Tepic, Nayarit, jueves 18 de abril de 2024

La donación de órganos vitales

Sergio Mejía Cano

12 de Julio de 2017

El jueves 22 del pasado mes de junio acudí a una funeraria en donde se velaba a un familiar. Es una funeraria muy grande que cuenta por lo menos con 15 capillas en tres niveles. En la capilla contigua a la que yo había asistido, se estaban velando los restos de un joven de 33 años de edad, quien había tenido un accidente en una avioneta junto con uno de sus amigos. Al declarársele muerte cerebral al muchacho que estaban velando, le fueron extraídos de su cuerpo todos los órganos que se pudieran utilizar e inclusive hasta los tendones.

Según las pláticas de los ahí presentes, su cuerpo no había sufrido grandes daños salvo escoriaciones, pero lo que había determinado su fallecimiento fue un duro golpe en el cráneo que fue determinante para su deceso. El joven era un deportista destacado a nivel amateur, practicaba el ciclismo, pero su pasión eran las motocicletas de alto cilindraje, por lo que pertenecía a un grupo de motociclistas, y debido quizás a esto, afuera de la funeraria se hicieron presentes infinidad de motociclistas pertenecientes a varias asociaciones; más de cien motocicletas se vieron estacionadas afuera de la funeraria y, como a eso de las 22:30 horas sus tripulantes las encendieron, tal vez la mayoría, y las aceleraron al máximo a tal grado que en las otras capillas en donde rezaban, no se oían los rezos por el estruendo de las motos de alta potencia.

En la capilla ardiente de este muchacho había varios carteles de agradecimiento tanto de familiares como de beneficiarios de los órganos del joven que les habían sido trasplantados. Eran muestras de agradecimiento por haber recibido ya fuera un riñón, hígado, córneas y hasta un pulmón. Una de las personas ahí presentes comentaba que el ahora fallecido desde niño les había dicho a sus padres que si abandonaba este mundo antes que ellos, donaran sus órganos e incluso, hasta traía una placa colgada al cuello en donde especificaba esta decisión. Y ahora sus familiares en cierta forma se sentían contentos porque el cuerpo de su hijo había contribuido a seguir dando vida a otros cuerpos.

Al comentar lo anterior con un grupo de amigos jubilados, uno de ellos comentó sobre otro compañero que hará cosa de cinco o seis años estuvo a punto de perder un ojo. Y resulta que un sobrino de este compañero con el malestar en uno de sus ojos, había sufrido un accidente en las inmediaciones de la presa hidroeléctrica de Aguamilpa, y dicho sobrino estaba registrado como donante de sus órganos en caso de que se pudieran aprovechar. Este sobrino del compañero jubilado del ferrocarril había llegado con vida, aunque muy grave, al hospital del ISSSTE aquí en la capital nayarita; sin embargo, debido a sus lesiones no logró recuperarse y en cuanto el personal médico les afirmó que el herido ya estaba desahuciado, de inmediato los familiares les comunicaron a los entonces directivos de dicho hospital que su familiar estaba registrado como donante para que se hicieran los arreglos necesarios para extraerle los órganos que se pudieran utilizar; pero al parecer nadie del personal médico de dicha institución hicieron caso a sus reclamos porque no hicieron nada al respecto. Incluso el tío del ya fallecido y que estaba a punto de perder uno de sus ojos había comenzado los trámites para que una de las córneas de su sobrino le fuera designada, pues era lo que ocupaba: una córnea para no perder la vista de uno de sus ojos; sin embargo, al parecer todo quedó en puro trámite porque según quien comenta esto, nada hicieron para extraerle alguno de los órganos al ya muerto, y no porque no pudieran ser utilizables, porque los golpes más severos, según los médicos que lo habían atendido, no habían lesionado alguna víscera u otro órgano para que no pudiera ser utilizable en algún trasplante. Lo bueno es que el familiar que requería supuestamente una córnea para no perder la vista de uno de sus ojos, fue operado en la ciudad de Guadalajara y se alivió de su malestar ocular, y hoy en día anda de taxista en la capital tepiqueña.

Todo lo anterior viene a colación debido a nuestra falta de decisión en la cultura de donar nuestros órganos que se pudieran aprovechar; y en este caso, posiblemente esa falta de decisión también la padecía el personal médico al que se le informó que el próximo a fallecer era donante.

No cabe duda de que si se promoviera campañas constantes sobre la cultura de la donación de órganos, evitaría quizás en grado sumo el mercado negro sobre los mismos. Pero en fin. Sea pues. Vale.

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