Mis cuitas y desvaríos en el IMSS
Oscar González Bonilla
19 de Junio de 2019
Desahuciado fui como paciente de la clínica 25 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) que en Tepic se ubica por el rumbo de La Loma; más bien, palabra que cuadra es defenestrado, para no sonar tan drástico, pues me sentí expulsado.
No se trata de un paciente terminal, cuando menos no percibo esa sensación.
Hace algunos años, con frecuencia acudía al servicio de Audiología en el hospital de zona, me parece que así le nombran al que se encuentra por la avenida Insurgentes al poniente de la capital nayarita, donde periódicamente era bien atendido por la doctora María Patrocinio.
Por razones de la edad, la Audióloga diagnosticó que mi oído del lado izquierdo había disminuido en 50 por ciento su capacidad de oír, mientras que sano se hallaba el odio del lado derecho. En ese ínter, la doctora Patrocinio llegó a la etapa de jubilación al cumplir años de trabajo que exige la institución para tal fin. Se fue.
Su lugar fue ocupado por joven Audióloga, cuyo nombre no recuerdo.
En aquel tiempo había sido yo operado para extirparme de la cabeza un tumor de dos centímetros y medio ubicado entre el nervio facial y auditivo, por fortuna no canceroso. El Neurocirujano originario de Acapulco, Guerrero, Gerardo Guinto Balanzar, a la sazón director del Hospital de Especialidades del Centro Médico Siglo XXI del IMSS en la Ciudad de México, donde fui intervenido quirúrgicamente, me advirtió que perdería el oído (lado derecho, el bueno) y quedaría con parálisis facial.
Ello motivó que en Tepic acudiera a Audiología para revisión, pero bastaron dos consultas con todo y estudios técnicos para medir mi capacidad de oír, tan sólo en un oído, para que la joven doctora relevo de María Patrocinio me indicara que no volviera, pero complaciente después dijo que si requería lo hiciera pasados seis meses. Hace más de 18 años no regreso, pese a un permanente zumbido en el oído del lado derecho. No le hago aprecio sino ya hubiera enloquecido.
En el mismo hospital general, enviado desde la clínica 25, fui atendido en Urología para revisión de próstata. Luego de estudios de laboratorio se descartó la presencia de cáncer. A cambio me suministraron medicamento llamado Tamsulosina, usado en el tratamiento sintomático de hiperplasia benigna de próstata, mismo que consumí durante tres años, dizque para evitar la inflamación. Llegó el tiempo que en la clínica de mi adscripción me suspendieron la entrega del medicamento por considerar no ser necesario.
Hace más de tres años, con motivo del Día del Padre aproveché oferta en el precio de un paquete de exámenes en un laboratorio particular que incluía estudio del riñón. El resultado, que a mi simple vista no presentaba mayores complicaciones, lo llevé para su análisis a la doctora María Guadalupe Soltero, quien me concedía excelente atención en medicina familiar.
Ella me dio la mala noticia de insuficiencia renal. De nueva cuenta fui a parar al hospital general de zona con el especialista en Nefrología. Sin más, me recetaron tabletas que en la caja que contiene 100 de ellas dice ALFA CETOANÁLOGOS DE AMINOÁCIDOS. Luego de acudir a revisión con tres especialistas, pasado el tiempo el último de ellos afirmó la inexistencia de insuficiencia renal, muy lógica fue su definición al señalar que por la edad el riñón ha disminuido su capacidad de funcionamiento. Ordenó suprimir la ingesta de las tabletas grandes y de color amarillo.
Jubilada María Guadalupe Soltero, actualmente su lugar en el consultorio 8, turno matutino, de la clínica 25, es ocupado por la doctora Silvia Chacón Sánchez, quien al observar, en apariencia, la presencia de enfermedad alguna decidió cortar por lo sano.
Sin saber dicha determinación, cuando en mi tarjeta de citas me enteré que no me fijaron fecha para la siguiente consulta mensual, le hice ver a la joven asistente de consultorio. Me dijo: Así me lo indicó la doctora. Si usted requiere consulta médica puede solicitarla por teléfono, Internet o personalmente acudir a la clínica.
La atención será preferente a personas enfermas de diabetes, hipertensión y embarazadas. Ya me chingué, me dije para mis adentros, pues yo ni diabético, ni hipertenso, mucho menos embarazado. Sea por dios.
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