad.

Pero parece ser que Enrique Vargas ya había iniciado su tránsito por el periodismo en El Sol de Tepic, diario cuyo director y propietario era el profesor Guillermo Rodríguez Jiménez (qepd), con quien el primero trabó amistad cuando ambos se encontraron en Ensenada, Baja California. Enrique platica que en ese lugar un tiempo se dedicó a la pesca de almejas gigantes (común que allá las vendan asadas) y captura de otras especies del mar.

Enrique es persona de trato fácil, capaz de hacer amistad sin condiciones con los de su gremio. No admite bromas y muy prudente es en sus comentarios. Como reportero de nota roja, algunos de sus compañeros alentábamos para que abandonara ese género y le entrara a la nota informativa, información general. Pero se mostró renuente al principio por un falso temor, pero un día tuvo la decisión de hacer el cambio y se reveló como un excelente reportero, sobre todo de la fuente política, hasta convertirse en brazo derecho de Hugo Rodríguez Jiménez, director de Realidades.

Estoy cierto que al trasmitirse de generación en generación heredó de su padre Enrique Vargas Hernández abrazar el periodismo con mucha dedicación hasta alcanzar credibilidad y trascendencia. El Caballero Devars, como solía firmar trabajos de su autoría, también fue consagrado reportero. Lo conocí en ese trabajo por la década de los setentas. Además es compositor de conocidísimas canciones (cuando menos para los que pasamos del tostón) con título de “Tepic”, “Tuyo es mi Querer” y muchas más, sin dejar de reconocer sus aptitudes  musicales en el trío Tevarqui. Temo equivocarme porque ello lo sé sólo por referencia.

Enrique Vargas López es mi buen amigo, le profeso cariño por el gran respeto que ha tenido hacia mi persona, respeto que también ha recibido de mi parte.

Este miércoles 16 de mayo lo encontré por la calle Tlatelolco casi esquina con avenida México de la colonia de Infonavit El Mirador. Caminaba por la banqueta apoyado en cada lado por  adolescente. Serán sus hijos, pensé, pero caí en la cuenta que deben ser sus nietos. “Oscar”, me dijo. Quiubo, Enrique, como te sientes. “De la chingada”. En su extrema delgadez advertí en sus ojos una profunda tristeza. (16 mayo 2012)

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