Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

Lazarillo de Richard

Oscar González Bonilla

09 de Diciembre de 2017

Para Jorge Durán de Cedano con todo mi amoroso respeto

Richard llegó a Tepic, procedente de su natal Guadalajara, cuando frisaba los 20 años de edad, entusiasmado por la invitación a venir que le hiciera el también invidente, al parecer su paisano además, don Jesús Cortés y Barbosa para entonces (1961) exitoso empresario con la concesión de cinco radiodifusoras diseminadas en territorio nayarita, más popularmente conocida la XEOO por su música de pegue.

Ricardo Durán Rodríguez había cursado estudios en escuela especializada dada su condición de invidente de nacimiento, donde aprendió a tocar el piano, razón por la que don Jesús Cortés le consiguió trabajo en el restaurante-bar del hotel San Jorge, ubicado en Tepic por la calle Lerdo entre Durango y Puebla.

Fue en ese sitio donde se conocieron él y Donaciano González “Shanghái” (padre de quien esto escribe), por aquellos tiempos este último baterista de la orquesta La Moderna. Hicieron amistad, y desde ese momento mi padre le tendió la mano.

Richard, soltero aún, se hospedó en el hotel llamado Casa Blanca (nombrado así seguramente por añoranza de un hombre estadounidense que lo construyó y que radicó en Tepic), cuya ubicación en la capital nayarita fue en la colonia Mololoa por la avenida México entre 20 de noviembre y Prolongación Constitución. Era una pequeña finca de un solo piso, con alrededor de seis habitaciones muy modestas.

El lugar donde habitaba Richard quedó relativamente cercano al domicilio particular de “Shanghái”, calle 5 de mayo número 36 norte, detrás de la casa donde en el aquel tiempo vivía doña Carmen Sánchez (empresaria en ramo de la tortillería), quien fuera madre de Ney Manuel González Sánchez, destacado político que llegó a ser gobernador de Nayarit (2005-2011). Richard periódicamente acudía a la casa a desayunar, o bien a comer, siendo atendido por mi madre Hilda Bonilla.

Siendo yo un adolescente, recibí la orden de mi padre de acompañar a Richard a donde a él se le ofreciera. De esa manera acudía todos los días a su cuarto del hotel Casa Blanca para llevarlo a diferentes sitios de la ciudad para tratar asuntos de muy diversas características. Recuerdo que un día llegué cuando se bañaba y me pidió le dijera la hora. Ahí está el reloj sobre el buró, me dijo. Miré la carátula y vi puntitos en lugar de números. No le entiendo, le dije. Fíjate bien, ahí están los números, contestó. Y sí, alrededor de los puntos estaban los números, pero apenas perceptibles. Al reloj de pulso, él le levantaba la carátula y al tacto de las manecillas precisaba la hora.

A cambio de tantas veces que lo acompañé, Richard siempre sujeto de mi antebrazo, me compensaba con el pago de entrada al cine. Regularmente ambos íbamos al cine Azcona. Le platicaba una a una las escenas, no me molestaba, al contrario me causaba gozo, y debía ser así porque el músico escuchaba muy bien los argumentos de la película mexicana, tenía el sentido del oído superdesarrollado.

Sólo por algún tiempo fui su lazarillo pues Richard en Tepic conoció gente, hizo nuevas amistades, sobre todo por el ambiente musical en que se desenvolvía, formaba ya parte del conjunto Los Satélites (Salvador Sánchez “El Bigotes”, Gabriel Ramos y Donaciano González “Shanghái”, los demás integrantes) que tuvo bastante éxito por su preferencia desde su inicio en la década de los sesentas. Recuerdo que después una nueva amistad se hizo cargo de él, una joven mujer a quien nombraban Chepina, con quien posteriormente casó, pero no hicieron vida marital, al tiempo se separaron.

Ricardo Durán Rodríguez tomó entonces la decisión de unir su vida con María Elena Pulido (por cierto familiar de Pedro Pulido Alegría, nuestro compañero periodista ya fallecido), con quien procreó cuatro hijos, con uno de ellos, Jorge, conservo hace años entrañable amistad por su trabajo de camarero de años primero en el motel La Loma y en la actualidad en el café Diligencias. De cariño le digo Richard.

La vida de Ricardo Durán Rodríguez llegó a su fin a los 76 años de edad al parecer en las primeras horas de este sábado 9 de diciembre de 2017, luego de días internado en el hospital general del IMSS a consecuencia de un ataque cardíaco.

Desaparece un buen músico que durante décadas le dio realce a la actividad en Nayarit, pero además una persona con mejores sentimientos hacia la humanidad y de buen corazón, tanto que este su órgano no soportó más la carga de amor a sus semejantes. Le viviremos eternamente agradecidos.

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