Chisgarabís
Oscar González Bonilla
06 de Febrero de 2019
Tuve necesidad de asistir a la Fiscalía General de Nayarit para atender un asunto judírico, dijera Miguel “El Cora” Arvizu, líder de comuneros en nuestra entidad, ya fallecido.
Abordé, como de costumbre, el camión del transporte de servicio público que cubre la ruta Llanitos-Mololoa en el cruce de la avenida Allende y Veracruz, aquí en nuestra capital Tepic. Eran minutos antes del mediodía. El vehículo iba lleno hasta la madre, por tanto de pie en el viaje de arranque.
Folder con documentación en mano, al hombro bolsa con herramientas de trabajo reporteril, con brazo estirado a lo alto para alcanzar el tubo pasamanos y al volante del camión un joven impetuoso, entonces la conducción precipitada. Hubo momentos que perdía el equilibrio, pero evitaba caer al topar con cuerpo de jovencita secundariana con mochila a la espalda.
En el trayecto se presentó la oportunidad de conseguir asiento. Una vez arrellanado había que soportar el estruendoso ruido que provocaba el roce de las viejas balatas cada vez, fueron muchas, que frenaba el camión. Pero lo sabroso fue la vibración sentida en las nalgas.
Llegué al edificio de la Fiscalía y directo me fui en busca de la licenciada adscrita a la Unidad de Soluciones Alternas en Materia Penal. Me atendió de muy buena manera, pero sólo para indicarme que la contraparte no compareció tal y como estaba convenido, cometió desacato. Habrá que esperar nueva cita. Y otra vez el sufrido viaje en el transporte de servicio público.
No soy persona normal. Tengo deficiencias físicas a consecuencia de intervención quirúrgica para de la cabeza extirpar un tumor, asentado en nervios fácil y auditivo. Después de ello quedé con parálisis facial y perdí totalmente el audio del oído derecho, esto último provoca pérdida de equilibrio.
Las personas en las diversas oficinas no tienen suficiente paciencia para tratar al medio sordo. Se molestan cuando observan que me quedo atontado porque no escucho lo que me dicen. Es entonces que a mi mente llega la reflexión que como especie de regaño me hacía mi amigo Arturo “El Guacho” Zúñiga, fotógrafo de Prensa del gobierno del Estado, también ya fallecido: “Tú, cabrón, aparte de ciego y sordo estás pendejo”.
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