Un periodista menos
Sergio Mejía Cano
17 de Mayo de 2017
Otro periodista ha sido asesinado en nuestro país. Ahora tocó el turno al señor Javier Valdez, en la ciudad de Culiacán, Sinaloa. ¿A quién beneficia en realidad matar al mensajero? A nadie en absoluto, pues los periodistas nada más confirman, opinan y forman opinión sobre lo que la mayor parte de la ciudadanía trae de boca en boca.
Lo peor de todo esto sobre los asesinatos a periodistas en nuestro país, es que la mayoría han quedado impunes hasta el día de hoy y, si acaso se informa sobre la captura de un supuesto autor tanto material como intelectual, muchas de las veces con el tiempo se descubre lo que gran parte de la población rumora: que son simples chivos expiatorios. Y esto es lo que más duele a los mexicanos, pues estos asesinatos que a nada llevan lo único que hacen es enlutar hogares y dejar hijos huérfanos y un profundo dolor en los deudos que se agranda más y más al no esclarecerse del todo el porqué tuvo que ser sacrificado su familiar cuyo único pecado era ser comunicador.
Está comprobado y documentado que el asesinar a los mensajeros en nada remedia las cosas. Si un periodista informa sobre malas acciones de cualquiera de los gobiernos en sus tres niveles, malo, y si avisa sobre hechos delictivos de grupos criminales, malo también; sin embargo, el asesinato de quien comunica supuestos hechos, lo único que se confirma es que lo que estaba informando el mensajero resultó ser cierto, y aunque no lo sea, la opinión pública lo tomará como un hecho y que por eso fue asesinado un periodista. ¿A poco no? Y si bien no es asesinado el comunicador sino nada más amenazado, aun así la rumorología concibe que por estar llegando al fondo de un asunto por eso fue amenazado pretendiendo callarlo y si no se detiene, pues cuello. Pero entonces vendrán otros comunicadores y otros, de ahí que sea el cuento de nunca acabar, porque no se puede callar la información y menos hoy en día en que el mundo se ha hecho más pequeño en cuestión de comunicaciones gracias a las famosas redes sociales, porque gracias a ellas ahora es poco menos que imposible querer tapar el Sol con un dedo, pues si esto nunca se ha podido hacer, menos ahora.
Cuando asesinaron al periodista michoacano Manuel Buendía Tellezgirón en el otrora Distrito Federal, el 30 de mayo de 1984, el entonces Presidente de la República don Miguel de la Madrid Hurtado, acuñó una frase que cada vez que se vuelve a repetir ante un hecho similar, la mayor parte de la opinión pública intuye que no se llegará a nada, ya que don Miguel de La Madrid dijo el día de los hechos casi frente al cadáver aún caliente del periodista Manuel Buendía, palabras más, palabras menos que: “esto llegará hasta sus últimas consecuencias, ¡caiga quien caiga!”. ¿Y? Sí cayeron varios, pero puros peces menores y no de gran calado; y si bien el más o menos de nivel fue el entonces director de la Policía Federal de Seguridad José Antonio Zorrilla Pérez y uno que otro de sus charalillos, jamás se llegó al fondo del asunto, ya que de acuerdo a investigaciones posteriores por analistas serios, éstos llegaron a la conclusión de que podría haber algunos peces gordos embarrados en el asunto; sin embargo y como ya ahora es una costumbre, todo quedó en la información oficial y a otra cosa mariposa, a apostarle al olvido colectivo que por lo regular es muy eficaz apostarle a esto.
Así que cada vez que no nada más un periodista, sino cualquier personaje cuyo nombre circula en el acontecer nacional y hasta un simple ciudadano sufre un atentado de cualquier índole, y alguien perteneciente a cualquiera autoridad afirma ante los medios que lo cuestionan que se investigará hasta las últimas consecuencias, caiga quien caiga, de inmediato el escepticismo crónico que la mayoría de los mexicanos ya tenemos muy arraigado, sale a flote con tan grande potencia que de inmediato hace pensar que en realidad no se llegará a nada, que si acaso se dará una versión oficial y hasta ahí, fin del asunto dando carpetazo a los hechos. Y he aquí lo malo, pues se ha estado generando un alto grado de impunidad que por lo mismo la criminalidad se ha disparado enormemente en nuestro país.
Ahora vuelven a salir en varias partes de la República infinidad de ciudadanos reclamando justicia, gritando al unísono un ¡ya basta!, una exclamación que al parecer no es escuchada por quien tiene que escucharla y hacer justicia, porque por más marchas de protesta que haga la ciudadanía, los anteriores asesinatos de periodistas siguen sin aclararse.
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