El fantasma del populismo asusta a Latinoamérica

El populismo latinoamericano y caribeño es un tema relevante para las ciencias políticas, no únicamente por su pasado sino por su presente. Hoy se dispone de un robusto cuerpo de ideas que nos permite abordar con cierta facilidad el resurgimiento de este fenómeno político. “En los últimos años, los pasos del populismo vuelven a resonar. Desde 1988 en México hay un retorno del cardenismo, en 1998 Hugo Chávez llega a la presidencia en Venezuela y en 2006 dos campañas electorales exitosas llevan a Rafael Correa y a Evo Morales a la presidencia en Ecuador y Bolivia. En Perú ese mismo año un populista agresivo, Ollanta Humala, se enfrentó a Alan García. Y en México el impulso populista de Andrés Manuel López Obrador lo llevó al triunfo en las pasadas elecciones presidenciales aunque no se lo reconocieron y hoy lo llevará de nuevo al triunfo el 1ero de julio del 2018. Hoy en día ya nadie duda que el populismo está de regreso.”

Los tratadistas históricos del populismo inscriben el fenómeno populista en el marco de la transición de una sociedad tradicional a una sociedad moderna. El populismo sería así un accidente del proceso de transición, algo no esencial. Sin embargo, se pueden rescatar algunos aspectos de los planteamientos históricos.

1 La presencia de un gran segmento de la sociedad conformado por una mezcla heterogénea de individuos procedentes de formas tradicionales, de grupos excluidos por la modernización, de estructuras aberrantes de proyectos económicos frustrados, de burocracias agraviadas,  de grupos étnicos en descomposición, de comerciantes ambulantes, de emigrantes desocupados, de trabajadores precarios y mil formas más. Se trata de una masa de población que vive su no contemporaneidad y su asincronía, llamada “pueblo” por los dirigentes populistas. El pueblo varía con el país y la época, y no solamente es una característica de la América Latina de los años treinta, cuarenta y cincuenta, sino que existe hasta nuestros días. Por lo tanto el pueblo no está ligado exclusivamente al proceso de transición, tiene una presencia permanente.

2 La rapidez y agresividad de la modernización y expansión del capitalismo en América Latina. No se trata de un proceso limitado a la transición de sociedades atrasadas a los procesos de acumulación capitalista, de la reproducción ampliada del capital con su consecuente industrialización, sin esperar a que la sociedad se prepare para los cambios. Estos cambios ligados a la globalización han madurado en las economías centrales e irradian velozmente su influencia hacia los países periféricos, dejando translucir la voracidad típica de las grandes empresas transnacionales.

3 La figura del líder carismático en los fenómenos populistas. El autoritarismo que suele caracterizar tanto a los movimientos populistas como a los regímenes que fundan, se asocia a la fuerza personal de dirigentes cuyo discurso suele ser una mezcla ideológica que gira en torno de la exaltación del “pueblo”. Por supuesto, la presencia de líderes políticos fuertes y carismáticos no es algo exclusivo del populismo. Lo que se ha observado como propiamente populista es el discurso ideológico del líder y las peculiares mediaciones que lo conectan con las masas que lo apoyan. Se trata de un discurso con fuerte carga emocional que apela directamente a la masa pluri-clasista y heterogénea agraviada. Pero, el movimiento tiende a organizar una compleja red de mediaciones de tipo clientelar.

Por estas y otras razones existe una enorme dificultad para definir el término de “populismo”. Incluso ciertos filósofos  dicen que es imposible definirlo, no podremos alcanzar una definición de populismo capaz de dar cuenta de un abanico tan amplio y variado de situaciones políticas. Si el populismo lo concebimos como el discurso que interpela al “pueblo” como sujeto, para oponerse al poder hegemónico, entonces habría populismo de izquierda, de derecha y de centro, y los 5 candidatos presidenciales serían populistas. En fin.