“Shanghái” y su familia de artistas
Oscar González Bonilla
13 de Junio de 2019
Para mi madre, doña Hilda Bonilla Guerrero, a cinco años de su fallecimiento.
Entre los filarmónicos nuestros el sentimiento de dolor penetró muy dentro al saber la muerte de Melitón Hernández Contreras, quien tenía 41 años de edad, vocalista y además director del grupo Koritas Musical.
Melitón murió ahogado en la zona de la presa de Aguamilpa cuando en horas de la madrugada la sobrecarga hizo zozobrar la lancha, en la que intentaban ir del poblado El Floreño a cierto embarcadero. Para acabarla de amolar, dice la información que Hernández Contreras llevaba a la espalda una pesada mochila que terminó por hundirlo en la profundidad. El cadáver fue rescatado tres días después de la desgracia.
Vino al recuerdo los músicos integrantes de mi familia. En primer lugar mi padre Donaciano González González, mundialmente conocido como “Shanghái”, baterista de categoría; mi hermano César Donaciano González Bonilla, cantante de los buenos; mis sobrinos Roberto Carlos, Jair Amaury y Juan Manuel González, el primero intérprete, el segundo baterista y el tercero bajista, todos chingones, es decir, muy buenos.
A mi mente agolparon pensamientos sobre sucesos opuestos, tragos amargos que ellos habrán sabido sortear, excepto mi padre que murió en 1987, en su largo peregrinar por su trabajo artístico, en principio por la escasez de presentaciones, quehacer musical discontinuo que provoca en la mesa no haya todos los días comida para los hijos en cantidad que los padres desean. Hay días de chamba y muchos más sin ella.
En casa sí hay más artistas, ejecutantes de guitarra y cantadores, mas no dedicados a la venta de su arte sino más bien para consumo doméstico. Tertulias, fiestas de cumpleaños, convivencias familiares, entre otras, son bastante bien amenizadas.
De los primeros en mención desconozco, porque no me lo han contado, tal parece que forma parte de su vida muy privada, qué situaciones de riesgo donde haya estado en peligro su vida han sufrido. Porque debe haberlas, habida cuenta que sus quehaceres son por tradición en las noches y hasta el amanecer, con frecuencia en condición hostil por la ingesta de alcohol por parte de los enfiestados. Otras posibilidades de desgracia se registran cuando durante la noche viajaban en vehículos apropiados por carreteras de la entidad, el país y el extranjero, sobre todo en Estados Unidos.
Lo que sí sé, porque mi madre, doña Hilda Bonilla Guerrero me lo contó es que a mi padre Shanghái en la zona roja de Tepic intentaron asesinarlo a puñaladas, pero como pudo se defendió al poner la tambora de por medio, en la que un energúmeno sujeto descargó toda su ira, el cuero fue perforado a navajazos. El motivo de la agresión no lo recuerdo, al parecer tuvo sustento en que el borracho encolerizó al momento de exigirle pago.
Muy niño a mi padre de Zapotanito, municipio de Santa María del Oro, a Tepic lo trajo su madre, doña Juana González Polanco, para incorporarse a la familia Cervantes, originaria de aquella cabecera municipal (con quien guardaban parentesco) y vivían en la esquina de las calles Amado Nervo y Querétaro. La familia Cervantes fundó una de las primeras orquestas que hubo en la capital nayarita.
Cuando Donaciano González “Shanghái” al menos tenía 16 años de edad con habilidad empezó a ejecutar la batería, gracias a las enseñanzas que recibía en casa, al mismo tiempo obligado a aprender el solfeo, es decir, conocer la técnica de lectura de una partitura musical. Desde entonces empezó su incursión en la música de orquesta y por consecuencia desde esa temprana edad a tocar en centros sociales, pero también en casas de mala nota.
Al paso de los años, con mucho más experiencia y mayor calidad en la ejecución del instrumento de percusión, “Shanghái” formó parte de orquestas como La Popular, Bohemia hasta llegar a la Moderna. En esta última permaneció varios años, pues se logró conjuntar un grupo de músicos de extraordinaria calidad. Pasó la estafeta de la representación a Vicente Bonilla, un saxofonista venido de Guadalajara, Jalisco, a quien mi padre, siempre de buen corazón, ofreció su mano amiga dentro y fuera de la música. Vicente Bonilla, como representante de la orquesta Moderna le dio a ésta la grandeza poco conocida en la época de los 60’s.
Mi padre dejó la orquesta Moderna y fue a formar parte del conjunto Los Satélites que cobró fama en todos los estratos sociales de Tepic, trascendió además a los diversos municipios de Nayarit y entidades de nuestro país. Integrantes de Los Satélites fueron Gabriel Ramos (saxofonista de gran clase y arreglista reconocido nacionalmente, oriundo de Jala), Salvador Sánchez “El Bigotes” (guitarra eléctrica), Donaciano González “Shanghái” y Ricardo Durán Rodríguez “Richard” (órgano eléctrico). Los cuatro ya fallecieron.
Richard trabajó durante los últimos años de su vida en una cantina, “en un barecito chiquito”, donde la mayoría de los clientes eran sus amigos, atentos lo escuchan, le piden canciones, “y por supuesto me las pagan, porque no les perdono”. En entrevista me dijo que el bar se llama “El Obrero” en Tepic, ‘es una cantina a la que tu papá (de quien esto escribe, Donaciano González “Shanghái”) me llevó por primera vez, por cierto a curármela. Ahí me llevó tu papá, pero a la vuelta de 55 años ha cambiado mucho, y ahí estoy, en las tardes un ratito, porque no creas que estoy mucho tiempo, unas dos horas cuando mucho’. Frisaba los 75 años de edad.
Con Los Satélites a instancias de mi padre me tocó viajar a Puerto Vallarta, Jalisco, cuando yo tendría alrededor de 15-16 años de edad. Abordamos un autobús de pasajeros en Tepic con destino a Compostela, en cuya terminal transbordamos. Viajamos de noche por camino de terracería, para colmo al viejo camión de transporte se le ponchó una de las llantas traseras. El recorrido de Tepic a Puerto Vallarta tardó más de 12 horas, llegamos al amanecer.
Los Satélites trabajaron durante meses por contrato en el hotel Tropicana, ubicado en la playa de los Muertos, era de los pocos considerados en la época de tres estrellas o más, bastante preferido por el turismo estadunidense. En los más de ocho días que permanecí en el lugar, famoso porque ahí se había filmado la película La noche de la iguana con Elizabeth Taylor y Richard Burton, bastante me divertí en el bar del primer piso frente al mar escuchando música y viendo bailar con gran soltura a parejas de gringos, sobre todo aquella canción que en español tiene el título de “Volver a empezar” (Beguin the Beguine) y que a ellos mucho les agradaba, “Brasil” y muchas más.
Hasta aquí parte de esta historia que para nadie podrá tener importancia, pero para mí mucho significativo, continuaré cuando las circunstancias lo ameriten.
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