En camisa de fuerza el desarrollo natural del capitalismo
Octavio Camelo Romero
20 de Febrero de 2017
Con la globalización, México y su normatividad jurídica tuvieron que adecuarse a los requerimientos del capitalismo mundial. Con las Reformas Estructurales del presidente Enrique Peña Nieto, arropado por los partidos PRI, PAN y PRD en el Pacto por México, el país dio un gran paso en ese sentido. Empero todavía faltan algunos ajustes económicos. Los capitales mundiales aunque han perdido la nacionalidad, sus matrices conservan todavía su residencia en los países dominantes. Ya no se puede decir como antes que determinado capital es norteamericano o inglés, aunque su matriz resida en dichos países. Sin embargo los gobiernos nacionales se comportan como administradores de las políticas dictadas por el capital transnacional a través de sus organismos supranacionales. Y los gobernantes tienen que acatar tales disposiciones si pretenden persistir en sus puestos políticos. Todo este acontecer no es un asunto de voluntades, es una necesidad objetiva del capital internacionalizado, del capitalismo global. Y México no se ha sustraído de esa tendencia del dominio mundial del capital. Por ello se antepone a los intereses de los mexicanos, el interés del capital. Sin embargo se atraviesa a este desarrollo natural del capitalismo un presidente norteamericano que pretende dar reversa al avance de la forma social del capitalismo contemporáneo. Este presidente se llama Donald Trump. Ante esta situación, surgen una serie de interrogantes y de planteamientos. ¿El presidente de USA tiene el Poder suficiente para oponerse a la actual forma social del capitalismo planetario?
Con el dominio del planeta por parte del capital, al lado de la adecuación normativa de los países surge la necesidad objetiva de la desaparición de las antiguas funciones de los Estados Nacionales y de la subordinación de todo el mundo a un único Estado Supranacional. Cada día se vio más clara esta exigencia hasta la llegada del trumpismo. Estuvimos viendo con mayor frecuencia la intervención de los organismos internacionales en los asuntos internos de los países y la supeditación de los gobiernos nacionales a las exigencias de las instancias supranacionales. Y no podía ser de otra manera. El capital domina el mundo y por tanto sus intereses son los mismos en todos los rincones del mundo. Pero con Trump parece que tal situación no importa. E n el supuesto de la globalización se reclama la estandarización de conductas, de métodos productivos, de habilidades laborales, etc. Y sobre todo, hay una exigencia para que se unifique la Ley. Se requiere de un instrumento jurídico que garantice en cualquier parte del planeta la salvaguarda de los intereses del capital. Del capital en general y del capital dominante en lo particular. Pero Trump no ha respetado los acuerdos y convenios internacionales así como tampoco los intereses de sus capitales transnacionales.
La globalización del Capital tuvo sus orígenes ideológico--políticos con Margaret Thatcher quien afirmó que el Estado de Bienestar es un Estado niñera, sofocador de las libertades requeridas por el capital y restrictivo de la capacidad de escoger a los trabajadores adecuados para sus intereses. Siguiendo esas orientaciones, desde el presidente Miguel de la Madrid hasta en la actualidad, se dedicaron a desmantelar al Estado de la Revolución Mexicana y a crear el Estado Mexicano Transnacionalizado. El capital transnacional buscó mano de obra barata en países de muy escaso nivel laboral e instaló empresas de gran capacidad económica. Los productos posteriormente serían exportados a otros mercados o tal vez a empresas constituidas por los mismos capitales en países desarrollados, obteniendo con ello un beneficio mayor. Y Donald Trump se opone al TLCAN que beneficia fundamentalmente a los capitales transnacionales de USA y Canadá. ¿Quien saldrá triunfante? En fin.
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