Las playas que fueron
Sergio Mejía Cano
07 de Septiembre de 2018
Ahora que salió en las redes sociales un audio que también reprodujeron algunos portales informativos en internet, en donde supuestamente la voz femenina que se oye es la de la hoy flamante senadora por el PAN Gloria Elizabeth Núñez Sánchez; y además, por el conflicto de una aparente privatización del estero La Lancha, en Punta de Mita del municipio de Bahía de Banderas, vuelve a la memoria la participación de esta señora en la Cámara de Diputados cuando presentó una iniciativa de ley para que se pudieran vender las playas mexicanas y zonas fronterizas al capital privado.
Desde luego que de inmediato hubo analistas que dijeron que dicha iniciativa no era del todo producto de la entonces diputada del PRI, Gloria Núñez, sino más bien del coordinador de esa bancada priista de diputados, Manlio Fabio Beltrones Rivera, quien pretextaba para hacer posible esta venta de playas mexicanas y terrenos fronterizos, que de todos modos ya les pertenecían al capital privado, sobre todo extranjero a través de prestanombres, así que para de una vez legalizar lo ilegal, mejor privatizar abiertamente las playas. Obviamente que no lo dijo en estas palabras, pero al menos mi obnubilado cerebro así lo entendió, porque el fin ha justificado los medios, ya que ahora son menos las playas no nada más nayaritas, sino de la mayoría de las costas a lo largo de ambos lados del país en donde los mexicanos podemos bañarnos en sus aguas.
Han aparecido videos por ejemplo de Cancún en donde llegan bañistas a determinada playa y se topan con que ya está enmallada y con vigilantes que les impiden el paso con el argumento de que ya es propiedad privada; sin embargo, para no ir tan lejos, conocí a un comerciante ribereño que comentó que tenía un pequeño terreno cercano al Mar en la costa nayarita, y que cierto día cuando llegó a ver sus tierras se encontró que estaba cercado con malla ciclónica y con gente armada cuidándolo. Como este comerciante no recordaba haber contratado a nadie para que cercara su terreno y menos personal armado para cuidárselo, le extrañó sobre manera, así que al acercarse a los individuos armados, estos le dijeron que ahí no tenía nada que alegar con ellos, que acudiera a determinado lugar. Y esto le sirvió para darse cuenta que no nada más él se estaba quedando sin su terreno aledaño al Mar, sino que varios parceleros (sic) estaban sufriendo lo mismo: despojo de terrenos. Aclaro que esto me lo comentó este comerciante, así que de ser verídico tendría que investigarse muy a fondo para que en esa investigación también salga a flote qué es lo que está pasando con el estero de La Lancha, porque tiene todos los visos de que hay algo turbio ahí aunque la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA) alegue precisamente que es por protección (¿a qué o quién?) al entorno ecológico el hecho de haber interrumpido el paso a las personas que habitualmente visitaban este lugar.
Y si bien ahora es la PROFEPA la que determina lo que sí y lo que no afectará al medio ambiente, anteriormente el pretexto era la expropiación por causa de utilidad pública; pero como esa utilidad pública jamás se ha visto que beneficie a los sectores más desfavorecidos de la población, ahora es la protección al ambiente la que se encarga de entregar terrenos que dizque con el afán del progreso no importa que se dañe la flora y la fauna y el hábitat de miles de especies que ancestralmente han morado en los terrenos en donde hoy en día se asientan grandes emporios turísticos que a la población en sí, nada benéfico les ha traído más que mirar con pesadumbre cómo en los terrenos que antes fueron de ellos, ahora se levantan lujosos hoteles en donde si bien les va, pueden entrar como trabajadores del mantenimiento de esos enormes inmuebles de alquiler.
Lo que resulta extraño es que para muchas nuevas generaciones esto de los despojos en aras del progreso se les hace bien, aunque se les haga ver que los antiguos propietarios y habitantes de ejidos, pueblos pesqueros y terreno aledaños al Mar se hayan visto en la necesidad de tener que emigrar al norte del país o a las ciudades de su entidad para buscar otra forma de sustento de vida, aun así están de acuerdo por aquello de las divisas e inversiones que generan empleo; empleo, sí, pero con salarios miserables. Además, esas divisas se regresan al país de donde son los dueños de las grandes cadenas hoteleras sin dejar casi nada aquí más que pura contaminación pura y daños al medio ambiente. Pero en fin. Sea pues. Vale.
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