Con cincel y martillo ha forjado inmensa obra
Oscar González Bonilla
06 de Enero de 2019
(Segunda y última parte)
De entrada acepta que el trabajo de escultor le deja dinero para vivir bien, pero enseguida reflexiona: “No te da mucho porque los materiales son muy caros, y luego el tiempo cuesta mucho, al artista lo que más le cuesta es el tiempo”. Justamente, expone, le acaban de pedir hacer una maqueta de Francisco Villa y su cabalgadura, la que tardará en elaborar cuando menos un mes, mientras que en la figura ecuestre completa alrededor de seis meses. El tiempo del trabajo invertido en la maqueta, no se lo pagan. Aunque vive al día, esa situación no le preocupa porque recibe su pensión de jubilado, además algo le cae para irla pasando, pero el arte de la escultura “no te da para hacerte rico”.
Fernando Campos Dorado dice ser el creador del proyecto de muralización de la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN), y no sólo eso, sino que su idea cundió por todo el país. Recuerda que al inicio de la década de los ochenta acudió por invitación a Taxco, Guerrero, donde se realizó reunión nacional de jefes de departamento de cultura de la Secretaría de Educación Pública, él lo era en Nayarit. Cada uno recibió copia del proyecto, mismo que ya había puesto en práctica el escultor y pintor en las escuelas primarias de Nayarit. Pintura efímera, la llamó originalmente. “Fue un exitazo, porque en todo el país se pintó mural. A cualquier parte de México que vayas, encuentras murales en las bardas de las escuelas, producto del proyecto que presenté en Taxco”.
Pero también en nuestra entidad tuvo auge. El propio Campos Dorado confirma que pintó cincuenta y ocho murales en Nayarit. Para el efecto se coordinó con los maestros de cuarto, quinto y sexto grados de primaria para seleccionar alumnos con facultades para la pintura. Dirigió brigadas de cuatro, cinco y hasta diez muchachos que aplicaban sus conocimientos bajo la estricta supervisión del maestro Fernando. “La virtud de este proyecto, es que la gente cuando participa en algo, lo cuida”.
Cuando el director de Difusión Cultural y Extensión Universitaria de la UAN, Octavio Campa Bonilla, conoció por voz de Campos Dorado el plan puesto en práctica en primarias, a aquel se le prendió el foco y a éste pidió lo realizaran en muros de las escuelas universitarias ¡Órale! Bien encuadernado le presentó el proyecto para la ejecución de la obra, y el propio Campa Bonilla lo llevó a la Dirección de Apoyo a la Difusión e Investigación Científica de la Subsecretaría de Educación Superior de la SEP, en la ciudad de México y se lo autorizaron. Campos Dorado sostiene que la Universidad Nacional Autónoma de México ya conocía ese proyecto, pues después de presentado en Taxco, Guerrero, personal de la UNAM vino a entrevistarse con el autor para saber de éste el manejo apropiado del programa, incluso les entregó un ejemplar.
Dinámico como es, Octavio Campa Bonilla echó manos a la obra. En aquel tiempo invitaron a participar en el proyecto a jóvenes como Juan Lamas, Pedro Casant, Víctor Sanger, Jorge Brizo….”juntamos al grupo de locos que en esa época andábamos pintando cosas”. Fernando Campos Dorado pintó el mural de la Facultad de de Química con temática sobre el Materialismo Dialéctico, “desafortunadamente lo tumbaron”. También lo hizo en Odontología, “este alguien lo retocó, no sé quién, pero ahí está”. Tarde presentaron su plan de trabajo Jorge Ochoa y Francisco Chávez, aunque el primero pintó mural en alusión al asesinato a balazos de tres trabajadores de la UAN el 20 de febrero de 1979.
Campos Dorado en 2010 decidió asistir a un curso sobre escultura en Málaga, España. Durante su estadía del lugar sede se desplazaba a otros sitios, entre ellos Sevilla y Córdoba. Enfadado de sólo escuchar peroratas, abandonó el curso para visitar museos. “Me dirigí del Mar Mediterráneo hasta el estrecho de Gibraltar, me fui pueblo por pueblo, visité pueblos árabes…todo, todo, desde Marbella hasta Almería, en las cercanías con Italia. Regresé a Málaga y desde ahí me fui a Madrid, donde permanecí más de un mes visitando museos. También estuve como dos meses en París, siempre con mi enorme interés de visitar museos, que los hay maravillosos. Me regresé, la verdad porque andaba muy cansado, me aventé entre cuatro y cinco meses de patalarga, pero fue una experiencia muy bonita”.
