Las necesidades fisiológicas de los operadores de servicio
Sergio Mejía Cano
19 de febrero de 2020
Si bien se dice que no es ético escribir en primera persona o de asuntos personales en una columna de opinión, en ocasiones es necesario para dar el matiz más adecuado a lo que se trata de explicar.
Voy en una combi del servicio de transporte urbano en donde el chofer va conversando con una persona que viaja en el asiento del copiloto. En cierto momento el pasajero que va al lado del conductor le pregunta que qué tal con las ganancias, a lo que el chofer le dice que es como en todo, buenos y malos momentos, pues como ahora que va prácticamente vacía la unidad, hay horas en que ya no cabe ni un alfiler. Y en cuanto a las ganancias alcanzo a oír que el conductor dice que hay veces que le salen hasta 700 pesos al día, 500 y cuando más mal le ha ido es cuando saca 200 pesos por turno, pero eso sí, bien perreado, porque tiene que fregarle desde las 06:00 de la mañana hasta las 21:00 horas.
Como nada más voy yo viajando aparte de la persona que va al lado del chofer, aprovechando un semáforo en alto, me inmiscuyo en la plática con la advertencia al conductor de que un metiche nunca queda bien, pero le digo que si puedo hacerle una pregunta, a lo cual accede el conductor de la combi. Entonces le pregunto que cómo le hace al momento en que le dan ganas de hacer una necesidad fisiológica, a lo que responde el chofer que lo hace en alguna gasolinera que le quede cerca o en el trayecto de la ruta. Le pregunto que si no tiene problemas con algún pasajero que se incomode por el tiempo, a lo que comenta el conductor que cuando ya es muy urgente, pues ni modo, pero que por lo regular le ha sucedido cuando ya se vació la unidad y aprovecha a veces hasta cortando ruta para ir a desahogar una o las dos necesidades imperiosas que por lo regular no tienen hora fija. Y si no hay de otra, pues se aguanta hasta que haya modo, tiempo y momento.
Con la idea de que los choferes de las combis la mayoría trabaja todo el día, al subirme a un camión de la ruta Mololoa, el conductor de la unidad es conocido mío, así que estando detenido en la Plaza Antigua, bajando y subiendo pasaje, una vez que se desocupa le pregunto cómo es su turno de labores, a lo que me responde que él entra a trabajar a las 11:00 del día, rinde a las 21:30, se va a descansar, saca tiempo a las 06:30 de la mañana y entrega la unidad a su relevo también a las 11:00 horas. Y añadió que hay otros compañeros que entran después de las 11:00, y así sucesivamente.
Esto me hizo recordar que cuando un servidor era niño y en cierta forma me involucré con el Sindicato Único de Trabajadores Automovilistas de Jalisco (SUTAJ), en Guadalajara, Jalisco, por medio de su Banda de Música, en donde la mayoría de sus integrantes aparte de músicos también trabajaban como operadores de servicio en la Alianza de Camioneros de Jalisco, y al menos uno de ellos era zapatero a la vez, pero no remendón, sino que hacía calzado a la medida con piel de cabra; y los turnos eran similares a los de aquí, pues entraban a medio día y entregaban la unidad a su cargo a su relevo 24 horas después; algunos entraban más temprano que otros después del medio día, rindiendo por la noche unos más temprano que otros y sacando tiempo por la mañana de acuerdo a la hora que rendían la noche anterior.
Este involucramiento con los choferes del servicio del transporte urbano en la Perla Tapatía, me hizo ver, saber y comprender que la mayoría de los choferes padecían casi de lo mismo: males renales, piedra en la vejiga y artritis en las manos, aparte de dolores musculares en cintura y espalda, malestares que se hacían más evidentes con la edad; y por si fuera poco, varios de los conductores de servicio que me tocó conocer acusaron diabetes debido a los sustos y accidentes. Incluso se llegó a saber de dos choferes que se vieron a punto de morir debido a peritonitis y todo por aguantarse las ganas de orinar y defecar. Y esto que los recorridos de los circuitos no llegaban a más de hora y media entre terminal y terminal, además que en todas las terminales, los choferes contaban con baños exclusivos, pero si las ganas de alguna o ambas necesidades fisiológicas les agarraba a medio camino, pues ni modo, algunos se aguantaban o con la pena, detenían el camión cerca o junto a una cantina.
Y aquí en Tepic lo que no se ve que tengan los choferes, es un servicio de baños porque algunas rutas ni terminales tienen, más que un punto determinado en la periferia de la ciudad en donde esperan el tiempo de su itinerario.
Sea pues. Vale.
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