El agua tiene buena memoria
Sergio Mejía Cano
06 de Julio de 2017
Cierta vez viajando en un tren de carga de Sufragio a Mazatlán, nos tocó venir levantando unidades cargadas de grano de todas las estaciones entre Sufragio y Culiacán, en el estado de Sinaloa. Traíamos dos locomotoras cuya capacidad de arrastre era de 4 mil toneladas cada una; aún nos faltaban como 500 toneladas para completar el tonelaje y correr a Mazatlán con 8 mil, es decir completos, pero las máquinas venían renegando, no podían a pesar de que aparentemente estaban en buenas condiciones sus motores.
Y sin embargo, no desarrollaban más de 50 kilómetros por hora de velocidad, entonces el maquinista comentó que a él lo podían hacer tonto con el tonelaje pero a las lobitas (máquinas) no, porque el amperaje y niveles de aceite, agua y diesel se marcaban en óptimas condiciones de funcionamiento, por lo que al llegar a Culiacán se le informó al despachador de trenes y al jefe de trenes terminal, por lo que se decidió pesar las unidades en la báscula de vía resultando que la mayoría de las unidades venían sobrecargadas, pues los furgones debían de pesar en total 90 toneladas sobre el riel en su peso bruto, tara y contenido, pesaron alrededor de 102, y las tolvas debiendo tener un peso de 110 toneladas (hoy en día se permiten 120), unas llegaron a pesar hasta 132 toneladas, así que ahí las dejamos para que el ferrocarril devolviera estas unidades a los embarcadores y corrigieran el peso del contenido. Esto me trajo el recuerdo cuando se documentó que las carreteras mexicanas sufrían un deterioro constante debido a la sobrecarga de los tráileres que con capacidad para 38 toneladas de carga, los sobrecargaban con hasta 50 o un poco más de carga; e igual que con las locomotoras, los motores de los vehículos de carga eran los que renegaban.
Todo esto viene a colación debido a las inundaciones que anegan Tepic cada vez que llueve, pues a los ciudadanos nos tratarán de engañar las autoridades, pero al agua no, pues esta se dice que tiene una memoria que jamás olvida su cauce y que si no lo encuentra trata de buscarlo y si no, la corriente de agua se va por y para donde puede, y al vital líquido no le gusta quedar atrapado por lo que no acepta obstáculos de ninguna especie.
A mediados de los años 70 y hasta principio de los 80 del siglo pasado, existió una tienda de abarrotes en la esquina de las calles Jesús García y prolongación Allende, en contra esquina de la estación del ferrocarril, y era atendida por una señora ya mayor de edad que comentaba que su papá había llegado a ese lugar allá por los años 20 y ella y sus hermanas y hermanos siendo unos niños aún. Cierto día al estar contemplando la estación inundada tanto en su edificio como la sala de espera y el restaurante, nos comentó que cómo no se iba a inundar la estación si por lo que hoy es la calle Jesús García bajaba el “arroyo de Menchaca” y que el agua siempre inundó las vías férreas porque el agua iba a parar al río Mololoa que antes estaba pasando las vías; y que recordaba cuando pusieron unos tubos por debajo de las vías del patio de maniobras pero no fueron suficientes para dar paso al agua. Hoy en día ya cambiaron aquellos tubos por otros de mayor diámetro pero de todos modos se sigue inundando esa zona. Y también contaba la señora de la tienda, que si queríamos ver algo chistoso o curioso, cuando lloviera fuéramos a la calle Morelos en su cruce con Trabajo en el barrio de la colonia Heriberto Casas, porque lo chispas era que la riada de agua bajaba por la calle Morelos y al llegar a la de Trabajo, la corriente en vez de seguir derecho hacia el parque Juan Escutia, daba vuelta en la calle Trabajo hacia el norte y vuelve a torcer hacia el oriente por la Zapata para llegar a la Juan Escutia y bajar hacia el norte que es en donde está el río Mololoa; y según la señora, esto es porque antiguamente ese era un arroyo natural, antes de que hubiese asentamientos humanos por ese lugar el arroyo bajaba del Rodeo por lo que ahora es la calle Morelos y hacía esa curva que ahora, aunque esté pavimentado, de todos modos sigue su curso.
Y abundó la señora de la tienda frente a la estación, que si nos fijábamos bien, la ciudad tiene un declive de sur a norte y viceversa hacia la avenida Victoria porque las corrientes de agua bajan hacia el río; pero si le bloquean su cauce natural al agua ¿entonces qué pasa? Se construyeron casas al lado de ambas márgenes del río Mololoa por lo que el agua se atora y pues se tiene que desparramar hacia otros lados, y ya canalizado, pues peor.
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