Tepic, Nayarit, sábado 23 de noviembre de 2024

La lucha contra el narcotráfico inmoviliza al pueblo

Octavio Camelo Romero

13 de Agosto de 2018

¿Qué podemos decir sobre el rápido deterioro de la vida democrática que en la década anterior distinguió a algunas sociedades? Y ¿por qué es relevante este tema?

La relevancia de esta temática se debe a que a partir del primero de diciembre del 2018 rendirá su protesta de ley Andrés Manuel López Obrador como Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, e iniciará formalmente la cuarta transformación política del país. Sin embargo se escuchan voces de que se avecina un presidencialismo peor que el superado, un centralismo político en grado extremo, una consecuente desaparición de la tímida autonomía de los otros dos poderes, etc.

En México primero con la “guerra contra el narcotráfico” y hoy probablemente con la “lucha contra la corrupción”, al igual que con el síndrome del “Estado seguro” o de la “seguridad nacional”, se restringen cada vez más los derechos y libertades, ciudadanos, impidiendo la vida del débil y complejo tejido social que permita encontrar soluciones populares y plurales a las necesidades individuales y colectivas de la sociedad. Se corre el riesgo de tener un poder ejecutivo sobredimensionado con atributos extralegales, se pone en entredicho la viabilidad de los equilibrios que obstruyan la emergencia de un Poder que inhabilite o reduzca al mínimo la división de poderes. La peligrosa antesala de una presidencia oligocrática.

En México difícilmente existe la democracia. Más que democracia, existe oligocracia. Por ser dos sistemas de gobierno diferentes, conducen a resultados diferentes. La democracia, que es lo que debiera existir porque así lo exige la Constitución, promueve la cultura y la economía; la oligocracia, que es lo que existe actualmente, promueve la miseria cultural y económica. Demo-cracia significa gobierno del pueblo. Oligo-cracia significa el gobierno de unos pocos, que es lo que existe actualmente. Con la oligocracia el pueblo ni es soberano ni dueño de su propio destino, es un juguete en manos de los líderes de los partidos políticos y de la oligarquía financiera e industrial a la cual sirven.

No es la primera vez que la “democracia liberal” pasa por una crisis. También la tuvo en los años 20, y en aquella ocasión fue antesala de la emergencia de los regímenes totalitarios y fascistas, de los cuales surgen como potencias la URSS y USA. Sin embargo, actualmente las cosas parecen distintas. Líderes políticos y empresariales parecen coexistir perfectamente con sistemas electorales que los legitiman dando la apariencia de una relativa pluralidad en la opinión pública y desde luego de una democracia convertida en mera fachada.

En el periodo de la posguerra, después de 1945, las democracias liberales de los años 20 fueron sustituidas por una nueva forma social de democracia, por esa conjunción que logró reunir a un orden representativo con la emergencia del Estado de bienestar. Y sólo hasta la década de los años 90 reapareció de nuevo el paradigma de la democracia liberal, esto es un régimen representativo dedicado a legitimar las formas más extremas de la explotación social capitalista. La misma conjunción que desembocó en terribles catástrofes a principios del siglo XX, parece destinada a desembocar en nuevos y, ciertamente, inéditos regímenes de excepción. Hoy se trata evidentemente de regímenes dominados cada día más por los poderes fácticos de las franjas financieras de mando, de Estados cada vez más policiacos y técnicas de control de la ciudadanía cada vez más sofisticadas. Y ante esta situación, ¿Qué le depara el destino a México? En fin.



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