Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

En el mundo de la simulación, tanto los candidatos como los votantes engañan

Manuel Aguilera Gómez

18 de Mayo de 2017

Las elecciones para gobernador del Estado de México han despertado un indudable interés entre los politólogos, opinantes y comentaristas de café, en contraste con el desánimo imperante entre los ciudadanos. Las elecciones se han reducido a acertijos para los políticos y  de desenfado para los ciudadanos.

Dos preocupaciones imperan en las dirigencias partidistas: la preferencia de los jóvenes y la fidelidad de las encuestas.

¿Cuál será la preferencia electoral entre los jóvenes pertenecientes de la generación de los millennials? Es la generación integrada por quienes nacieron en los años 80 del siglo XX y que al arribar el nuevo siglo empezaron a disfrutar de sus derechos y obligaciones ciudadanas. En su infancia, fueron criados conforme a los patrones de conducta recomendados por los psicólogos infantiles: quedaron a salvo de las recriminaciones familiares  y, por lo general, nunca fueron objeto de sanción alguna a causa de su comportamiento. Disfrutaron de una niñez básicamente libre, sin represión por parte de los padres y siempre observaron conductas movidas por sus propios intereses y conveniencias.

En la adolescencia siempre se mostraron muy activos y especialmente hábiles en el aprendizaje y manejo de los aparatos electrónicos que, en forma masiva, invadían los mercados. Pronto aprendieron a relacionarse por este medio con otras personas conocidas o desconocidas y a acceder a información previamente procesada por lo cual no se ven impelidos a investigar, analizar o reflexionar sobre su contenido, al extremo de confesar que 3 de cada 4 internautas aceptan haber cambiado sus hábitos de aprendizaje y de trabajo gracias a la red de internet, de la que pueden conseguir toda la información que necesitan. Esta práctica los ha alejado de la lectura de libros y periódicos. Incluso, los internautas han creado un singular y grosero lenguaje de intercomunicación hábilmente manejado con los dedos pulgares de ambas manos sobre el teclado de los aparatos telefónicos.

En la etapa de juventud, se les ve transitar por la calles con sus Iphones conectados en ambos oídos para escuchar las melodías musicales previamente seleccionadas, en calidad de walking deads, como alguna vez los califiqué en este espacio. Se informan de la realidad que los rodea al escuchar los noticieros radiofónicos matutinos en sus autos durante sus fatigosos viajes a su lugar de trabajo. Al interior de sus hogares, evaden los programas televisión –muchos concebidos para retrasados mentales—y prefieren las series televisivas de los canales de paga, en especial los de Netflix y Claro, disponibles a cualquier hora.

En su trabajo suelen ser muy eficientes en labores relacionadas con el empleo de computadoras y el dominio del idioma inglés, aunque casi siempre están inconformes porque juzgan que sus servicios no están retribuidos en proporción a sus capacidades.

No buscan en la propiedad de inmuebles una fuente de seguridad personal; optan por los inmueble rentados debido a sus preferencias por mudar su domicilio al sitio lo más cercano posible al lugar de su trabajo. Prefieren los documentos bursátiles sobre los títulos de propiedad inmobiliaria porque reflejan básicamente los valores reales de los mercados de activos tangibles. Renuentes a asumir compromisos, en contraste con la generación precedente, --la de sus padres—acostumbran a ser más displicentes en sus relaciones amorosas y sexuales. En este y en otros temas, a menudo, no coinciden con la escala de valores de sus  ancestros.           

En el terreno de la política habitualmente son acerbos críticos con los personajes que ocupan cargos públicos y procuran mantenerse alejados de este ambiente calificado con epítetos hirientes y despectivos, opinión compartida por amplios sectores sociales.

A este elemento de incertidumbre se suma otra circunstancia: el carácter errático de las encuestas. A menudo, se encargan a empresas poco profesionalizadas, contratantes de encuestadores sin experiencia y, a veces, carentes de sentido de responsabilidad. A esta deficiencia debe agregarse una circunstancia: los resultados de las encuestas levantadas hace un año son ilustrativas del entrevistado receloso, propenso a dar respuestas engañosas,  actitud identificable solo mediante cuestionarios preparados por psicólogos, con preguntas de doble coincidencia y mediante sistemas que venzan la malicia de los entrevistados. En el mundo de la simulación política, los candidatos engañan, ahora también los votantes.

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