Los más cobardes del género masculino
Sergio Mejía Cano
20 de Octubre de 2017
Había una vecindad en el barrio en donde crecí en la ciudad de Guadalajara, de donde cotidianamente se oían los gritos de dolor que emitía doña Licho al estar siendo golpeada y hasta arrastrada por su pareja sentimental, don José. Igualmente antes o después de la aparente golpiza se escuchaban los regaños que profería doña Licho a su prole, por lo que varias de las vecinas le decían que la felicidad era la familia.
Estas mismas vecinas e incluso las de afuera de dicha vecindad, le recomendaban a doña Licho que demandara a su esposo porque la golpeaba constantemente, a lo que la señora respondía: “a mí me gusta que me ‘rastre’ José. Y al reclamarle el porqué se desquitaba entonces con sus niños, doña Licho respondía que para que sufriera el condenado, tal y como que si regañando y golpeando a sus hijos algún daño le haría a su pareja quien quizás al recibir las quejas de los pequeños, don José le pegaba y la arrastraba con más ganas.
Esto viene a colación debido a que desde siempre se ha tratado de proteger legalmente a la mujer contra el maltrato intrafamiliar o de cualquier tipo de relación de pareja, ya sea de amantes o de simple noviazgo, en donde por lo regular quien lleva la peor parte son las mujeres ya sea por temor, timidez o a lo mejor para no lastimar a su hombre; y aunque se vea un poco mal o hasta misógino, también por dejadas y porque si aguantan los malos tratos es tal vez para no dejar de recibir el sustento para la familia, pero hay casos hogareños en donde los varones no aportan nada para la manutención de los pequeños y demás gastos caseros y aun así se comportan como reyezuelos del hogar con el derecho de golpear no nada más a los hijos, sino hasta a la señora también y además exigiéndole ropa limpia y bien planchada para irse a parrandear con los cuates o para ir a echar lío con su nueva conquista. Y he aquí lo raro de que muchas mujeres les aguanten tanto a sus consortes a quienes aparte de tener que mantenerlos, les tienen que aguantar buenas tranquizas.
Cuántas veces no se ha documentado de casos en que infinidad de mujeres que después de haber interpuesto una demanda en contra de sus esposos o padres de los hijos con quienes hacen vida matrimonial por haberlas golpeado inmisericordemente y a la hora de la hora claman el perdón por parte de las autoridades para su peor es nada, quedando sin castigo el misógino y al rato otra vez la misma: otra golpiza y otra demanda y otra vez el perdón y así sucesivamente.
Ya se ha dicho hasta la saciedad que la violencia intrafamiliar o en contra de las mujeres ya se debería perseguir de oficio y sin querella y que por más perdón que pida la mujer para su viejo, que de nada sirva esta clemencia, sino que el varón golpeador de mujeres sea castigado dándole a entender que a las mujeres no se les debe de maltratar en ninguna forma. Pero lo malo en caso de que en algunos casos en que el golpeador sea encarcelado, es que si es el único sostén de la familia, entonces quién se encargaría de mantener a una familia en donde los niños todos sean menores de edad y la mamá no sepa hacer nada o que sabiendo hacer algo, no sea aceptada en ningún trabajo ya sea por falta de capacitación o precisamente por tener niños, pues ese aberrante caso ya es notorio en varias empresas y negocios en donde hasta no se permite que estén embarazadas las trabajadoras y mucho menos que ya tengan familia.
Y esto que voy a citar a continuación no es con el claro afán de incitar a la violencia ni mucho menos, pero según los estudiosos de los casos de golpeadores de mujeres, está comprobado que éstos son de los más cobardes ente el género masculino, así que si una mujer al estar siendo golpeada, en vez de agacharse o cubrirse los golpes y gritar que ya no le peguen, le hace frente a su golpeador diciéndole que ya estuvo y tomando un garrote o una cazuela o lo que tenga a la mano lo amenace o le suelte uno bueno, y que si la vuelve a tocar se va a arrepentir, con sorpresa verá y comprobará cómo agacha los cuernos el fulano demostrando que su machismo es nada más en contra de las mujeres sumisas, pero no contra las que no se dejan golpear. Sin embargo, para que no se vea tan feo y se caiga en lo malo de la violencia, acusarlo de inmediato y no pedir perdón después para su pobrecito viejo que tal vez lo lleguen a maltratar en la cárcel; y solicitar a la vez que sea tratado por psicólogos y hasta psiquiatras en caso de gravedad mental, para que les hagan ver que no está bien golpear a una mujer.
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