¡Oh desilusión!
Oscar González Bonilla
06 de Septiembre de 2019
Loco de contento me dirigí al edificio de la clínica 25 del Instituto Mexicano del Seguro Social, en Tepic ubicada en las inmediaciones del paseo de La Loma, toda vez que por parte de persona integrante de mi familia que labora en la institución supe del cambio de la titular del consultorio 8 de medicina familiar.
Precisamente este 10 de septiembre actual cumpliré un año de no recibir consulta mensual, a la que estaba acostumbrado durante buen tiempo, por determinación de la doctora Silvia Chacón Sánchez. Pero la autoritaria orden dejó abierta la posibilidad de recibir consulta médica, si así lo requiero, mediante petición telefónica, o bien solicitar personalmente.
En aquella ocasión dije que me sentí defenestrado, porque más bien tuve sensación de expulsado que desahuciado. Sin enfermedad terminal, supongo, más no lo sé de cierto, transcurrió un año al margen de la necesaria revisión del médico. Algunos medicamentos que para atender males menores me recetaban y entregaban en el IMSS, hoy me veo obligado a comprarlos, más no así los de alto precio.
En fecha reciente, durante mis ejercicios matinales sufrí especie de tirón en la pantorrilla derecha. Luego fue la izquierda, misma que a pesar del reposo hasta de tres días, se vuelve a manifestar, al grado que me deja cojo por el dolor al caminar. Una y otra vez el tirón aparece en la pantorrilla izquierda luego de trotar durante buen tiempo. Personas que saben me aseguran es por falta de potasio. Pudiera ser. En el IMSS me prohibieron el suministro causa a problema renal.
Más que nada, ese desperfecto físico me alentó a acudir al Seguro Social. Pero además en mí se desarrolló la inquietud por saber si la doctora del consultorio 8 de la clínica 25 había sido cambiada. También desee testificar la existencia de desabasto de medicamentos, anunciada hasta el cansancio por opositores al gobierno de la cuarta transformación que preside Andrés Manuel López Obrador.
Como antecedente diré que entre paciente (yo) y la doctora Silvia Chacón Sánchez se registró ríspida situación en el propio consultorio 8 de medicina familiar de la clínica 25. Ese día como nunca otro, el edificio registró falta de suministro de energía eléctrica. Iniciada la consulta, la doctora recibió una llamada a su teléfono celular que contestó luego de esculcar en bolsa hasta encontrar manualmente el aparato. Terminó. Y enseguida me hizo saber no tendría acceso a mi archivo electrónico toda vez que la computadora no funcionaba. Me exigió la receta de la consulta anterior, algo inusual desde 1973 que estoy registrado como derechohabiente del IMSS. No la traigo, pues debe traerla. Dije que me interesaba sobremanera un medicamento, pero no supe dar el nombre cuando me lo pidió. Llame a su casa para que se lo digan, me sugirió.
En ese instante abandonó el consultorio, por cierto la doctora consulta a puerta abierta. Enseguida regreso, señaló. Llamé y me contestó mi hijo. En menos de un minuto tenía en mi celular la foto de la caja del medicamento (Someral/Alfa cetoanálogos de aminoácidos). Ella tardó alrededor de quince minutos en volver. Con base en la fotografía se puso de inmediato a elaborar la receta, pero en ese momento entra llamada a mi celular. Contesto a un compañero periodista, por cierto ya fallecido (Francisco Cruz Angulo). La doctora me reprochó haber atendido la llamada, cuando ella hizo lo propio.
Como lo estoy haciendo ahora, de aquella malhadada ocasión realicé una especie de crónica de lo ocurrido y la hice pública en mi página digital y en Facebook. Expresé que es agrio el comportamiento de la doctora, que su profesionalismo está muy alejado de la candidez que pregona la institución.
En días recientes acudí al establecimiento que en venta tiene comida china, mismo que se ubica en Tepic por la calle Veracruz entre Zapata e Hidalgo, sitio de ascenso y descenso de vehículos del servicio de transporte público. Cuando salía paquete en mano, hicieron su entrada mis amigos Octavio Campa Bonilla y Arturo Jiménez Soriano.
Ya en la calle Veracruz, camino a mi casa, distraído en acomodar dentro de la bolsa envases con sazonador líquido para evitar se tiren, a corta distancia un joven acompañado de una mujer me espetó algo que no logré escuchar, puesto que estoy más sordo que una tapia. Sin detener el paso, el muchacho replicó cuando me llevé la mano a la oreja en señal de no escuchar. La mujer lo jaló del brazo y sin frenar su andar, echada la mirada hacia atrás, el chavo asumía una actitud retadora.
Llegaron a la esquina de la acera en Veracruz e Hidalgo. El joven se apartó de la mujer, al parecer entró en uno de los negocios de la zona. Muy quitado de la pena cruce la calle rumbo a la Plaza Principal, y en ese momento pude observar el rostro de la mujer. Se me hizo cara conocida. Sin mucho pensar, me di cuenta enseguida que era la doctora Silvia Chacón Sánchez. Fue entonces que agarré la onda: me “cuchileó” al que considero es su hijo. Seguramente me mentó la madre. Por no escuchar me salvé que me metiera una putiza. Reflexioné que si me hubiera violentado, corro en el acto a pedir auxilio de mis amigos Octavio y Arturo. Por fortuna nada ocurrió.
El martes anterior de la presente semana fui a la clínica 25. Desde el patio de entrada vi atiborrada de pacientes, no se diga en su primer y segundo piso. Ninguna de las asistentes de consultorio que conocía ya no están. Me dirigí a la del consultorio 8, pero en ese momento atendía el teléfono. Hice varios movimientos y observé que el consultorio tenía la puerta cerrada. La asistente abandonó el asiento y hacia mí se dirigió: dígame, que se le ofrece. Con tarjeta de citas en mano, le contesté mi intención de recibir consulta. Todavía está la doctora Silvia Chacón, pregunté. Sí, contundente la respuesta. Oh desilusión. Entonces no, le dije. Me retiré de inmediato.
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