Tepic, Nayarit, viernes 19 de abril de 2024

Nuevos “trumpasos”

Manuel Aguilera Gómez

14 de junio de 2017

El proceso de deterioro progresivo del medio ambiente parece contar con la complicidad de los grandes intereses internacionales vinculados con la extracción de petróleo, la explotación del gas y la minería, actividades todas ellas vinculadas con las grandes emisiones de dióxido de carbono, precursoras del efecto invernadero, el principal peligro para la existencia de la humanidad.

A finales de 2015, encabezados por Obama y Putin, se reunieron en Paris los jefes de Estado y de gobierno de 195 países (China y la India incluidas) con el propósito de firmar un compromiso internacional destinado a reducir las emisiones a la atmósfera de gases contaminantes, en el seno de la XXI Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático (COP 21) instalada en Paris.

El Acuerdo fue el producto de un arduo trabajo político encabezado por el gobierno estadounidense. Se pretendía lograr un anhelo universal largamente pospuesto a causa de la recia oposición de gigantescos intereses empresariales quienes públicamente desdeñaban, vilipendiaban los resultados de las investigaciones de varias centenas de científicos en todo el mundo, pronosticadores de una catástrofe climática, cuyas evidencias se acumulan diariamente a causa del calentamiento promedio del ambiente en el globo terráqueo, patente en el deshielo progresivo de los cascos polares, en la elevación levemente perceptible del nivel de los mares, en la irrupción repetida de fenómenos climáticos con violencia desconocida, en la manifiesta incapacidad de los mares para absorber los gases de dióxido de carbono emitidos a la atmósfera,  etc.

“¡Son simples cuentos chinos!” argumentó el  superficial e ignorante Presidente Trump cuando anunció la decisión del gobierno estadounidense de  desconocer los acuerdos de la COP 21. De esta manera cumplía uno de sus compromisos adquiridos durante su campaña electoral y correspondía a las generosas aportaciones empresariales recibidas en apoyo a su triunfo electoral. Habían vencido los intereses de las grandes empresas petroleras, gaseras y mineras, tenaces opositoras a cualquier acción tendiente a limitar sus actividades y sus utilidades, aunque esa victoria pírrica conduzca hacia el deterioro de la calidad de vida de la civilización.

Algunos minimizan el alcance de la decisión del Presidente Trump con el argumento de que la COP 21 ofrecía resultados muy modestos:  reducir entre 40 y 70% las emisiones de efecto gas invernadero en 2050 y suprimir la emisiones adicionales a la atmósfera a finales del siglo. Para algunos pueden antojarse resultados modestos pero, al menos, realizables. Además, alegan la ausencia de compromisos por parte de los países productores de hidrocarburos para reducir sus explotaciones. No es el espacio para un debate de este género, baste consignar que la reducción de la demanda de hidrocarburos implícitamente daría lugar a una correlativa disminución de su producción.

La decisión del gobierno estadounidense significa un serio golpe al progreso y expansión de las llamadas energías “limpias”: solares, eólicas, hidráulica y nuclear, principalmente. Constituye también un desincentivo a los sistemas de transporte eléctrico alternativo. El deterioro de su entorno ambiental parece ser el destino de la gran aldea colectiva denominada Tierra. ”Business are business” sigue siendo el lema de la derecha retardataria, miope e ignorante, defensora intransigente y aldeana del gobierno encabezado por el señor Trump.

Cuando asumió el cargo de presidente de la nación militar y financiera más importante, muchos pensaron que la inaplicabilidad de sus promesas de campaña obligaría al gobernante electo a rectificar sus intenciones. Se equivocaron. Tan pronto arribó a la Casa Blanca comenzaron los preparativos para su reelección la cual solo es viable en la medida que cumpla con los compromisos contraídos a lo largo de campaña, pues no se va arriesgar a reclamos de incumplimiento. Tiene a su favor un argumento persuasivo para las mentes ignorantes de sus simpatizantes: “Lo intenté, pero los intereses creados en Washington se interpusieron en mi camino. Ahora, con más experiencia y abatidos muchos de los grupos influyentes, estaré en condiciones de cumplir mis compromisos con el pueblo estadounidense”. Haciendo caso omiso de todas sus patentes limitaciones mentales y culturales, sus simpatizantes se mantendrán leales y activos. En esas condiciones resulta difícil imaginar un “impeachment” para destituirlo.

Me temo estar describiendo la triste realidad de un poderoso país dominado, políticamente, por una generación de blancos, xenófobos, protestantes, anglosajones precariamente ilustrados, los denominados WASP. Seguiremos enfrentando nuevos “Trumpasos”.

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