Tepic, Nayarit, martes 03 de diciembre de 2024

La maravillosa y asombrosa clave Morse

Sergio Mejía Cano

26 de Marzo de 2019

Existe un eslogan que he oído y leído a lo largo de mi existencia, y dicha frase dice que “Viva la Gran Familia Ferrocarrilera”, y esto se confirma cotidianamente cada vez que se encuentra uno con compañeros ferroviarios que, si bien se dice que las amistades que se hacen en la infancia son las que más perduran, también las que se hacen en el trabajo quizás sean las que más perduran.

Este pasado sábado 23 del presente mes de marzo asistí a un convivio convocado por trabajadores ferrocarrileros de mi generación y más allá, en donde prevaleció la magia de que al ver a compañeros a los que tenía más de 20 años sin ver ni tratar, al encontrarnos fue tal y como si hubiese sido ayer cuando nos habíamos visto.

Por un momento pensé que era nada más a mí que esto era lo que me pasaba; sin embargo, los demás compañeros, así como sus señoras esposas también conocidas de toda la vida, comentaron que parecía que fue ayer cuando dejamos de mirarnos y que al volvernos a ver era como si no hubieran pasado esos más de 20 años sin tratarnos.

Nos reunimos compañeros de diferentes ramas que existieron en el ferrocarril, tales como de alambres, transportes y del taller. De la rama de trasportes se contemplan tanto locomotoristas como trenistas, y de alambres los telegrafistas, jefes de estación, así como despachadores, y fueron estos últimos los que se llevaron las palmas por su don de captar los sonidos de rayas-puntos-rayas y transformarlos en palabras precisamente gracias al telégrafo. Sistema de la maravillosa clave Morse que aún hasta mediados de los años 80 del siglo pasado movió miles de trenes.

Así que ahora en esta reunión no faltaron voces que le dijeron adiós a este extraordinario uso de comunicación debido a la tecnología en esta cuestión; sin embargo, un compañero nos dijo que uno de sus hermanos que ya tiene años en el vecino país del norte le había dicho que uno de sus hijos ya nacidos allá y que estaba en las fuerzas armadas le había dicho que en ciertos sectores de los marines y de la fuerza aérea aún se les imparten clases de la clave Morse previniendo algún tipo de falla en las nuevas tecnologías de comunicación, ya que se les hace golpear y comunicarse a través de golpes y luces intermitentes, respectivamente, que significan precisamente comunicación, palabras y entendimiento con base en esos sonidos y luces.

En este alegre convivio entre personal ferrocarrilero, la mayoría ya jubilados y pensionados, alguien puso a disposición de los telegrafistas un aparato ex profeso en el que recordaron viejos tiempos y sobresalió la sorpresa de que lo que bien se aprende jamás se olvida. Si bien hubo compañeros telegrafistas que tenían los dedos entumidos por haber pasado más de 20 años sin práctica, en cuanto estuvieron frente al aparato trasmisor, esa entumida de dedos pasó a la historia porque se pusieron a emitir palabras mediante la excelente clave Morse como si nada, tal y como si jamás hubieran dejado de trasmitir esos maravillosos sonidos que tantos trenes movieron a lo largo del uso de esta clave en los ferrocarriles.

Lo más llamativo de este asunto de los compañeros telegrafistas, muchos de los que llegaron a ser jefes de estación y hasta despachadores de trenes, fue que la mayoría de ellos desde niños sus papás se los encargaron a los jefes de estación en lugares apartados en donde prevalecían las cuadrillas de trabajadores de vía y estructuras con la finalidad de que les enseñaran el telégrafo, a documentar y llevar cuentas de estación, por lo que muchos de aquellos niños a los 16 años de edad ya trabajaban en el ferrocarril como telegrafistas y llegando con base a su estudio a ser jefes de estación posteriormente a despachadores de trenes. Y, como bien se dice que lo bien aprendido jamás se olvida, en esta reunión nos dieron una pruebe de esto al ponerse a trasmitir entre ellos varios textos de palabras ferroviarias, obviamente después de saludar y presentarse por este medio.

Lo asombroso de estos compañeros es que la mayoría aprendió a escribir en máquina usando únicamente uno o dos dedos de cada mano y en forma por demás vertiginosa, ya que no acudieron jamás a una academia para aprender a escribir en máquina sino que en la marcha de su aprendizaje supieron a la vez de estar oyendo las rayas y puntos escribir lo que oían. Porque como resaltó la mayoría de los telegrafistas, el problema no era trasmitir, sino oír e interpretar los sonidos so pena de hacer chocar a algún tren al escribir erróneamente.

Sea pues. Vale.


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