Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

Sin beneficios de salud pública, muerte segura

Oscar González Bonilla

11 de Agosto de 2017

Desgarrar el corazón es sentimiento que produce saber que persona de tus afectos necesita de urgencia atención médica para intentar cura de su enfermedad, pero por falta de recursos económicos que rayan en pobreza y por la negligencia de quienes corresponde eficientar el servicio de las instituciones de salud oficial, el paciente con lenta agonía no tiene otro destino que la muerte.

Es el caso de una prima de mi mujer que por desgracia ha sido afectada con cáncer en un riñón. Es una mujer que frisa los 43 años, delgada (hoy con brusca bajada de peso), con aspecto físico muy desmejorado y como de 1.70 metros de estatura. Debe viajar desde el municipio de Tecuala al hospital general de la ciudad de Tepic para recibir atención médica, pero ésta es tan deficiente que cada vez regresa en condiciones peores a cómo llegó.

Las veces recibida en casa ha sido la mayor parte sin que nadie la acompañe. Mi mujer está convertida, como prima que es, en la inseparable compañera, quien recibe los malos tratos del personal administrativo del hospital general, también conocido como hospital civil o central, dependiente del gobierno de Nayarit, al comportarse de manera déspota, arrogante, conducta muy alejada del eficiente servicio público. Muy a pesar de ello, a las citas médicas sólo falta cuando no tiene dinero para pagar pasaje, porque asume el supremo interés de recuperar la salud perdida.

Esposa de un humilde pescador, esta morena mujer ha procreado nueve hijos, casi siete años de embarazo seguro es que por alguna deficiencia se dañó severamente el riñón, cáncer que le produce nauseas acompañadas de vomito. Mal se la pasa cada vez que en casa utiliza un sillón por cama, pues en ocasiones desesperada por el dolor sale a la calle con el afán de dar unos pasos y respirar aire matinal. La salud es un recurso para la vida diaria.

La atención médica en el hospital central no ha sido lo eficiente que se espera, se cae en desesperación ante tratamientos prescritos, pero es mucho más grave el problema  cuando son requeridos medicamentos, estudios de laboratorio o radiografías. Según me explican, necesita medicina para reducir efectos del mal, pero son tan costosos que jamás podría adquirirlos, aún siendo beneficiaria del seguro popular. Y son necesarios porque, les han dicho, enseguida se procedería a la realización de cirugía. El líquido extraído mediante biopsia tuvo que ser llevado a análisis a un laboratorio privado.

En la clínica o consultorio especial para el dolor en el propio hospital general a esta mujer le colocaron parche en el pecho, al tiempo que le dotaron varios de estos para calmar dolores al ponérselos en diferentes partes del cuerpo. Seguramente ya se le terminaron, hoy sé que adquiere analgésicos en farmacias con venta de genéricos. Así transcurre su lastimosa vida, a la cual se aferra con la férrea voluntad de no dejar en el desamparo materno a Lucero, la más pequeña de sus hijos con apenas cuatro años de edad. Pero por la precariedad en la atención médica y por las condiciones de pobreza, lo seguro es que más pronto que tarde dejará de existir.

Si cuando el gobierno de la gente, representado por don Roberto Sandoval Castañeda, se encontraba en la magnitud de su apogeo los servicios de salud en Nayarit registraron serias deficiencias en perjuicio del completo bienestar físico, mental y también social de los habitantes de nuestra entidad, cuantimás hoy que se halla en el ocaso el desinterés por la salud de los nuestros es descomunal.

La prevención de enfermedades y la promoción de la salud de la población, pero además la prestación de servicios asistenciales y plurales, ojalá sean prioridades para el gobierno estatal que se avecina bajo la responsabilidad de Antonio Echevarría García. La gente pobre lo reclama.

“Una persona sana es aquella que puede vivir sus sueños no confesados plenamente”: Moshé Feldenkrais.

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