Tepic, Nayarit, jueves 21 de noviembre de 2024

Inmerso en su mundo de juguete

Sergio Mejía Cano

05 de Enero de 2017

Se dice que una imagen dice más que mil palabras, y también es muy referida la frase de que si las miradas mataran no se necesitarían más armas, y es lo que proyectó la hoy excanciller Claudia Ruiz Massieu cuando dirigía de vez en vez la mirada hacia el presidente Enrique Peña Nieto en el momento de estar informando a la sociedad sobre su salida de la Secretaría de Relaciones Exteriores, y al dar a conocer sus razones, de Peña Nieto, sobre el ya tan mencionado gasolinazo.

Si bien se dijo en su momento, cuando a instancias del entonces secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray Caso, quien por cierto ha sido el relevo de la señora Ruiz Massieu, se invitó al ahora presidente electo de los USA, Donald Trump a la residencia oficial de Los Pinos, tal y como si ya fuera un estadista, la señora Ruiz Massieu pidió su renuncia como secretaria de Relaciones Exteriores, porque no había sido tomada en cuenta de acuerdo a su cargo de canciller y que por lo mismo le correspondía hacer los trámites necesarios para dicha visita, y que se informó en su momento que dicha renuncia había sido en forma verbal nada más, por lo que no se le tomó en cuenta; y ahora, es relevada del cargo por aquél artífice de la visita: Luis Videgaray Caso, y si bien se dice que no hay casualidades, aquí se podría decir que qué casualidad que sea precisamente quien fraguó la visita del entonces candidato presidencial Donald Trump, sea ahora quien ocupe la Secretaría de Relaciones Exteriores, un cambio que según ya pregonan varios analistas, esto se podría tomar como uno de los primeros movimientos (órdenes) de Donald Trump hacia México.

En el escenario, la señora Claudia Ruiz Massieu no se veía nada contenta, se veía a todas luces incómoda, como fuera de lugar, como tratando de contener todo el malestar que sentía en ese momento. En la mirada se reflejó que su patrón no estaba diciendo la verdad sobre su separación del cargo cuando Peña Nieto se refirió a ello, pues el presidente mexicano dijo que le había llegado y había aceptado la renuncia de la hasta entonces Canciller; y al momento de las felicitaciones a los recién nombrados, la risa fingida lo decía todo en el rostro de Ruiz Massieu, porque como se dice comúnmente, se puede sonreír con los labios fingidamente, pero no con los ojos, y los ojos de la señora no reflejaban alegría ni comodidad alguna, y posiblemente no por haberse quedado sin chamba, sino por su salida tan ignominiosa del Gabinete Presidencial.

Todo esto indica que la salida de la Secretaría de Hacienda de Luis Videgaray fue nada más un preámbulo para ahora llegar a ocupar la cancillería, y como ahora llega con otra aparente personalidad, como que si su momentáneo descanso haya sido para que se fuera a disfrazar para que mediáticamente se diera la impresión de que ya es otro y no el mismo que salió tan apresuradamente de Hacienda y Crédito Público, pues ahora luce barba y bigote, tal vez para despistar al enemigo a vencer: la opinión pública.

Y respecto a la explicación sobre el susodicho gasolinazo, no cabe duda que Peña Nieto sigue viviendo en su mundo de juguete y no hay manera de hacerlo entender que la realidad es otra. Para nada cayó bien su dicho de que es una medida dolorosa, difícil pero inevitable, y menos que haya sido una medida para “mantener la estabilidad económica en nuestro país”; ¿estabilidad económica subiendo el precio de los combustibles? Vaya medida tan admirable; sin embargo, lo peor fue que dijo que para favorecer y proteger a las familias más necesitadas. Claro que primeramente se justificó diciendo también que dicho aumento no era efecto de la reforma energética ni de la hacendaria y mucho menos que fuera una carga impositiva, sino debido a los precios internacionales de la gasolina, y he aquí lo que salta en la comprensión de muchos mexicanos, pues cómo puede competir México con otros países en estas cuestiones de precios si nuestro país es en el que menos ganan los trabajadores y paradójicamente los que más horas de de su vida emplean para trabajar.

Y también resalta lo dicho por Peña Nieto de que es una medida “dolorosa, difícil, pero inevitable, y que nadie la quisiera hacer”; pero la expresión del rostro del presidente mexicano podría interpretarse como que en el fondo está diciendo: pero se aguantan, porque aquí mando yo. Y bien podría interpretarse así, pues no ha sido una medida consensuada, mucho menos democrática, sino claramente impositiva, autoritaria, y no hay palabra en contra que valga.

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