Aprendió mucho de su incursión por Europa. Por ejemplo, dos días pasó en el museo Del Prado observando una pintura de Velázquez, mirando minuciosamente las pinceladas. También analizó el realismo en la obra de Miguel Ángel, artista al que considera “lo máximo en la historia, yo lo respeto, lo quiero y lo adoro”. Rembrandt, Vincent Van Gogh y otros impresionistas no escaparon a la juiciosa mirada de Campos Dorado.
Cuenta que desde Tepic pensó siempre ir a Europa con la gran ilusión de bañarse en el Mar Mediterráneo, “fue lo primero que hice”, estar en la Puerta de Alcalá de Madrid y visitar pueblos. Destaca una muy buena experiencia: fue a Sevilla a visitar un amigo pintor que quiere mucho, de apellido Murillo. Cuando casi regresaba después de tres días de permanencia, platicó con un señor sevillano, quien le mencionó un pueblo cercano con museo de escritor nativo de allí. Se trata de un personaje como el Amado Nervo de ustedes, le dijo. Allá se dirigió en camión y lo llevaron al museo, gran gozo le causó estar en la casa del escritor Juan Ramón Jiménez, autor del libro Platero y yo, joya de la literatura española que Campos Dorado leyó cuando tenía catorce años de edad, cursaba la secundaria.
En Estados Unidos, Campos Dorado decidió ir a Santa Fe, Nuevo México. Es de la opinión de que cuando llega a un pueblo, lo primero que hace es relacionarse con artistas plásticos y escultura para aprender novedades. De esa manera conoció a un escultor que posee una galería muy grande. Explica que Santa Fe es la segunda ciudad más importante en artes visuales de los Estados Unidos, por encima de Nueva York y Chicago. Existen como quince cuadras, “puerta por puerta es una galería de arte. Hay diez museos tan espaciosos que abarcan la superficie de Palacio de Gobierno y la plaza hoy llamada Bicentenario de Tepic. Es una exageración, puedes pasar día y noche y no terminas por recorrer aquel mundo de arte”.
“Fue así como conocí a este muchacho escultor –visitando galerías-. Cuando llegué hacía unas figuras de gran dimensión. Le pedí me diera trabajo, pero como no hablaba inglés a través de un traductor centroamericano me dijo que ahorita no tenía. De lo que sea, le rogué; y de lo que sea se trocó en barredor del taller ¿y por qué no hacerlo? Si mi taller en Tepic yo lo barro. Mi interés era adquirir nuevos conocimientos. Y si, aprendí muchísimo”. Fernando, además de limpiar la basura producida durante el trabajo de cuatro escultores, acomedido les ordenaba la herramienta. Comenta que él forja sus figuras por medio de cincel y martillo, mientras allá utilizan maquinaria eléctrica. Un día de esos faltó a su chamba uno de los ayudantes que a su cargo tenía la elaboración de una águila como de metro y medio de altura.
La figura estaba debidamente trazada, sólo había que quitarle lo que le sobraba. Campos Dorado pidió al traductor le dijera al maestro escultor que él terminaba el águila, pero desconfiado se negó. Se acercaba la fecha de entrega y el ayudante responsable seguía sin asistir, por tanto aceptó que Fernando entrara al quite. “La figura de piedra como de mármol, más bien alabastro, más blando, por tanto con la maquinaria eléctrica me puse a trabajar con mucho cuidado, despacito, empecé a tumbarle, no’mbre, sedita como si fuera jabón. Estaba emocionado, casi ni cuenta me daba que el maestro pasaba a cada rato. Se acercó y me dijo: Okey, amiguo, okey ¡Ya chingué! Tardé un mes en terminar el trabajo, figura a la que imprimí mi propio estilo, que en Estados Unidos es diferente. Pero lo saqué del apuro”.
Gustó el trabajo de Campos Dorado, razón de asistir a Santa Fe cuantas veces fue requerido vía telefónica por el maestro estadunidense. Ha dejado de hacerlo casi doce años causa a infartos cardiacos, producto de la exagerada ingesta de tequila, así como chupar (calada) y despedir el humo de cigarrillos en cantidad sin límite. “En marzo de 2010 me dio el primer infarto, en mayo siguiente el segundo, ya me andaba yendo. Fumar es un suicidio lento, pero seguro”. Mucha dificultad le costó dejar de fumar. Además hoy está sometido a un estricto régimen alimenticio, y a sus 74 años de edad goza de relativa buena salud y amplio deseo de seguir con vida, le queda mucho por hacer, es tan productivo que se encierra días enteros, sin salir de día ni de noche, para crear obra pictórica y escultural.
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