Tepic, Nayarit, sábado 23 de noviembre de 2024

Empoderamiento irreal

Lorena Orozco

18 de Marzo de 2018

Ahora que fue el día de la mujer escuché en todos los discursos nacionales y locales la palabra empoderamiento… que la mujer empoderada, que el empoderamiento de la mujer, y como que ya se me está haciendo mucho “empoderamiento”; luego, leyendo un periódico donde decía que el alcoholismo ha aumentado en un 15 por ciento entre las féminas, me dije a mi misma que la palabra aplicable es el empedorramiento de la mujer, ahí sí hay cifras, y hay dan detalles, de que las chamacas entre los doce y 18 años le entran con singular alegría…

Que las mujeres profesionistas (abogadas, periodistas, ejecutivas) se echan sus tragos toda la semana, y que al hacer una estadística entre los hombres, resultaron ganadoras las mujeres, porque lo que ellas toman entre semana, no se lo alcanzan a tomar los hombres en fin de semana. No pos guau, dijo el perro!

Chiquillas que no quieren quedarse atrás de los chiquillos que se meten el alcohol hasta por los ojos, y hasta ciegas andan quedando algunas…

Ya punto borrachas se vuelven muy atrevidas y le atoran a lo que venga; bailar encueradas, orgianizarse, entrarle a otras droogass, planear o ejecutar delitos, etcétera, etcétera.

Y luego las mamases se preguntan que por qué salió embarazada la chica, si la pobre no sabía ni cómo se llamaba…

Uy en mis tiempos!!! En el rancho donde vivían mis abuelos, si ellos nos llevaban al baile íbamos, si no, no. En la ciudad capital se usaban las tardeadas, y pasaban años pa que nos dejaran ir a una, y eso sí bien custodiadas, por alguien de respeto.

Yo tenía como 17 años, cuando me insistieron en que tomara una cerveza, era de cuartito, no me la acabé (es fecha que sigo preguntándome qué tiene de bueno) y duré borracha varios días.

A lo largo de mi vida he conocido unas dos o tres mujeres borrachas, y hombres muchos, pero como que me sigue impresionando más hasta la fecha el ver a mujeres con ese vicio, que a los hombres, aunque muchos y muchas aleguen que hay que buscar la equidad en todo.

He oído a mujeres automovilistas con un lenguaje digno de un carretonero, y a veces los hombres nomás mueven la cabeza porque se ve muy mal que un macho varón masculino le alce la voz o insulte a una fémina, y esa clase de “equidad y de empoderamiento” no me agrada tampoco.

Las cuotas de poder que antes se daban a las mujeres por compadrazgos, parentescos,  intercambios sersuales, o porque en realidad se los ganaban, ahora se dan por obligación, porque tienen que figurar determinado número de chicuelas en listas de candidatos o en instituciones gubernamentales, y esa no es equidad ni empoderamiento, es imposición.

Hace unos años, cuando Josefina Vázquez Mota, era la candidata a la presidencia de México,   ciertas políticas me hicieron el comentario de que no iban a llegar, porque el país no estaba preparado para que lo gobernara una mujer.

¿Pues no que el empoderamiento? ¿Pues no que la equidad? Por eso mismo no me interesan los cursos, ni talleres sobre la equidad de género, (disculpen ustedes) pero para unos esa perspectiva es algo vital, primordial y casi hasta obsesivo que sea conocido y aplicable a todas y todos, pero ahora mismo en nuestro país existe sólo una mujer gobernadora, y si nos ponemos a revisar hechos, ni existe tal empoderamiento ni tal equidad, porque las circunstancias políticas y sociales nos ubican en la realidad.

Así que, pese a la mucha saliva gastada, ríos de tinta empleada y los mejores deseos, estamos en este mundo matraca, donde lo ideal nunca irá a la par con lo real.


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