Una tardía sacudida al árbol
Sergio Mejia Cano
05 de Julio de 2018
Bien se podrían interpretar como infortunadas las palabras dichas en conferencia de prensa por el presidente estatal del PRI Enrique Díaz López de que en su partido no tendrán cabida los corruptos, desleales y traidores, pues debido a la percepción que tiene la mayoría de la población sobre la clase política, lo primero que vino a la mente de esa inmensa mayoría es que en caso de aplicar esta medida, el PRI podría desaparecer casi por completo.
Sin embargo, quedó la duda de si lo dicho por Díaz López será únicamente a nivel local o en todo el país, ya que a nivel nacional nada se ha dicho sobre los Duarte, los Moreira, de Borges y de tantos otros militantes del PRI que ya jugaron en las ligas mayores y que están siendo severamente cuestionados por no haber aclarado muy bien las cuentas en cuanto a los recursos públicos otorgados para su administración.
Es obvio que tuvo que haber disgusto de gran cantidad de militantes por la imposición de los candidatos que compitieron en estas pasadas elecciones, pues coinciden varios analistas de que por el hecho de escoger un candidato externo al partido generó un trauma imposible de soslayar sobre todo en los militantes más antiguos por considerarlo algo inusitado en cuanto a que su candidato a la Presidencia de la República así fuera designado por el dedo mayor, siempre fue un militante priista que había ido escalando en la preferencia de ese dedo; y si bien últimamente se hacía la faramalla de una dizque terna entre connotados priistas para que de ahí saliera designado el candidato, de todos modos la militancia ya sabía quién sería el que abanderaría las siglas de su partido político. Pero el haber designado a un ente no afiliado y que además había trabajado en las administraciones panistas, fue un golpe muy duro muy difícil de sobrellevar por la mayoría, si no es que de todos los priistas.
Así que a los priistas resentidos no se les podría llamar simplemente como traidores, sino vengadores por las decisiones tomadas en las esferas partidistas porque todos los candidatos de arriba hasta abajo fueron palomeados por el dedo mayor, por lo que quienes esperaban que ahora sí les tocaba y se quedaron como las novias de rancho, es lógico que por más lealtad y disciplina que pudieran tener, el trancazo fue insoportable por lo que si bien muchos de estos militantes abiertamente mostraron su enojo, es probable que otros aparentaron tragar camote sin saliva mostrando una sonrisa y hablando bien de sus candidatos, pero por debajo del agua permaneció el encono que a la hora de la hora los hizo votar en contra de su propio partido.
Es obvio que se podría aplicar el dicho de que no son todos los que están ni están todos los que son, pero también se podría decir que ya no existen los políticos pobres de regidor para arriba. Así que para el dirigente estatal del PRI le espera una ardua tarea porque tendrá que señalar con pelos y señales a quienes considera deshonestos, desleales, traidores y desde luego a los corruptos, sobre todo a aquellos que llegaron a la política medianamente pobres o medianamente ricos y que hoy en día son casi potentados económicamente con gran cantidad de bienes muebles e inmuebles que, de haber trabajado en otra cosa que no fuera la política difícilmente tuvieran lo que hoy se presume que tienen, así que ¿por dónde empezar?
Debería de tener en cuenta don Enrique Díaz que este colapso en el PRI tendría que llegar tarde o temprano debido a que su partido se apartó completamente de las masas, de sus bases, pero sobre todo de sus estatutos e ideología original que lo apartó tanto que ha llegado a ser un partido elitista, una casta aparte en donde la chusma ya no tuvo cabida bajo ningún concepto más que para ser aprovechada con fines electoreros. Tomar en cuenta que el PRI se apartó de los postulados que fueron la base de su consolidación, que fue un partido emanado de una lucha social, fratricida y que costó mucha sangre dizque para que hubiera un mejor bienestar para los oprimidos de siempre; sin embargo, a lo que llegó últimamente el PRI fue a convertirse en lo mismo contra lo que luchó a principio del siglo XX, así que ahora no tienen por qué espantarse los priistas que su partido está agónico precisamente porque ellos mismos lo perjudicaron a tal grado que he aquí las consecuencias.
Los mismos priistas desde el primer momento en que vieron que tenían necesidad de hacer fraude para permanecer en el poder, debieron darle una buena sacudida al árbol.
Sea pues. Vale.
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