De las consignas a la constitución de un gobierno popular
Octavio Camelo Romero
19 de Diciembre de 2017
A la hipotética izquierda revolucionaria se le presenta una necesidad, además de objetiva, de naturaleza insoslayable. Por un lado, determinar el tipo de consignas que debe lanzar, por otro, diseñar el prototipo de sus acciones y prácticas que debe realizar, y, en tercer lugar, modelar el gobierno popular al cual pretende arribar. Esta problemática no es nueva, se le planteó a la III internacional comunista liderada por Lenin y Trotsky, antes de Stalin, en la perspectiva de la revolución proletaria en los países centrales de Europa, esto es, en Inglaterra, Alemania, Francia e Italia. Y fueron León Trotsky y Antonio Gramsci los que de manera consecuente con Lenin, Marx y Engels dieron respuestas a tales interrogantes. Hoy, se le presentan a USA y México los mismos cuestionamientos. Y uno más, ¿Cómo transformar lo imposible en posible? Por aquella creencia de la imposibilidad de un gobierno popular, ya no digamos proletario o un gobierno obrero.
El desarrollo de la táctica y la estrategia es una de las claves para el acercamiento a la solución del cuestionamiento de la revolución popular en los actuales países capitalistas del mundo globalizado. Desde luego que las condiciones contemporáneas son distintas a las vividas en la Europa de la III internacional comunista de Lenin y Trotsky, por lo cual, las experiencias de aquel entonces deben de verse como tales, como experiencias, y evitar hacer un traslape mecánico de ellas en la actualidad. Sin embargo siguen vigentes dos de sus interrogantes: Cómo ligar el objetivo político de la conquista del poder con las batallas tácticas y lucha por las masas? ¿Cómo quebrar la hegemonía burguesa y conquistar la hegemonía del proletariado para la revolución?
La actitud ante las estructuras sociopolíticas de los países capitalistas transnacionales y los regímenes capitalistas subordinados, no constituye un problema nuevo para el marxismo. Desde finales del siglo XIX se habían ido delineando tres grandes grupos de respuestas. Por un lado, la de abandonar los métodos revolucionarios y adoptar la democracia burguesa como vía e instrumento para el avance hacia el socialismo. En sus diferentes variantes, esta postura va desde el revisionismo de Bernstein pasando por el eurocomunismo hasta llegar a las caricaturas actuales del neorreformismo tipo Syriza.
Por otro lado, está la postura del rechazo-negación de la democracia burguesa de tipo “espontaneísta”, que va desde el “sindicalismo revolucionario” pasando por el izquierdismo hasta llegar en la actualidad en algunas versiones del autonomismo
Una tercera respuesta propone “combinar” la democracia burguesa con formas de democracia obrera tipo soviets, consejos o equivalente. Esta postura va desde Rudolf Hilferding hasta el último Nicos Poulantzas, pasando por Ernest Mandel, quien ensayó una variante de izquierda de este mismo planteo, y que llega en la actualidad a teóricos del trotskismo francés.
Desde la III Internacional dirigida por Lenin y Trotsky, se delineó un cuarto camino frente a la mayor complejidad del teatro de operaciones de la hegemonía burguesa, del parlamentarismo, de la fortaleza del reformismo, etc. A saber: el enriquecimiento del marxismo a partir de la apropiación crítica de lo mejor del pensamiento estratégico militar contemporáneo para lograr un desarrollo de la táctica y de la estrategia revolucionarias; entendiendo por táctica una especie de dirección de los combates parciales, y, por estrategia, la encargada de ligar los resultados de los combates al “objetivo de la guerra”, en este caso, el gobierno popular o la dictadura del proletariado. En fin.
Comentarios